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Contrapropaganda: la respuesta dominicana a guerra sicológica de 1965

Written by Debate Plural

Tania Molina/ Mariela Mejia (D. Libre, 25-4-19)

 

Más de uno de los combatientes de la guerra de abril de 1965 comenta que, pese al gran despliegue de fuerzas que hizo los Estados Unidos tras su intervención del día 28 en la República Dominicana, no logró desmoralizar al pueblo en armas y que, al final, sin un ganador definido, tampoco hubo un derrotado.

“Aunque con sus cañonazos y sus mentiras intentaron doblegarnos, no pudieron, tuvieron que negociar. Esa es la mayor presea de los constitucionalistas”, expresa Bonaparte Gautreaux Piñeyro, periodista y secretario de Francisco Alberto Caamaño, líder histórico de los acontecimientos de abril del 65.

Desde el 24 de abril y hasta el acuerdo arribado a finales de agosto para que una junta militar asumiera la Presidencia de la República y llamara a elecciones, los constitucionalistas se mantuvieron combatiendo las fuerzas internas y a la intervención de “la potencia más poderosa del mundo”.

Los estamentos militares que iniciaron la revolución, y las organizaciones cívicas y políticas que los apoyaron, pretendían reponer en la Presidencia a Juan Bosch, depuesto mediante un golpe de estado en septiembre de 1963, pero la intervención norteamericana, con un contingente que varios historiadores fijan en unos 42,000 soldados, impidió sus propósitos.

Algunos de esos soldados eran los integrantes del Primer Batallón de Guerra Sicológica de la 82 División Aerotransportada, con la que se desplegó, a partir del 3 de mayo, una estrategia propagandística para convencer a los dominicanos de que su intervención era para ayudar a conseguir la paz. También se acusaba a los revolucionarios de ser comunistas, recuerdan varios testigos de esos hechos.

Los militares norteamericanos llegaron a producir y distribuir más de dos millones y medio de artículos de propaganda impresos, realizaron 600 horas de operaciones con altavoces, transmitieron más de 900 horas de programas producidos localmente y retransmitieron transmisiones de la Voz de América de forma continua durante 35 días, cuantificó un artículo difundido en la revista Military Review, una publicación del Ejército de los Estados Unidos, en su edición de febrero de 1966.

Euclides Gutiérrez Félix, historiador y uno de los combatientes constitucionalistas que fue encargado de Interior y Policía, recuerda que las emisoras al servicio de los norteamericanos (menciona a Radio San Isidro y la Voz de América) pasaban noticias falseando todos los hechos.

Varios de los combatientes constitucionalistas de aquel momento, como Franklin Domínguez, José Israel Cuello, Rafael (Fafa) Taveras y el locutor Ercilio Veloz, al analizar aquella acción de guerra sicológica, coinciden en que esta no tuvo gran impacto en la población.

“Ellos tenían una transmisión por Radio América frente a Rahintel, era la Voz de América, pero no tenía gran audiencia a no ser en la clase alta, sectores conservadores, pero el pueblo que estaba con la revolución no le daba importancia a eso”, sostiene Veloz, uno de los locutores de Radio Santo Domingo Televisión y la emisora constitucionalista HIZ, con la que los revolucionarios hacían, a su vez, su contrapropaganda.

Juan Luis González, también locutor de Radio Santo Domingo cuando la emisora estuvo en manos del Gobierno de Reconstrucción Nacional, contrario a los constitucionalistas, comenta que la programación de entonces era solo de noticias, pues no se podía pasar música. No logra recordar el enfoque de esas informaciones.

La prensa

Aunque la prensa local estuvo limitada durante la revolución, al país llegó una gran cantidad de periodistas internacionales que reportaban los acontecimientos.

En Cronología: Revolución de Abril de 1965, Gerardo Sepúlveda refiere que en el área del hotel El Embajador se realizaban diariamente ruedas de prensa del mando norteamericano para informar sobre las novedades del conflicto.

