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La megalomanía de Guaidó

Written by Debate Plural

Enoc Sánchez (Sin Permiso, 21-9-19)

 

La megalomanía es un trastorno mental que padece una persona quien se cree socialmente muy importante, poseedora de grandes riquezas y capaz de hacer grandes cosas. Mi tía Wiki es más precisa y establece que la megalomanía es una condición psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia, omnipotencia y por una hinchada autoestima. De megalomanía deriva la palabra megalómano: es la persona que padece de este trastorno, quien por lo general presentas perturbaciones conductuales como el narcisismo. Un narcisista es el individuo que se considera superior, extremadamente orgulloso, quien muestra arrogancia y desprecio hacia todo aquello que no tiene que ver consigo mismo y sobre valora la influencia sobre tercera personas en forma desproporcionadas.

Entre los síntomas del megalómano está el delirio de grandeza al considerase famoso e importante; delirio de referencia porque piensa que todo lo que ocurre en el mundo gira alrededor de él; son mentirosos, dado que sus rasgos exagerados los exhibe con mentiras; tienen problemas sociales, por considerar a los demás indignos ante su presencia, suelen quedarse solos.

Un vocablo vinculado con la megalomanía es la egolatría que no es más que el culto o adoración de si mismo, es decir la adoración excesiva a su propia persona, tal trastorno es considerado como una perturbación narcisista de la personalidad.

No soy loquero, mucho menos psiquiatra y muy lejos estoy de ejercer sin permiso la psicología, pero como persona que por mi profesión me mantuve en contacto con adolescentes, adultos y gente de la tercera edad, estoy en capacidad de hacer ciertos análisis sobre el comportamiento de mi prójimo.

Si, en un supuesto, en una plaza pública me montara sobre un taburete y mediante una arenga dirigida a grupo de personas me autonombro presidente encargado de la república, de seguro que los reunidos me declararían loco de bola. Podría ser que en mi discurso pudiera referir algunos de mis méritos, verdaderos o falsos, para merecer este cargo. Uno de los escuchas podría clamar ¿y quién carajo te eligió?; otro me gritaría ¿el cargo de presidente encargado no existe en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela? y otro oyente, podría ser más explícito y exclamaría ¿para ser presidente, en país democrático debes ser elegido en unas elecciones por sufragio universal, directo y secreto? Ante estas preguntas, a las cuales no tengo respuesta, podría gritarles a los presentes: yo soy el presidente encargado porque yo lo decidí. Esta es una muestra de megalomanía, por creerme una persona socialmente importante merezco el cargo de presidente encargado.

Si yo tuviera un prójimo que me estimara, por ejemplo un amigo, me sugeriría loco del carajo bájate de ese taburete y nos vamos a tomar un café. Qué presidente del coño vas a ser tú, déjate de locuras. Pero en cambio, puede ocurrir lo contrario y conseguir un adulante que me calentara la oreja y me aconsejara: tú eres un líder del carajo, ante un buen discurso y tú llamado podrías mover millones de personas para llenar ocho avenidas de Caracas. Si yo fuera narcisista no tendría duda en creerlo. Pero como no lo soy, no me quedaría más remedio de aceptar la invitación de irme con el amigo a tomarme un guarapo.

Les aseguro, que cuando tecleaba esta narrativa no pensé en nadie en especial, pero al intentar continuar con el artículo, no sé por qué razón me llegó a mi senil pensadora la imagen del anodino Juan Guaidó. Y esto me retumbó de tal manera que mis dendritas me llevaron un mensaje al cerebro, mensaje que se transformó de repente en interrogante. Si no fuese por una autoestima exagerada o su delirio de grandeza ¿qué otro motivo pudo conducir al mequetrefe de Guaidó para autoproclamarse presidente encargado? No me cabe duda que en el entorno de este ególatra no faltó algún jalabola que le dijera: anda marico, échale bolas, tú eres un líder de pinga que mueve multitudes. Finalmente el pendejo lo creyó y puso y está poniendo la cagada. Perdónenme las obscenidades, pero como conozco el vocabulario de las personas que se codean con malandros, narcotraficantes, rastrojos y seres salidos de las cloacas sociales, no tengo duda que sus frases están muy lejos del lenguaje cervantino.

Una de las características del megalómano es que es embustero, no lo digo yo, lo dicen los especialistas. Si analizamos los «discursos» del ególatra Guaidó, puedo recordar la cantidad de veces que el autoproclamado ha anunciado el fin de la usurpación y elecciones libres. La cantidad de veces que ha convocado a marchas y concentraciones que no asisten ni doscientas personas. El narcisista Guaidó, no solo se arroga el cargo de «presidente encargado», también el de representante de la oposición de Venezuela, desmereciendo a los líderes que firmaron el acuerdo de la mesa de diálogo. Qué encuesta seria, qué elecciones se han realizado para cuantificar el número de seguidores de Guaidó, si sus concentraciones son escuálidas. Estas demuestran la falta de credibilidad que tienen los opositores al gobierno del presidente MM a las palabras de Juanito alimaña.

Lo peor de un embustero es creer sus propios embustes. Según las actuaciones del ególatra Guaidó, este se cree «presidente encargado», se cree el «representante de la oposición», se cree «líder de la comunidad internacional», que es amigo personal del rubicundo Donald, además, que es el chivo que más mea, entre tantas majaderías que lo mantienen envalentonado. Un problema de los mentirosos es que se convierten en seres maníacos, dado que los embustes de tanto decirlos se convierten en manías. Tal comportamiento conduce a desórdenes psiquiátricos muy próximo a la esquizofrenia.

Los delirios de grandeza del ególatra Juan Guaidó lo llevan a conseguir, por cualquier vía, la gloria que nunca llega y por esta razón busca coaliciones de cualquier tipo. Ya lo vimos con el otro narciso Leopoldo López, quien entre sus guardaespaldas y amigo contaba con el asesino descuartizador Pérez Venta, un peligroso asesino, actualmente privado de libertad por el crimen y descuartizamiento de una dama. Por eso no es de extrañar que Guaidó se haya coaligado con lo más puerco de la política nacional e internacional, entre ellos, Donald Trump, Uribe, Duque, Piñera, Macri, Bolsonaro, entre tantos. A tal grado llega su locura que a Juanito alimaña no le importa los males que le está causando a los niños, adultos y ancianos de Venezuela producto de las sanciones que él solicitó ante escenarios internacionales. Su mente desquiciada y retorcida no se para en pensar en las desgracias ajenas, con tal de alcanzar notoriedad sin tener méritos. Por esta razón apeló a lo más nauseabundo que puede hacer un político, como es la de buscar alianzas con delincuentes declarados, como son los paramilitares colombianos, así mismo, con los rastrojos, conocidos por los asesinatos violentos, por lúgubres masacres y por descuartizamiento de personas. El futuro del títere de Juan Guaidó no soy capaz de predecirlo, pero si puedo anunciar el destino del país se dejamos a Venezuela en manos de esas camarillas de bandidos que acompañan a ese desquiciado megalómano.

Muchos fueron los hombres que por su ego se encumbraron con lo máximo que se puede escalar, como el título de conquistador o emperador. Es el caso de Nerón, Calígula, Napoleón, Hitler… Pero ese mismo ego contribuyó a su derrumbe. Voy apelar a una frase de Yehuda Berg, rabino y experto en la cábala: «El ego es una de las mayores armas que nos hacen caer. Es autodestructivo. Es un problema en todos los niveles, incluso la gente normal puede tener grandes problemas de ego». Lee que algo queda.

 

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