Thierry Meyssan (Red Voltaire, 26-7-19)
7- Inicios de la “Primavera árabe” en Túnez
El 12 de agosto de 2012, el presidente estadounidense Barack Obama, firma la Directiva Presidencial de Seguridad Nº 11 (PSD-11). Obama informa a todas sus embajadas en el Medio Oriente ampliado, o Gran Medio Oriente, que deben prepararse para “cambios de régimen” . Para coordinar la acción secreta en el terreno, el presidente demócrata Barack Obama nombra varios miembros de la Hermandad Musulmana como miembros del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Washington va a poner en aplicación el plan británico de las llamadas “Primaveras Árabes”. Para la Hermandad Musulmana, ha llegado el momento de alcanzar la gloria.
El 17 de diciembre de 2010, un vendedor ambulante de verduras, “Mohamed” (Tarek) Bouazizi, cuya mercancía había sido confiscada por la policía, se inmola en Túnez prendiéndose fuego. La Hermandad Musulmana se apodera del incidente y hace correr noticias falsas según las cuales el joven Bouazizi era un estudiante sin trabajo y una mujer policía lo había abofeteado. Inmediatamente, los hombres de la National Endowment for Democracy (NED, la falsa ONG de los servicios secretos de los 5 Estados anglosajones) soborna a la familia del difunto para que no revele la verdad y caldea los ánimos en el país. En medio de la cadena de manifestaciones contra el desempleo y los actos de violencia de la policía, Washington hace saber al presidente tunecino Ben Ali que tiene que dejar el país, mientras que el MI6 organiza el regreso triunfal –desde Londres– del Guía de la Hermandad Musulmana tunecina, Rached Ghannouchi.
A eso se resume la “revolución del jazmín”. El esquema de este cambio de régimen toma algunos elementos de la caída del shah de Irán, seguida del regreso del imam Khomeini, agregándole otros de las más recientes revoluciones de colores.
Rached Ghannouchi había creado una rama tunecina de la Hermandad Musulmana y realizado una intentona golpista en 1987. Arrestado y encarcelado varias veces, se exila en Sudán, donde goza del respaldo de Hassan el-Turabi. Después se exila en Turquía, donde se acerca a Recep Tayyip Erdogan, por entonces dirigente de la Milli Gorus. En 1993, Ghannouchi obtiene asilo político en Londonistán, donde se instala con sus dos mujeres y sus hijos.
Los anglosajones ayudan a Ghannouchi a mejorar la imagen de su partido, el Movimiento de la Tendencia Islámica, rebautizado como Movimiento del Renacimiento (Ennahdha). Para calmar los temores de la población ante la cofradía, la NED recurre a sus peones de la extrema izquierda. Moncef Marzouki, presidente de la Comisión Árabe de Derechos Humanos, hace de garante moral afirmando públicamente que la Hermandad Musulmana ha cambiado mucho y que los miembros de la cofradía se han convertido en demócratas. El propio Marzouki será electo presidente de Túnez. Ghannouchi gana las elecciones legislativas y logra formar un gobierno, de diciembre de 2011 hasta agosto de 2013. En ese gobierno introduce a otros peones de la NED, como Ahmed Nejib Chebbi, un ex maoísta y posteriormente trotskista reciclado por Washington. Siguiendo el ejemplo de Hassan al-Banna, Ghannouchi constituye una milicia vinculada a su partido –la Liga de Protección de la Revolución– que se encarga de los asesinatos políticos, como el del líder opositor Chokri Belaid.
A pesar del indudable respaldo que una parte de la población tunecina le había aportado a su regreso, el partido de Ghannouchi (Ennahdha) se vuelve rápidamente minoritario. Antes de dejar el poder Ghannouchi hace votar una serie de leyes fiscales cuyo objetivo es provocar con el tiempo la ruina de la burguesía laica. Espera transformar así la sociología del país y volver rápidamente a los primeros planos del escenario político.
En mayo de 2016, Innovative Communications & Stratégies –compañía creada por el MI6– monta el 10º Congreso de Ennahdha. Los propagandistas aseguran que Ennahdha se ha convertido en una formación “civil” y que ahora separa sus actividades políticas de las religiosas. Pero esa evolución nada tiene que ver con el laicismo, simplemente se ha pedido a los dirigentes que se repartan el trabajo y que no ocupen simultáneamente cargos electivos y cargos eclesiásticos, en otras palabras que el mismo individuo no sea a la vez diputado e imam.
