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Macron-Putin: Europa necesita a Rusia

Written by Debate Plural

Luis Rivas (Sputnik, 20-8-19)

 

Las maniobras para «rearrimar» Rusia a Europa han comenzado en el sur de Francia. Emmanuel Macron reafirma su convencimiento en que la cooperación con Rusia es indispensable para la resolución de los actuales conflictos internacionales.

La minicumbre Macron-Putin en el fuerte de Bregançon puede calificarse de positiva para ambas partes. El presidente francés se convierte en el interlocutor privilegiado de Rusia en Europa, actuando de rompehielos en las deterioradas relaciones entre Moscú y sus vecinos del oeste del continente.

Bajo el sol de la costa mediterránea francesa, el calentamiento de relaciones entre Rusia y Francia coloca también a Vladímir Putin como parte indispensable —»imprescindible», dijo Macron— en la resolución de los principales conflictos internacionales, ya sea Ucrania, el Golfo Pérsico, Siria o Libia, entre otros. Una evidencia que solo la histeria anti-rusa denunciada por Moscú podía negar.

Nadie esperaba decisiones concretas de la reunión; se trataba de acercar posturas sin esconder, muy al contrario, las diferencias de visión sobre varios diferendos internacionales. Y en esos puntos de fricción, la crisis ucraniana sigue siendo el número uno, aunque tanto Putin como Macron se mostraron ligeramente optimistas.

De Gaulle, al rescate

El presidente ruso así lo expresó después de informar sobre sus últimos contactos con su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski. Por su parte, Emmanuel Macron pone su esperanza en la decisión manifestada por el líder ucraniano de querer resolver pacíficamente el conflicto en el Este de su territorio.

Ambas partes tienen claro que no se podrá relanzar las negociaciones a cuatro partes, según la fórmula llamada Normandía (Ucrania, Rusia, Alemania y Francia), si antes no se llegan a acuerdos concretos. Nadie se sentará a negociar si no hay cesiones de ambas partes.

Es precisamente la resolución pacífica del conflicto en Donbás lo que permitiría no solo el retorno de Rusia al G8, sino algo mucho más importante, concreto y positivo como es el levantamiento de las sanciones de la Unión Europea a Rusia. Y si eso parece lejano todavía, no hay duda de que ese apartado estaba en la mente de ambos líderes en su reunión mediterránea, pocos días antes del encuentro del G7 en la ciudad francesa de Biarritz.

Macron recordó la actitud de su Gobierno para permitir el retorno de Rusia a la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa. Fue uno de los pasos previos a su nueva Ostpolitik, en la que vertió el verbo que la diplomacia francesa suele utilizar para justificar sus relaciones con Moscú.

«Rusia es parte de Europa», enfatizó el mandatario francés, que volvió a desempolvar la famosa frase del General de Gaulle sobre una Europa que abarca «de Lisboa a los Urales», aunque él extendió ese territorio hasta Vladivostok, como también lo hizo el presidente ruso.

Ucrania no es el único punto de desacuerdo entre París y Moscú. En Siria, donde ambos países han colaborado en tareas humanitarias y alguna operación militar, mientras Macron pide el respeto de un alto en fuego en la batalla por Idlib, Putin reiteró que las acciones militares no cesarán hasta la eliminación total del peligro terrorista representado por las fuerzas islamistas que resisten en ese territorio.

En Siria se libra una guerra que no ha acabado y no serán las imágenes de civiles supuestamente afectados por los bombardeos, ni los llamamientos de cara a la opinión pública de algunos gobiernos lo que van a hacer frenar al Ejército sirio en la defensa de su territorio frente a los yihadistas. Y eso en París lo saben, aunque estén obligados a representar una actitud humanitaria de cara a su público.

Emmanuel Macron sabe también que, para acercar posturas con Irán, tras la retirada norteamericana del acuerdo nuclear de 2015, necesita también coordinarse con Moscú. De la misma manera, Francia y Rusia se manifiestan empeñados en colaborar en buscar una solución negociada para la paz y la reconciliación en Libia. Tanto Rusia como Francia son acusados por el gobierno libio, auspiciado por la ONU, de apoyar al general Jalifa Haftar, el hombre que controla la mitad de ese país.

El dirigente ruso fue preguntado por las recientes manifestaciones de la oposición en Moscú, lo que dio lugar a la respuesta que todos esperaban: manifestaciones hay en todos los países y Francia es un ejemplo, protagonizado por los chalecos amarillos. Las que tienen lugar en Francia, dijo Putin, han dejado cientos de heridos entre manifestantes y policías.

Macron no incluyó en su agenda la cuestión de las diferencias entre democracia iliberal y liberal, hecha por Vladímir Putin recientemente, pero aprovechó la ocasión para decir que Rusia siempre se ha inspirado en los valores de «Les Lumières» y que ese país «tiene sitio en la Europa de los valores». Pragmatismo macroniano muy diferente a su actitud en anteriores encuentros con el presidente ruso.

Menos diálogo que durante la «guerra fría»

El mandatario galo confesó también que dar la espalda a Rusia significaba aislarla o empujarla a una relación particular con China.

Macron pone palabras a lo que piensan muchos de sus colegas en la Unión Europea (UE). La diferencia con ellos es que el presidente francés sabe que su país puede liderar la UE ahora que Angela Merkel vive su crepúsculo político y no hay otra nación en el Viejo Continente capaz de ocuparse de algo más allá que sus asuntos internos, a pocos meses del Brexit y con su aliado transatlántico, Donald Trump, actuando como enemigo.

Los elementos del lenguaje diplomático de Francia para su relación con Rusia han pasado del «diálogo de firmeza» a «diálogo franco, exigente y directo», para acabar en «diálogo de confianza exigente». Piruetas verbales para justificar un diálogo que en los últimos años ha sido más difícil que en decenios de relaciones Rusia-Occidente durante la «guerra fría».

En la UE algunos comienzan a entender que los valores no se imponen, que celebrar reuniones no significa aceptar las razones del otro, sino comprenderlas, y que la geopolítica de la moral tiene que dar paso a la realpolitik. Del pasado, y no solo de De Gaulle, siempre se puede aprender.

 

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