Paralelo a los extraños y repentinos sabotajes a los intereses de Estados Unidos y de sus aliados en Oriente Próximo, Pompeo acusa a Teherán y los socios de haberlos cometido: es consciente de que la verdad la posee el primero que la cuenta y que los demás sólo podrán confirmarla o desmentirla. El exjefe de la CIA dispara primero e interroga después al cadáver. Así, ha vinculado a Irán con un atentado reivindicado por los talibanes con coche bomba el 31 de mayo que hirió a cuatro soldados de EEUU y mató a varios civiles afganos; otro con misiles a la sede de unas empresas estadounidenses en Basora, Irak; y, la guinda, el sabotaje con minas y torpedos a cuatro barcos en el Golfo de Omán de propiedad saudí, emiratí, noruego y japonés. Lo curioso es que Shinzo Abe -aliado japonés de Trump, que el día después del incidente estuvo en Teherán- ni siquiera lo mencionó en sus encuentros con las autoridades de la RI. Está por ver cómo un poderoso ejercito como el iraní, en vez de hundir dichos petroleros, envía a unos buzos para colocarles minas lapa, como si se tratase de unos terroristas aficionados. Sin embargo, uno de los buques había sido golpeado por un torpedo, no por una mina: ¡Que los satélites aclaren su procedencia! Es más, si aceptáramos la versión chapuza de Pompeo de los hechos, GRI sería un grupo terrorista nada al uso, por negar su participación. Pues dichas bandas siempre reivindican sus atentados justamente para mostrar su poderío y obtener algo del enemigo.
Afortunadamente, en estos incidentes no ha habido muertos, pero la coalición saudí-emiratí bombardea desde el 2015 y a plena luz del día no solo a los barcos de refugiados, hospitales, escuelas, mercados o viviendas de los yemeníes, sino que ha matado, en colaboración con EEUU y Reino Unido, a decenas de miles de ciudadanos del país, y los criminales de la guerra siguen impunes.
Ahora hay que esperar la noticia. El régimen de Trump es consciente de que la única forma de reclutar la opinión pública de Estados Unidos en favor de otra terrible guerra es un gran atentado con víctimas mortales estadounidenses que muestre lo cruel y lo peligrosa que es la RI, no sólo para sus ciudadanos o para Oriente Próximo, sino para el mundo mundial. Atención al tuit del senador Lindsey Graham: “Está claro que en las últimas semanas Irán ha atacado a oleoductos y barcos de otras naciones y ha creado corrientes de amenaza contra intereses estadounidenses en Irak … Si se activan las amenazas iraníes contra el personal y los intereses estadounidenses, debemos ofrecer una respuesta militar abrumadora”. Por lo que, la (más) militarización del Golfo Pérsico no responde a una “diplomacia de cañonero” para disuadir a Irán; de hecho, la expulsión de Rex Tillerson del Gobierno, fue el fin de la diplomacia del Gobierno de Trump.
Sería la culminación de las guerras políticas, económicas e incluso cibernéticas -que podrán intensificarse- contra Irán: en 2012 el virus Stuxnet fue enviado a las instalaciones nucleares de Natanz, inhabilitándolas. Aquella ciberarma formaba parte de Nitro Zeus, un proyecto de un masivo ciberataque militar contra Irán (que no la República Islámica), que inutilizaría la red eléctrica del país así como su defensa aérea.
Estados Unidos ha provocado una enorme tensión con su salida del acuerdo nuclear, violando además el Artículo 2.4 de la Carta de la ONU que prohíbe amenazar la integridad territorial de otras naciones y poniendo en serio peligro la seguridad alimentaria de 80 millones de personas que viven de la venta de su petróleo, ¡y encima se hace la víctima!
Por su parte, el líder supremo de la teocracia chiita, el ayatolá Jameneí -persona que decide el destino de Irán, ignorando al presidente y al parlamento- analiza el mundo con el enfoque metafísico, considerándose un misionero infalible del mandato divino, que tiene garantizado el triunfo sobre el mal. Aun así no es ningún suicida, de hecho, no ha autorizado a los GRI a responder a los cerca de 200 ataques de Israel a las milicias proiraníes en Siria.
La RI, desde la realpolitik, ha entablado relaciones de interés muto con otros presidentes de EEUU, aunque casi siempre de forma secreta. Ya en 1985, recibió en Teherán al coronel Robert McFarlane (uno de los actores del escándalo Irán-contra), enviado por Ronald Reagan. El militar entregó a las autoridades islámicas una Biblia, un pastel en forma de llave (como símbolo del deseo de apertura), una propuesta de venta de equipamiento militar y de una relación estratégica, en un intento de evitar un acercamiento entre Moscú y el Gobierno islámico. La RI ya había cooperado con Reagan en 1980 saboteando la reelección del presidente demócrata Jimmy Carter, al no liberar los rehenes de la embajada de EEUU antes de las elecciones.
Pero, las autoridades de la RI no tienen la paciencia de Job, si no pueden exportar el petróleo y así mantener la paz social en Irán, impedirán que los árabes vendan el suyo y lo harán sin camuflarse. Sería la batalla final: “¡Que mueran conmigo los filisteos!”.