Thierry Meyssan (Red Voltaire, 12-7-19)
3- La Hermandad Musulmana al servicio de la estrategia Carter-Brzezinski
En 1972-1973, James Craig, alto responsable del ministerio británico de Exteriores –y probablemente del MI6–, y el embajador británico en Egipto, sir Richard Beaumont, inician una intensa campaña para que su país y Estados Unidos se apoyen en la Hermandad Musulmana, no sólo en Egipto, sino en todo el mundo musulmán, en contra de los marxistas y de los nacionalistas. Sir Craig será rápidamente nombrado embajador del Reino Unido en Siria y encontrará en la CIA un interlocutor muy interesado. Mucho más tarde, Craig concebirá la “primavera árabe”.
En 1977, Jimmy Carter se convierte en presidente de Estados Unidos y nombra a Zbigniew Brzezinski consejero de seguridad nacional. Este último decide utilizar el islamismo contra los soviéticos. Da luz verde a los sauditas para que entreguen más fondos a la Liga Islámica Mundial; organiza cambios de régimen en Pakistán, Irán y Siria; desestabiliza Afganistán y convierte el acceso de Estados Unidos al petróleo del “Medio Oriente ampliado” en objetivo de seguridad nacional. Finalmente, pone medios militares en manos de la Hermandad Musulmana.
En abril de 1979, Bernard Lewis explica claramente esta estrategia en la reunión del Grupo de Bilderberg que la OTAN organiza en Austria. Este islamólogo anglo-israelo-estadounidense asegura en ese encuentro que la Hermandad Musulmana no sólo puede desempeñar un papel importante contra los soviéticos y provocar desórdenes internos en Asia Central sino que es capaz de balcanizar el Medio Oriente en beneficio de Israel.
Contrariamente a una idea generalizada, la Hermandad Musulmana no se limita a seguir el plan Brzezinski. Con una visión de futuro, obtiene además ayuda de Washington y de Riad para crear nuevas ramas de la cofradía en otros países, ramas que posteriormente irán desarrollándose. El rey de Arabia Saudita asigna a la Liga Islámica Mundial un promedio de 5 000 millones de dólares anuales –suma equivalente al presupuesto militar de Corea del Norte. Esto permite a la Liga Islámica Mundial extender sus actividades a 120 países e incluso financiar guerras. La Liga obtiene además el estatus de consultante en el Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC) y el de observador en la UNICEF.
En Pakistán, el general Muhammad Zia-ul-Haq, jefe de estado mayor de las fuerzas armadas y formado en Fort Bragg (Estados Unidos), derroca al presidente Zulfikar Alí Bhutto y lo envía a la horca. Miembro de Jamaat-e-Islami, la versión local de la Hermandad Musulmana, el general Zia-ul-Haq islamiza la sociedad. Poco a poco se instaura la sharia en Pakistán –incluyendo la pena de muerte por blasfemia– y se crea una amplia red de escuelas islámicas. Es la primera vez que la Hermandad Musulmana llega al poder fuera de Egipto.
En Irán, Brzezinski convence al shah para que salga del país y organiza el regreso del imam Rulah Khomeini, quien se define como “islamista chiita”. En su juventud, Khomeini se había reunido –en 1945 – con Hassan al-Banna en El Cairo, para convencerlo de que no debía estimular el conflicto entre sunnitas y chiitas. Posteriormente, Khomeini traduce dos libros de Sayyid Qutb. La Hermandad Musulmana y el revolucionario iraní están de acuerdo en los temas sociales, pero difieren totalmente en las cuestiones políticas. El día mismo de la llegada de Khomeini a Teherán, Brzezinski se da cuenta de que ha cometido un error de apreciación con respecto al ayatola. Desde el aeropuerto, Khomeini se va directamente al cementerio, a rezar sobre las tumbas de los mártires caídos bajo el régimen del shah, y llama el ejército a rebelarse contra el imperialismo. Brzezinski cometerá un segundo error al enviar la Delta Force en ayuda de los espías estadounidenses retenidos en la embajada de Estados Unidos en Teherán. Aunque logra esconder a la opinión occidental el hecho que sus “diplomáticos” eran en realidad espías, Brzezinski deja a los militares estadounidenses en ridículo con el fracaso de la Operación Garra de Águila (Eagle Claw) y da lugar a que aparezca en el Pentágono la idea de que habrá que desplegar otros medios para vencer.
