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De Exxon a «Embajador»: Cómo Carlos Vecchio se convirtió en el principal lobista del golpe de Estado (1)

Written by Debate Plural

Anya Parampil y Diego Sequera (Misión Verdad, 23-6-19)

 

La historia del ascenso del cerebro del cambio de régimen a través de instituciones de la élite estadounidense y la industria petrolera encierra la esencia de la oposición venezolana.

El 24 de mayo fue un día de celebración, ganado a pulso, para Carlos Vecchio, el hombre con el encargo de la Administración Trump de estar al frente del intento de golpe de Estado contra Venezuela, en la capital de los Estados Unidos.

Su rostro estaba considerablemente oscurecido por el video granulado del momento en el que él y su pandilla se asomaron por la ventana del tercer piso del edificio, mientras izaba una bandera sin estrenar, en la antigua misión diplomática de Venezuela en Washington DC. Pero Vecchio claramente brillaba mientras un público reducido de simpatizantes aupaban desde abajo.

Por fin, en una pantanosa tarde de primavera, Vecchio había llegado como el «embajador» de Venezuela en los Estados Unidos. ¿Pero en realidad llegó?

La aventura de Vecchio por tomar y ocupar ilegalmente la embajada de Venezuela fue una batalla mucho más ardua de lo que podía imaginarse. Por más de un mes, un grupo de activistas contra la guerra se las arreglaron para evitar su entrada haciendo presencia dentro del edificio, invitados por el presidente electo de Venezuela, Nicolás Maduro. Su objetivo era bloquear la toma de las instalaciones hasta que se alcanzara una solución diplomática sobre el estatus de la misión.

Los activistas lograron impedir el ingreso de Vecchio por 31 días de abril y mayo, organizando una defensa que transformó el lugar de la embajada, el pudiente vecindario de Georgetown, en un frente de ataque diplomático contra el único gobierno venezolano reconocido por la ONU: el de Nicolás Maduro.

Finalmente, el momento de gloria de Vecchio llegó el 16 de mayo gracias a tres docenas de agentes federales ataviados con lentes de visión nocturna, cascos y chalecos antibalas, como si se prepararan para una redada tipo el asedio de Waco.

Cuando lograron meterse dentro de la embajada, arrestando a los cuatro activistas que quedaban dentro, Vecchio y su equipo pudieron declarar el control sobre las instalaciones. Sin lugar a dudas, fue una victoria simbólica, pero una que permitió mantener el impulso.

Aunque las cámaras de los medios occidentales se habían enfocado en el autoproclamado «presidente interino», Juan Guaidó, Vecchio fue fundamental para sentar las bases para lo que sería el golpe de la Administración Trump.

Luego de pasar al exilio en 2014, Vecchio se convirtió en el «cerebro» detrás de la oposición venezolana en los Estados Unidos. Y mucho antes de que Trump asumiera su mandato, el abogado con labia se estaba congraciando con funcionarios estadounidenses y debatiendo planes para lograr el cambio de régimen en Caracas.

«Ya todos sabemos quién es él», dijo de Vecchio el senador por la Florida Marco Rubio, cuando este año el plan golpista se puso en marcha.

En entrevistas con medios estadounidenses, Vecchio se vende a sí mismo como un político natural que fue forzado al exilio por la brutalidad del gobierno venezolano. Este relato no sólo borra su responsabilidad en la promoción de la violencia opositora, sino que suprimió aspectos fundamentales de su currículo que arrojan una nueva luz sobre las fuerzas que propalaron el ascenso del «embajador» de un régimen golpista designado por los Estados Unidos.

Su carrera no comenzó en la agresiva escena política venezolana, sino por el contrario, con una prometedora carrera en la industria petrolera. De hecho, Vecchio entró en la arena en 2007, sólo luego de que Hugo Chávez exitosamente expulsó a ExxonMobil, su empleador para aquel entonces. Por años, Vecchio lideró la batalla legal de Exxon contra el gobierno de Chávez.

