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Xi Jinping: Hacia un nuevo orden global

Written by Debate Plural

Alfredo Toro Hardy (Observatorio de Política China, 18-7-19)

 

Desde su llegada al poder, Xi Jinping ha asumido una postura asertiva y muscular en materia militar, en relación con sus vecinos y en política exterior en general. Ello se centra en una visión triunfalista de la historia china y de su posición en el concierto de las naciones. Tal como lo explicaba Xi en un discurso pronunciado ante XIX Congreso del Partido Comunista Chino en octubre de 2017: “Asentada en un territorio de más de 9,6 millones de kilómetros cuadrados, alimentada por una cultura de más de 5.000 años y respaldada por la fuerza invencible de más de 1,3 millardos de personas, China dispone un escenario infinitamente vasto, de una herencia histórica cuya profundidad no tiene paralelos y de una incomparable resolución para seguir adelante…”.

Esta actitud se ha traducido en un ambicioso proceso de expansión que se manifiesta en todos los órdenes. Tal como señala Jonathan D.T. Ward: “Desde el espacio exterior hasta las profundidades oceánicas, desde África hasta el Ártico, desde la inteligencia artificial hasta los misiles hipersónicos capaces de hundir a los portaaviones estadounidenses, el Partido Comunista Chino ha movilizado las energías de su país con el objetivo de transformarlo en líder global en materia económica, militar y diplomática” (China’s Vision of Victory and Why America Must Win, Washington D.C., 2019).

La fuerza expansiva del nacionalismo chino no admite dudas. Sus mapas señalan a casi todo el Mar del Sur de China como propio. En pocos años el país dispondrá de 75 submarinos, instrumentos de agresión por antonomasia, pasando así a los Estados Unidos en este rubro. Para 2021 dispondrá de tres portaaviones, instrumentos de prestigio nacional y de proyección sobre los océanos. Desde 2014, China ha producido más submarinos, barcos de guerra y navíos de apoyo, que el total de naves que actualmente conforman a las armadas combinadas de Alemania, India, España, Taiwán y el Reino Unido. A la vez, China pasó de los 50 aviones de combate de cuarta generación que poseía en el 2000, a 500 hoy día. Ello mientras se encuentra inmersa en el más ambicioso programa de desarrollo de misiles balísticos terrestres y de crucero en el mundo. Esto incluye misiles anti-cruceros de largo alcance, capaces de alcanzar velocidades supersónicas y de operar desde plataformas de lanzamiento terrestres, aéreas, marítimas y submarinas. Al mismo tiempo, el país desarrolla un tipo de bombardero para misiones nucleares de largo alcance, lo que le brindaría un sistema nuclear basado en tierra, aire y mar. Siendo el segundo país con mayores gastos militares luego de Estados Unidos, China incrementó en 8,1% su presupuesto armamentista en 2018, con respecto al año precedente. Mientras todo ello ocurre, Xi Jinping ha insistido repetidamente a las Fuerzas Armadas que deben encontrarse preparadas para luchar y ganar guerras (Robet D. Kaplan, Asia’s Cauldron, New York, 2014; Tim Marshall, Prisoners of Geography, London, 2018; James Reini, “Is a US-China war in Asia inevitable?”, AlJazeera, 28 October, 2018; News.com.au, March 7, 2018, “Pentagon official warns China is an even bigger threat than we thought”; Stockholm International Peace Research Institute, “World military expenditure grows to $1.8 trillion in 2018”, 29 April, 2019).

Xi Jinping proclama la resurrección de la grandeza china, la cual se expresa a través de un grupo de conceptos y proyectos convergentes. Entre ellos los de “Hacer Grande a China de Nuevo”, “El Gran Rejuvenecimiento de la Nación china” o “Hecho en China 2025”. Los dos primeros persiguen la expansión de la huella geopolítica china, un énfasis en el desarrollo de su poder y tecnología militares y un cambio en su estrategia de proyección geográfica. “Hecho en China 2025”, de su lado, busca convertir al país en líder mundial en materia de ciencia y tecnología para mediados de este siglo. Objetivo este que ha sido planteado como un desafío directo a la primacía de la que disfruta Estados Unidos en estos campos.

Detrás de todo este proceso se encuentra la visualización de una fecha clave: el año 2049. En esa oportunidad se celebrarán los cien años de la fundación de la República Popular China por parte del régimen comunista. Se proclama que para ese momento el país deberá haber recuperado su lugar en la cima de la jerarquía de las naciones. Luego de haber superado inmensos obstáculos, China deberá haber retomado el papel rector que desempeñó a lo largo de la mayor parte de la historia de la humanidad, dejando atrás un declive temporal de dos siglos. Ello dará nueva materialización a la noción ancestral del Imperio de Centro. Es decir, China como epicentro geográfico y político del mundo. Las implicaciones que ello entraña no parecieran admitir dudas. China no sólo se alza en medio de un orden internacional estable, sino que está llamada a transformar totalmente ese orden.

El sustento de este grandioso proyecto, con el cual Xi Jinping y el liderazgo chino buscan movilizar la energía de la nación, es la economía. Hoy, el porcentaje chino dentro del PIB mundial es de 18 %. Para 2040, sin embargo, el mismo deberá haber alcanzado al 30 %. Para ese momento, el porcentaje estadounidense dentro de la economía mundial se habrá contraído, estimándose que representará apenas un 11 % de la misma. Ello responde al hecho de que la economía china crece por encima del doble de la economía de Estados Unidos. Se estima así que para 2030 China habrá superado a Estados Unidos, transformándose en el mayor poder económico del mundo en términos absolutos. A partir de ese momento, la brecha entre ambos crecerá con cada año que pase en beneficio de China (Graham Allison, Destined for War, Boston, 2018 y Jonathan D.T. Ward, ya citado).

Siendo la economía la base de la expansión militar, tecnológica y de poder global de China, tal brecha está llamada a traducirse no sólo en una nueva correlación de poder entre ambos países, sino en el nuevo fundamento del sistema internacional

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