De Exxon a «Embajador»: Cómo Carlos Vecchio se convirtió en el principal lobista del golpe de Estado (y 4)

Written by Debate Plural

Anya Parampil y Diego Sequera (Misión Verdad, 23-6-19)

CORTEJAR A ALMAGRO, VOLCAR A LA OEA CONTRA VENEZUELA

En marzo de 2015, la Administración Obama emitió una orden ejecutiva declarando a Venezuela como una «amenaza a la seguridad nacional». Sin ofrecer evidencia del peligro que el país constituye para el público estadounidense, la orden criticaba «el erosionamiento de las garantías de los derechos humanos y la persecución de opositores políticos», una clara referencia al arresto de López. Las sanciones fueron consiguientemente prolongadas por las administraciones Obama y Trump en una serie escalonada de medidas coercitivas unilaterales apuntando al corazón de la economía de Venezuela.

Mientras Vecchio hacía lobby con funcionarios estadounidenses en los esfuerzos por el cambio de régimen, le prestó particular atención a Luis Almagro, el canciller uruguayo que había asumido el puesto de Secretario General de la OEA en mayo de 2015. Escribió sobre haber tenido «una larga conversación» sobre Venezuela,»aproveché para decirle quiénes éramos nosotros en Voluntad Popular: que creíamos en la democracia, en una economía que no estuviese completamente en manos del Estado, [y que] creíamos en la iniciativa privada».

También dijo que él y Almagro «empezamos a preparar el informe para que al menos la OEA asuma el tema de Venezuela y pueda ir evaluando la posibilidad de aplicar la Carta Democrática Interamericana».

Un año después, Almagro presentó un informe de 114 páginas sobre la situación en Venezuela e hizo un llamado a un referendo sobre el mandato de Maduro, declarando que «la situación que hoy enfrenta Venezuela es el resultado directo de las acciones de quienes actualmente se encuentran en el poder». Tal como Vecchio esperaba, Almagro invocó el Artículo 20 de la Carta Democrática, reservada para instancias en las que el gobierno de un Estado miembro «altera seriamente el orden democrático».

La hostil obsesión de Almagro con Venezuela llevó al país a retirarse de la OEA a finales de abril de 2017. La para entonces canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, condenó al Secretario General como «un traidor a todo lo que representa la dignidad de un diplomático latinoamericano».

Pero Vecchio se refería a Almagro en términos luminosos. «Los venezolanos no tendremos nunca cómo agradecerle su lucha a favor de restituir la democracia en Venezuela. Por eso siempre le digo que es el uruguayo más venezolano».

En el prólogo a la autobiografía de Vecchio, Almagro acredita al abogado venezolano de ser una inspiración. «Carlos Vecchio fue el primer líder político venezolano que vino a mí a denunciar el tema Venezuela a partir del momento en que asumí como Secretario General de la OEA», recordó.

Tres años después, cuando la Administración Trump dio inicio al golpe en Venezuela, Almagro aseguró que la OEA reconociera a Guaidó como presidente encargado y aceptó al representante designado para el grupo, Gustavo Tarre, en una violación explícita de la propia carta de la organización.

Almagro mediante, Vecchio había marchado a través de una institución internacional sentando el trabajo preliminar para que los Estados Unidos intensificaran la prosecución del cambio de régimen en Caracas.

DE ACTIVISTA POR EL CAMBIO DE RÉGIMEN A «EMBAJADOR» ANTE LOS ESTADOS UNIDOS

En enero de 2019, el partido de Vecchio, Voluntad Popular, recibió el mandato que estaba buscando para liderizar a Venezuela.

La victoria que su partido había alcanzado no provino de voto popular alguno, sino gracias al reconocimiento unilateral de la Administración Trump a Juan Guaidó, el presidente de la legalmente difunta Asamblea Nacional venezolana, como presidente del país. A los días del reconocimiento formal de Guaidó el 23 de enero, la Casa Blanca le dio la bienvenida a Vecchio como el nuevo «embajador» ante Washington.

Cuando Trump dio su discurso sobre el Estado de la Unión a inicios de febrero y proclamó la decisión de su administración de reconocer a Guaidó, Vecchio estaba sentado en la cámara del Capitolio como invitado de honor del senador Marco Rubio.

Un titular para el momento del Miami Herald anunciaba que «Carlos Vecchio dirige a Venezuela desde los Estados Unidos».

El rotativo probadamente anti-Maduro informó: «Los últimos cuatro años, Carlos Vecchio ha sido una figura habitual en los restaurantes en el Doral, junto a legisladores y dirigentes comunitarios mientras despotricaban contra Maduro». El Herald señaló que Vecchio decidió dedicar su tiempo en «la ciudad con el mayor porcentaje de venezolanos en todo el país», en vez de Washington o Nueva York.

«Conozco a Carlos Vecchio desde hace mucho tiempo”, manifestó el senador por la Florida, Rick Scott. Su homólogo, Rubio, dijo de Vecchio que «ya todos sabemos quién es».

Guillermo Zubillaga, director senior del Programa de Políticas Públicas y Relaciones Corporativas del Consejo para las Américas, difícilmente podía contener su emoción al hablar de Vecchio con el Herald.

