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Chávez y el veneno de la desesperanza

Written by Debate Plural

Marcos Luna (Aporrea, 10-6-19)

 

Veamos la lógica de Chávez para realizar una revolución pacífica, la secuencia de los hechos. Empecemos con La rebelión del 4 de febrero del 92. Un golpe militar para convocar una junta de gobierno que fuera capaz de cambiar la constitución. El «por ahora». Luego, las elecciones y ganarlas. Después convocar la constituyente deseada y a través de ella cambiar la constitución introduciendo en ella elementos necesarios para adelantar cambios más o menos radicales dentro de la estructura del Estado: cambios de principios definitorios del nuevo Estado, acerca de la propiedad, del tipo de democracia, carácter plurinacional, del poder popular, acerca de la soberanía del territorio nacional, sobre las reservas de los hidrocarburos y minerales y las empresas básicas, garantías sociales y económicas etc. Luego de la constituyente seguiría la elaboración de un cuerpo de leyes que había que actualizar, etc…

Y así, hasta que, en la aplicación práctica de estos pocos cambios, la revolución de Chávez se topa con el poder económico y hegemónico real. En la medida en que fue pisando talones y pies de sus enemigos este poder real tomó en serio la necesidad de separarlo del poder, y fue cuando vino el golpe de Estado del 2002, el sabotaje petrolero, el paro patronal y las conspiraciones. En esta secuencia de hechos, la violencia aparece del lado de la resistencia de la derecha, la cual reaccionó desde afuera y desde adentro, en la medida que se adelantan cambios se está haciendo presión del lado de la revolución… Y por revolución entendemos a Chávez, «el proceso» es Chávez. Por eso no fue extraño que al final lo asesinaran, de forma quirúrgica frenaran los cambios para poder darle continuidad a la sociedad hegemónica, al orden social hegemónico; al arribismo, al facilismo, el despojo, al pillaje. Chávez fue un ejemplo de responsabilidad y de arrojo, un hombre honesto y honrado, un mal ejemplo para un pueblo en rebelión: Chávez debía desaparecer. Un hombre postrero frente a una sociedad envilecida, cansada, débil, resignada, muy maltratada…

El veneno de la desesperanza

Una amiga, la cual le reprocha a Chávez su indiferencia sobre un asunto particular, una denuncia seria que afectaba a víctimas de las masacres de la cuarta, en una ocasión tuve que plantearle el ejercicio de imaginar cómo actuaría Chávez frente al caso de esa denuncia, sobre la cual, dice ella, mostró él una indiferencia sospechosa –según me dijo –, porque afectaba directamente a funcionarios de su gobierno, actuaciones del pasado inmediato cuando trabajaron para la cuarta república en sus aparatos policiales. Al comenzar el ejercicio y mostrarle lo difícil que era para una sola persona ocuparse personalmente de todos los asuntos serios del Estado ella me miró a la cara sin quedar convencida…

Creo que el odio y el resentimiento acumulados casi siempre nos hacen perder la fe en las personas y en la política, mucho más en las revoluciones y en los cambios para mejor: en la bondad, en la solidaridad, en la honestidad, en la valentía. Para muchos escépticos y desengañados, guiados por el resentimiento, los nobles valores son solo poesía; en el fondo piensan que el arrojo solo es osadía, es desesperación. O la honestidad es cinismo, o la solidaridad precede siempre la traición, y la bondad resignación oriental; son valores que no existen quizás porque nunca los han experimentados o buscado en sus propios corazones (y si los encuentran lloran de nostalgia). Por la razón que sea, muchos escépticos con lo bueno no lo son con lo malo, ven en todo algo malo, destructor, inicuo, algo de lo cual siempre debemos estar vigilantes, sin reparar en la propia bondad o maldad. Si hay un mal en la esperanza este es la desesperanza que le sigue, la cual nos hace perder la fe en nosotros mismos. Creo que ese es el gran daño hecho por los actores políticos de ahora, con este mensaje deshonesto y ambiguo de actuar inicuamente arropados de mentiras, de discursos autoconvencidos de que se obra bien cuando se hacen las cosas mal, de que se está trabajando para los demás cuando no es así sino para provecho propio. Si hay un responsable de la desesperanza, además de la esperanza, es el hecho de que no haya un solo representante del gobierno o de la oposición capaz de hablar con la verdad, de dar uno solo ejemplo de responsabilidad; que no mienta y que no disimule, que no haya en el alto gobierno y en el lado de la otra oposición una solo persona que dé cuenta de las cosas que nos pasan, por omisión o por acción. Eso, simplemente es frustrante. Para donde sea que volteemos la mirada hay un ser perfecto y sabio, sea del gobierno, o sea de la otra oposición pitiyanky.

Chávez muerto aún sigue siendo el hombre responsable, sigue siendo la esperanza que lo convierte ahora en una realidad latente. Sin embargo la gran confusión dentro de nuestros valores, reforzada por tantos líderes incongruentes y volubles, ¡verdaderas veletas!, ha socavado nuestra poca fe en él. No es raro escuchar a muchos amigos como si fueran Jaques el fatalista, como Tristón el de las comiquitas, quejándose de un destino inexorable, basados en chismes y teorías falsas que desprestigian la imagen de aquel que asumió la responsabilidad de la rebelión de febrero, que nos dio esperanzas con el «por ahora»: «Chávez protegió a tal diputado ladrón, a este oficial asesino, Chávez hizo millonaria su familia, Chávez fue otro aventurero asaltador de caminos, Chávez fue cómplice de la corrupción»… Un corazón desengañado y herido puede creerlo todo llorando su fatídico destino.

Pero no piensan en el hecho de que Chávez fue solo un hombre, humilde por honesto y solitario, estudioso, ambicioso de gloria, valiente, lo que debería disculparlo de todas las lacras de la sociedad, la cual quiso cambiar, ennoblecerla, dignificarla; debería llenarnos de regocijo el hecho haberlo conocido y tenido como referencia moral en la conducción del país; un gran capitán, solitario y «encerrado en una bolsa de alacranes», como decía Müller Rojas… Creo que, cuando hemos sido tanto tiempo esclavos de la mentira, otra mentira pareciera que no hace ninguna diferencia, «resulta que el hombre el cual creímos honesto por años –pensamos –, ahora parece que también nos hubo engañado». Así, cualquier chisme sin valor nos quita toda la fuerza moral que nos dio la fe. Eso es comprensible.

Pero eso explica claramente la conducta destructora de los que no tienen moral ni escrúpulos para sus perversidades; los del gobierno que dicen ser chavistas y los adversarios, que odiaron a Chávez desde siempre; por envidia o por rencor.

Volver a Chávez es volver a confiar en nosotros mismos, tener fe en la verdad y en la honestidad, sin vanos resentimientos y odios, tener fe en el socialismo.

P.D.: Agradecemos a aquellos que nos dicen que corrijamos nuestras faltas, pedimos disculpas, pero son tanto inexcusables como ineludibles

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