Este detalle revelador ha sido curiosamente omitido en entrevistas con medios estadounidenses simpatizantes, y es brevemente mencionado en su autobiografía. Sin embargo, es crítico comprender su rol emergente, especialmente cuando Juan Guaidó trastabilla en casa.

Este mes de junio, un enorme escándalo de malversación y corrupción relacionado con la maniobra de la «ayuda humanitaria» de febrero en Colombia, le explotó en la cara a Guaidó.

Mientras tanto, el gobierno venezolano acusó a Vecchio de robar 70 millones de dólares de Citgo, la compañía hermana de PDVSA radicada en los Estados Unidos que fue colocada bajo su control cuando la Administración Trump lanzó su intento de golpe en enero. No queda claro quién le está pagando el sueldo al «embajador» y su creciente procesión de activistas profesionales de oposición, pero la disputa sobre los activos de Citgo ofrecen una pista.

Vecchio ha tratado estos episodios incómodos como ruido de fondo, en su lugar enfocándose en su rueda de prensa del 18 de junio en el USNS Comfort de la armada estadounidense. Una vez en cubierta, Vecchio estará hombro con hombro con el vicepresidente Mike Pence y el jefe del Comando Sur. Luego el barco-hospital desplegará velas hacia América del Sur en otra maniobra provocadora apuntando a socavar la soberanía del país.

Puede que el golpe haya perdido dirección en Caracas, pero el cabildeo de Vecchio por la intervención desde Washington avanza a toda máquina.

En los años que anteceden a este momento crucial, a Vecchio lo canalizaron por instituciones elitistas de la costa este, alisado por becas y subvenciones firmadas sucesivamente por el gobierno estadounidense. Considerando su trayectoria, no es ninguna sorpresa que su periplo eventualmente lo llevara derechito a Washington.

«Me había dado cuenta de que necesitaba ser parte del cambio que quería ver», le dijo a The Yale Globalist.

Personaje central en el golpe de Trump, con vínculos duraderos con una de las compañías petroleras detrás del empuje por el cambio de régimen, Vecchio juega su papel con precisión. Contado en páginas autobiográficas, en entrevistas con lustrosas revistas del Ivy League (la red de universidades de la elite estadounidense), y a través de archivos financieros de la USAID, su historia destila la esencia de la oposición venezolana.

LA EDUCACIÓN DEL NIÑO CARLOS

Anidado en el exuberante valle que se extiende en el montañoso estado nororiental de Monagas, el municipio agrario de Caripe fue el telón de fondo de la infancia de Carlos Vecchio. Hogar de uno de los parques nacionales emblemáticos de Venezuela, la Cueva del Guácharo, Caripe es un pueblo adormecido repleto de cafetales y otro cultivos de temperatura templada como papas y fresas. Cuando Carlos nació en la capital del estado, Maturín, en 1969, el clan de los Vecchio tenía poco menos de un siglo viviendo en Caripe.

De acuerdo a su autobiografía de 2018, titulada Libres: el nacimiento de una nueva Venezuela, su bisabuelo, Rafaelle, llegó de Italia al oriente venezolano alrededor de 1889. Su padre, Rafael, fue un político prestando servicio como concejal por tres períodos consecutivos. En sus memorias y entrevistas, Carlos dibuja a su padre como un hombre comprometido con el pueblo. Asignado con las tareas de resolver disputas y monitorear el registro de tierras local, a Rafael se le encomendó la supervisión de la clase terrateniente de Caripe como miembro del partido de centro-derecha Copei.

«Mi padre fue un político, así que lo llevo en la sangre», reflexionaba en una entrevista con el medio que sin ironía alguna se llama el Yale Globalist.

Por años, Copei representó en toda regla los intereses de la jerarquía eclesiástica, la clase terrateniente y la oligarquía venezolana en los pasillos del gobierno. Rafael Vecchio no sólo se desempeñó como concejal por Copei y como candidato a la alcaldía de Caripe, sino también como el Secretario Regional del partido.

«Aunque era sólo un niño, yo participé en muchos mítines, particularmente en el municipio, acompañando a mi padre a todos lados», recordó en una conversación con The Politic.