«Estoy seguro de que Carlos está perfectamente apto para ser un diplomático», dijo efusivamente. «Le puedes preguntar a cualquier figura de la oposición de cualquier otro partido y te dirán que no tienen nada en contra de él».

Zubillaga celebró la habilidad de Vecchio para encantar a miembros de los dos partidos principales de los Estados Unidos, destacando las posiciones pro-golpistas de demócratas como la congresista Debbie Wasserman-Schultz como «evidencia de su trabajo».

De acuerdo a Zubillaga, Vecchio «tiene algo que pocas personas en Washington tienen: apoyo de ambos partidos a su causa».

Pero mientras el golpe se arrastra y Maduro permanece firmemente afianzado, los cheerleaders de Vecchio aprenderían que el apoyo bipartito de los Estados Unidos no garantiza el apoyo popular donde más se necesita.

LA BATALLA POR LA EMBAJADA EN WASHINGTON

El primero de mayo, al día siguiente del putsch militar fallido en Caracas, un Vecchio determinado marchó por la calle 30 en el vecindario pudiente de Georgetown preparando su propio golpe de Estado. Por más de 24 horas, docenas de simpatizantes de Guaidó rodearon la embajada de Venezuela, y lo que se decía entre los activistas anti-guerra apostados adentro era que Vecchio iba a intentar entrar en la embajada ese día.

En los momentos previos a la llegada de Vecchio, una turba de simpatizantes del golpe protegidos por el Servicio Secreto se desplazaron en manada a la embajada, acosando a los activistas fuera y amedrentando a los que estaban dentro del edificio.

Muchos de los opositores recurrieron a provocaciones racistas, sexistas y homofóbicas, amenazándolos violentamente, incluso vandalizando la embajada. Sus feas demostraciones no concordaban con la imagen elegante que Vecchio aparentaba, pero podía resultarle familiar a cualquiera que haya testimoniado el caos atizado por su partido a lo largo de los años en Venezuela.

Cuando representantes del gobierno golpista comenzaron a ir apareciendo para la rueda de prensa de Vecchio al final de la tarde, fueron recibidos con cantos atronadores por parte del Colectivo de Protección de la Embajada, amplificados con altoparlantes retumbando desde las ventanas del tercer piso:

«¿Cuántos golpes hacen falta? ¡Vecchio es un fake!».

Los gritos desde arriba ahogaron la alocución de Vecchio cuando llegó al lugar. Fue forzado a pegar la retirada de la escena en lo que se suponía que iba a ser su vuelta al ruedo sin siquiera intentar ingresar a su supuesta embajada. Serían veintitrés largos días antes de que fuera capaz de poner un pie dentro del edificio.

La coautora de este trabajo, Anya Parampil, estuvo integrada como periodista dentro de la embajada a lo largo de la resistida al embate. Intentó varias veces preguntarle a Vecchio, pero o era violentada por sus sigüis cuando se aproximada o ignorada. Vecchio no respondió a las solicitudes de entrevistas ni a las preguntas enviadas antes de la publicación de este artículo.

En el medio de la batalla por la embajada, los poderosos aliados de Vecchio le dieron un premio de consolación. En la noche del 14 de mayo, el senador Rick Scott le presentó al aspirante a diplomático con el Premio a la Libertad del Instituto Internacional Republicano (IRI, por sus siglas en inglés). La organización financiada por ExxonMobil y la NED le había dedicado un premio planteado «para honrar a los individuos que han trabajado para adelantar la libertad y la democracia en sus países» al «pueblo venezolano».

«Gracias Elliot», exclamó Vecchio mientras daba su discurso de aceptación, señalando hacia el enviado especial para Venezuela de Trump, y felón convicto por el escándalo Irán-Contras, Elliot Abrams. «Gracias por convertirte en un amigo en esta pelea».

Luego de la ceremonia, Vecchio fue llevado a la embajada venezolana, donde le dio el premio a la multitud de activistas pro-golpe que todavía se concentraban en las afueras. Al igual que en su aparición previa en los predios de la embajada, los activistas bramaron consignas burlescas desde los altavoces dentro del edificio.

Vecchio se mezcló con la turba, descolocado por el desprecio implacable. Varios días después, una vez que agentes de los Estados Unidos hicieron una redada a la embajada arrestando a los activistas que se encontraban dentro, Vecchio regresó una vez más para exaltar a sus seguidores y prestar declaraciones a los medios.

«¡Hemos liberado la embajada!», anunció, flanqueado por la turba estridente de emigrados.

Habrá sido incapaz de suministrar servicios consulares como renovación de visas debido al fracaso del golpe, pero ya estaba preparado para declarar un triunfo significativo.

«Estoy agradecido por la paciencia del pueblo venezolano», continuó. «Pero también tengo que agradecerle al gobierno de los Estados Unidos: ¡muchas gracias! Y gracias al presidente Trump, también. Gracias al Departamento de Estado. Gracias a los servicios de seguridad que fueron de una ayuda increíble… el Servicio Secreto, a todos los cuerpos de seguridad, a la policía local… ¡muchas gracias!».

Con esta larga lista de agradecimientos públicos, el antiguo abogado de Exxon reveló las verdaderas fuerzas detrás del movimiento político que representa. Entre Washington y Miami, entre la diáspora venezolana y la élite política estadounidense, Carlos Vecchio había encontrado a su electorado, sin haber ganado un solo voto.

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