En Afganistán, Brzezinski organiza la Operación Ciclón. Entre 17 000 y 35 000 miembros de la Hermandad Musulmana, provenientes de unos 40 países, llegan allí para luchar contra los soviéticos, que habían intervenido en defensa de la República Democrática de Afganistán contra el terrorismo de la cofradía –de hecho, nunca existió la “invasión soviética” que la propaganda estadounidense denunciaba. Los hombres de la Hermandad Musulmana llegan a Afganistán como refuerzo en ayuda de una coalición de elementos armados conservadores y de miembros de la rama local de la cofradía, como el pashtún Gulbuddin Hekmatyar y el tayiko Ahmed Chah Massud. Su armamento viene principalmente de Israel –que oficialmente sigue siendo su enemigo jurado… aunque en realidad es socio de la cofradía. Todo ese conjunto de fuerzas es dirigido, desde Pakistán, por el general Muhammad Zia-ul-Haq y financiado por Estados Unidos y Arabia Saudita. Es la primera vez que los anglosajones utilizan la cofradía para librar una guerra. Entre los combatientes presentes en Afganistán están los futuros responsables de las guerras del Cáucaso, desde la Jemaah Islamiyah indonesia hasta el grupo filipino Abu Sayyaf, pasando por supuesto por al-Qaeda y lo que habrá de convertirse en Daesh. En Estados Unidos, la operación antisoviética cuenta con el respaldo del Partido Republicano y de un grupúsculo de extrema izquierda, los trotskistas de Social Democrats USA.
La estrategia Carter-Brzezinski representa un cambio de escala. Arabia Saudita, que hasta entonces había sido el proveedor de financiamiento de los grupos islamistas, se encarga en lo adelante de manejar los fondos de la guerra contra los soviéticos. El príncipe Turki –hijo del entonces rey Faisal y director general de la inteligencia saudita– se convierte en una personalidad omnipresente en todas las cumbres occidentales sobre temas de inteligencia.
Ante la existencia de constantes problemas entre árabes y afganos, el príncipe Turki envía primero al palestino Abdallah Azzam, el “imam de la yihad”, para que ponga orden entre los miembros de la Hermandad Musulmana y se encargue de la oficina local de la Liga Islámica Mundial. Más tarde envía al multimillonario saudita Osama ben Laden. Tanto Azzam como ben Laden habían sido formados en Arabia Saudita por el hermano de Sayyid Qutb.
También bajo el mandato de James Carter, la Hermandad Musulmana emprende una larga campaña terrorista en Siria, que incluye el asesinato de los cadetes no sunnitas en la Academia Militar de Alepo, crimen perpetrado por la “Vanguardia Combatiente”. Estos elementos disponen de campos de entrenamiento en Jordania, donde los británicos les imparten formación militar.
Durante esos años de plomo, la CIA logra montar una alianza entre la Hermandad Musulmana y el grupúsculo ex comunista de Riyad al-Turk. Durante la guerra civil libanesa, Riyad al-Turk y sus amigos George Sabra y Michel Kilo habían roto relaciones con Moscú para unirse al bando de los occidentales. Se afilian entonces al grupo trotskista estadounidense Social Democrats USA. Entre los tres redactan un manifiesto donde afirman que la Hermandad Musulmana es el nuevo proletariado y que sólo una intervención militar de Estados Unidos puede salvar a Siria. Finalmente, la Hermandad Musulmana inicia en Siria un intento de golpe de Estado, en 1982, con apoyo de Arabia Saudita y del partido Baas de Irak –que ya colaboraba con Washington en contra de Irán. Los enfrentamientos armados que se producen en Hama dejan 2 000 muertos –según el Pentágono, mientras que la cofradía y la CIA hablan de 40 000. Posteriormente, cientos de prisioneros serán asesinados en Palmira por Rifaat al-Assad –el hermano del presidente Hafez. El propio Rifaat al-Assad es destituido y obligado a exilarse en París, después de intentar él también un golpe de Estado contra su hermano. Los trotskistas sirios van a dar con sus huesos en la cárcel y la mayoría de los miembros de la Hermandad Musulmana huyen a Alemania –donde ya reside el antiguo Guía sirio de la cofradía Issam al-Attar– o a Francia –como en el caso de Abu Moussab “El Sirio”–, países donde el canciller Helmut Kohl y el presidente Francois Mitterrand les conceden asilo político. Dos años después, en el momento de repartirse 10 millones de dólares asignados por la Liga Islámica Mundial, estalla un escándalo en el seno de la oposición siria –ya en el exilio– cuando se comprueba la desaparición de 3 millones.