«Sentí que era mi responsabilidad el entrar en política luego de ver los esfuerzos de mi papá».

Cuando le llegó el momento de reubicarse en la capital de Venezuela para trabajar, como muchos jóvenes con ambiciones políticas, decidió estudiar Derecho. En 1992, el mismo año en el que Hugo Chávez saltó al centro de la atención política luego de su intento fallido de dirigir un alzamiento militar, Vecchio recibió su diploma en Derecho de la Universidad Central de Venezuela.

Según el Washington Diplomat, luego de la escuela de derecho, el político en ciernes «ganó una beca Fullbright que le permitió estudiar en [la universidad de] Georgetown, y luego en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard, donde realizó un posgrado en administración pública, eventualmente regresando a Venezuela para enseñar en escuelas públicas y sumergirse gradualmente en la política opositora».

Aunque se graduó en Derecho en 1992, Vecchio no llega a Harvard hasta 1998. Este relato abreviado, contado una y otra vez en medios en lengua inglesa, pasan por encima unos cuantos años cruciales en su vida.

UNA BECA COMPLETA, CORTESÍA DEL GOBIERNO DE LOS ESTADOS UNIDOS

Luego de graduarse, los estudiantes de Derecho deben decidir dónde emplear sus talentos recién adquiridos. Vecchio decidió estar mejor capacitado para el campo anodino, pero rentable, en el ámbito del derecho tributario. En 1994 comenzó a trabajar en la consultoría jurídica de la compañía petrolera nacional, Petróleos de Venezuela (PDVSA). Para ese momento PDVSA todavía estaba controlada por la oligarquía nacional y la élite gerencial, y así se mantendría hasta que Chávez se movilizara para socializar la empresa.

El currículo de Vecchio es similar al de sus pares de la high de la oposición venezolana. Leopoldo López, quien más adelante fundaría el partido Voluntad Popular con Vecchio, también trabajó para PDVSA en la era pre-Chávez, ejerciendo como consultor y analista de 1996 a 1998. Igualmente, el dos veces derrotado candidato presidencial, Henrique Capriles, también trabajó como abogado tributario, no para la industria petrolera sino para el servicio fiscal de Venezuela, antes de ser co-fundador de Primero Justicia junto a López en el año 2000. Estas personas representan el recambio generacional de la oligarquía venezolana que vieron su futuro truncado por el ascenso de Chávez.

Las ambiciones tempranas en la carrera de Vecchio eran avivadas por obtener ganancias petroleras. En 1994 comenzó su relación profesional con Mobil, ofreciendo consultoría legal con la empresa petrolera antes de que se fusionara con Exxon. Escribe en su libro que con Mobil «estaba ganando seis veces más de lo que ganaba en PDVSA». Sin embargo, fue mientras trabajaba en PDVSA que «veía con interés los carteles de la beca Fullbright». Con apenas un dominio parcial del inglés, aplicó por el programa patrocinado por el Departamento de Estado hasta que, por fin, lo logró en 1998.

La embajada de los Estados Unidos en Caracas pareciera ser una ubicación extraña para tener una entrevista para una beca académica, pero era ahí exactamente donde el abogado ansioso tendría una entrevista para obtener su beca. Vecchio escribe haberse aprendido al caletre las respuestas mientras se preparaba para la entrevista, notando que «si me sacaban de guión se arruinaría todo».

Afortunadamente para él, cuando le preguntaron de imprevisto qué haría él «si usted fuera el ministro de finanzas de Venezuela», un panelista empático le permitió responder en español. Vecchio se fue de esa reunión lleno de confianza. Unos meses después, sentado en su oficina en Mobil, recibe la noticia de la embajada de que había ganado la beca completa.

«Le vamos a pagar todo», le informó la embajada una tarde de julio. Para enero de 1999, Vecchio estaba en Washington con una beca financiada por Estados Unidos en sus manos. Días después, se inaugura el primer mandato de Chávez como presidente. La Revolución Bolivariana había comenzado, así como la reacción violenta de la oligarquía.

 

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