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El barco de asalto de los nuevos cruzados

Written by Debate Plural

Manlio Dinucci (Red Voltaire, 29-5-19)

 

En presencia del presidente Sergio Mattarella, de la ministro de Defensa Elisabetta Trenta, del ‎ministro de Desarrollo Económico Luigi Di Maio y de las más altas autoridades militares de Italia, ‎el 25 de mayo de 2019 tuvo lugar en Nápoles, la botadura del navío Trieste, construido por la ‎empresa Fincantieri.‎

El Trieste (L 9890) es una unidad anfibia multifunciones de la marina de guerra italiana, unidad ‎que la ministro de Defensa Elisabetta Trenta describió como la «síntesis perfecta de la capacidad ‎de innovación tecnológica del país». Con 214 metros de eslora y una velocidad de 25 nudos ‎‎(46 kilómetros por hora), el Trieste puede servir de pista de despegue a helicópteros y también ‎a aviones de combate F-35B con capacidad de despegue corto y de aterrizaje vertical y a ‎aeronaves V-22 Osprey [convertiplano]. También puede operar con los vehículos anfibios más ‎modernos de la OTAN. ‎

En términos técnicos, el Trieste es un navío destinado a «proyectar y apoyar, en áreas de crisis, ‎la fuerza de desembarco de la marina de guerra y la capacidad nacional de proyección, desde el ‎mar, del ministerio de Defensa». En términos prácticos, se trata de un navío de asalto anfibio. ‎O sea, acercándose a las costas de un país, el Trieste puede atacarlo con aviones y helicópteros ‎cargados de bombas y misiles y luego invadirlo con 600 efectivos aerotransportados que ‎desembarcan, con armamento pesado, mediante helicópteros y vehículos de desembarco anfibio. ‎

En otras palabras, el Trieste es un sistema de armamento que no está concebido para defender ‎el país sino para operaciones de guerra en el marco de las políticas de «proyección de fuerzas» ‎de Estados Unidos y la OTAN a grandes distancias del suelo italiano. ‎

La decisión de construir el Trieste fue tomada en 2014 por el gobierno del entonces ‎primer ministro Matteo Renzi, que lo presentó como un navío militar que se dedicaría ‎principalmente a «actividades de ayuda humanitaria». ‎

El costo de ese navío, que no salió de los fondos del ministerio de Defensa sino de los fondos del ‎ministerio de Defensa, se había estimado en 844 millones de euros, es parte de un plan de ‎financiamiento ascendente a 5 427 millones para la construcción de otros 9 barcos de guerra, ‎aparte del Trieste. Entre los navíos incluidos en ese proyecto se cuentan 2 unidades navales de ‎muy alta velocidad destinadas a las fuerzas especiales en «contextos operacionales que requieren ‎discreción», o sea en operaciones de guerra secreta.‎

En el momento de la botadura, se indicó que el Trieste costó 1 100 millones de euros –o sea ‎‎250 millones más que lo previsto. Pero el costo final será todavía muy superior ya que habrá ‎que sumar lo que van a costar los aviones de combate F-35B y los helicópteros que llevará ‎a bordo, más el costo de otros tipos de armamento y el de los sistemas electrónicos que habrá ‎que instalar en el barco durante los próximos años. ‎

La ministra de Defensa subrayó que la innovación tecnológica en el sector militar «debe contar ‎con el apoyo de las garantías de financiamiento». Lo cual significa que debe contar con ‎financiamiento constante y creciente proveniente de los fondos públicos, incluyendo los del ‎ministerio de Desarrollo, actualmente encabezado por Luigi Di Maio. En la ceremonia de botadura ‎del Trieste, el propio Di Maio prometió a los obreros más inversiones… porque está prevista la ‎construcción de más barcos de guerra. ‎

La ceremonia adquirió una significación suplementaria cuando el obispo de los ejércitos de Italia, ‎monseñor Santo Marciano, resaltó el hecho que los obreros fijaron en la proa del barco una gran ‎cruz (ver foto), hecha con imágenes sagradas por las que sienten particular devoción, como las del papa ‎Wojtila y las del Padre Pío. Monseñor Marciano alabó además la «fuerza de la fe» expresada ‎por los obreros, a quienes bendijo y agradeció «el símbolo maravilloso» que habían emplazado en ‎el navío. ‎

Asi se llegó a la botadura del gran navío que nos ponen como ejemplo de la capacidad de ‎innovación de nuestro país, un barco de guerra pagado por el ministerio de Desarrollo Económico ‎con millones sustraídos a los contribuyentes –como usted y yo– en detrimento de las inversiones ‎productivas y de los gastos sociales, pero bendecido con el signo de la Cruz, como en tiempos de ‎las Cruzadas y de las conquistas coloniales.

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