8- La “Primavera árabe” en Egipto
El 25 de enero de 2011, o sea una semana después de la huida del presidente tunecino Ben Alí, la fiesta nacional de Egipto se convierte en manifestación contra el poder. El tradicional dispositivo estadounidense de las revoluciones de colores dirige estas protestas: los serbios entrenados por Gene Sharp –el teórico de la OTAN especializado en los llamados “golpes suaves”, que en realidad son cambios de régimen sin recurrir a la guerra – y los hombres de la NED. Sus libros y folletos traducidos al árabe, que precisan hasta las consignas a utilizar en las manifestaciones, se distribuyen ampliamente desde el primer día. Gran parte de esos espías serán posteriormente arrestados, juzgados, condenados y luego expulsados del país. Los manifestantes son movilizados principalmente por la Hermandad Musulmana, cuyo respaldo a nivel nacional se estima entre un 15 o 20%, y por Kifaya (“¡Basta ya!”), un grupo creado por Gene Sharp. Se inicia la “revolución del loto” o “revolución blanca”. Las protestas tienen lugar principalmente en El Cairo, en la plaza Tahrir, y en otras 7 ciudades. Pero están muy lejos de la ola revolucionaria de Túnez.
La Hermandad Musulmana recurre a la violencia desde el primer momento. En la plaza Tahrir, los miembros de la cofradía llevan sus heridos a una mezquita previamente equipada con todo lo necesario para prestarles los primeros auxilios. Los canales de televisión de las petromonarquías de Qatar (Al-Jazeera) y Arabia Saudita (Al-Arabiya) llaman al derrocamiento del régimen y transmiten en vivo la información estratégica. Estados Unidos trae de regreso a Egipto al ex director de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el premio Nobel de la Paz Mohamed el-Baradei, ahora convertido en presidente de la Asociación Nacional para el Cambio. A el-Baradei se le concedió el Nobel por haber calmado a Hans Blix, cuando este último denunciaba en nombre de la ONU las mentiras de la administración Bush tendientes a justificar la guerra contra Irak. Desde hace más de un año, el-Baradei preside una coalición creada según el esquema de la Declaración de Damasco: un texto razonable, firmantes de todas las tendencias… más la Hermandad Musulmana, cuyo programa es en realidad todo lo contrario del contenido de la plataforma.
La Hermandad Musulmana es, en definitiva, la primera organización egipcia que llama al derrocamiento del régimen. Las televisoras de todos los países miembros de la OTAN y del Consejo de Cooperación del Golfo predicen la fuga del presidente Hosni Mubarak, mientras que el enviado especial del presidente Obama –el embajador Frank Wisner Jr., padre de adopción del presidente francés Nicolas Sarkozy–, primero finge apoyar a Mubarak para ponerse después del lado de la multitud. Frank Wisner presiona a Mubarak para que se retire. Finalmente, al cabo de 2 semanas de motines y de una manifestación que reúne un millón de personas, Mubarak recibe de Washington la orden de ceder y dimitir. Pero Estados Unidos quiere cambiar la Constitución antes de poner a la Hermandad Musulmana en el poder. Así que el poder queda temporalmente en manos del ejército. El mariscal Mohamed Husein Tantawi preside el Comité Militar que se ocupa de la gestión cotidiana del país. Tantawi nombra una Comisión Constituyente de 7 personas, 2 de ellas miembros de la Hermandad Musulmana. Es precisamente uno de estos últimos, el juez Tareq Al-Bishri, quien preside los trabajos de la Comisión.
No obstante, la cofradía sigue realizando manifestaciones todos los viernes, a la salida de las mezquitas, y perpetra linchamientos de cristianos coptos sin que la policía intervenga para evitarlos.
9- Nada de revoluciones de colores para Bahréin ni Yemen
Aunque la cultura yemenita no tiene absolutamente nada que ver con la del norte de África, exceptuando el uso del mismo idioma, un importante movimiento de protesta sacude desde hace meses Bahréin y Yemen. La coincidencia con los sucesos de Túnez y Egipto amenaza con crear cierta confusión. El emirato de Bahréin sirve de base a la Quinta Flota estadounidense, que desde allí controla la circulación marítima en el Golfo Pérsico, mientras que Yemen domina –junto con Yibuti– la entrada y salida del Mar Rojo y del Canal de Suez.
La dinastía reinante en Bahréin teme que la sublevación popular barra a la monarquía y, obedeciendo a un reflejo natural, atribuye la revuelta a Irán ya que, en 1981, un ayatola chiita iraquí había intentado exportar la revolución del imam Khomeini y derrocar el régimen títere que los británicos habían instaurado en Bahréin en el momento de la independencia, en 1971.
El secretario de Defensa estadounidense Robert Gates viaja a la región y autoriza Arabia Saudita a aplastar esas verdaderas revoluciones. El príncipe saudita Nayef dirige la represión. Al igual que el príncipe Bandar, Nayef pertenece al clan de los Sudairis, aunque Nayef es mayor y Bandar sólo es hijo de una esclava. La repartición de los papeles entre ellos es muy clara: el tío –Nayef– se encarga de mantener el orden reprimiendo los movimientos populares, mientras que el sobrino –Bandar– se ocupa de desestabilizar Estados mediante la organización del terrorismo. Lo importante es que nos fijemos en qué países actúa uno y en cuáles actúa el otro.