“Estas ruedas de prensa se fueron convirtiendo en luchas encarnizadas entre los periodistas que en el terreno veían una cosa y otra las que les decían los encargados de prensa del ejército norteamericano y, cuando estos eran presionados para que explicaran hechos contradictorios con la supuesta neutralidad y mediación en el conflicto, evadían las preguntas argumentando que no tenían autorización para responderlas”, narra Sepúlveda.

Bernardo Vega, en El peligro comunista en la revolución de abril, ¿mito o realidad?, destaca que la famosa revista estadounidense Time sacó el 7 de mayo en su portada al general Elías Wessin y Wessin. En la publicación se planteaba que el embajador William Tapley Bennett dijo el 29 de abril que soldados y civiles habían llevado gente “a ser ejecutadas al grito de ¡paredón!”. Se indicó que “un número considerable de dominicanos entrenados en Cuba había estado cruzando el Canal de los Vientos”.

“Todo eso era falso -dice Vega-, así como el que la radio dominicana hubiese exhortado: ‘¡Maten a un policía!, ¡maten a un policía!”, durante los primeros días de la revolución”.

El historiador dominicano reporta que Barnard Collier, del New York Herald Tribune, no pudo probar las informaciones dadas por los Estados Unidos de que en las calles de Santo Domingo había entre 1,000 y 1,500 cuerpos en las calles. Tampoco encontró evidencia de supuestas atrocidades, incluyendo el corte de la cabeza de cuatro víctimas, colocadas en picas y mostradas por las calles cercanas al puente Duarte.

En el libro Golpe y Revolución, Víctor Grimaldi narra cómo la prensa norteamericana puso al descubierto algunas falsedades que se difundieron contra los revolucionarios.

Cita el caso de un reporte del encargado de Negocios de la Embajada norteamericana a su gobierno informando que al coronel de la Policía Nin, una turba le cortó la cabeza y la mostró en las calles, y de cómo, seis años después, el presidente Lyndon Johnson incluía esa información en sus memorias.

“Posteriormente, un informe del Departamento de Estado de comienzos de mayo afirmaba que el comentarista Rafael Bonilla Aybar había sido fusilado, pero hoy en 1985, y veinte años después, él sigue haciendo su programa de televisión (después de haber resucitado y subir a los cielos)”, escribió Grimaldi.

Navegue por las siguientes diapositivas para ver publicaciones en la prensa local y extranjera sobre la guerra de 1965, y la portada de la revista Time en la que salió el general Wessin y Wessin.

En Francis Caamaño, Coronel de Abril, Comandante de Caracoles, Hamlet Hermann narra la visita que un periodista (Luis Reyes Acosta) del periódico Listín Diario le hizo a Caamaño, para advertirle que en el medio se hacían modificaciones a su reporte sobre lo que sucedía en la batalla del puente Duarte, cuando las Fuerzas Armadas empezaron a bombardear a los combatientes apostados en esa zona.

“De inmediato el coronel Caamaño se dirigió hacia la calle 19 de Marzo, donde estaba ubicado el Listín Diario, y pidió entrevistarse con su director, Rafael Herrera. Por largo rato contó con detalles sobre los combates, la retirada desordenada del CEFA (Centro de Entrenamiento de las Fuerzas Armadas) y le dio seguridad de que la ciudad de Santo Domingo estaba toda, al oeste del río Ozama, bajo el control constitucionalista”, narra.

Hermann cuenta que, al día siguiente, Caamaño tuvo una desagradable sorpresa, pues el titular de la noticia principal del Listín Diario presentaba al CEFA como vencedor en la batalla del puente. Añade que incluso el periódico El Caribe, al que Caamaño solo había llamado por teléfono, incluyó una nota aclaratoria con su versión.

El historiador Adriano Miguel Tejada en La Prensa y la Guerra de Abril de 1965dedica un capítulo a la edición de los periódicos del día 28, porque – según las palabras del autor- “refleja hasta dónde el poder de una potencia extranjera y los compromisos políticos de los propietarios de los medios pueden coaligarse para cambiar la realidad de los hechos en favor de sus intereses”.

Tejada cuestiona que los periódicos no tuvieran una actitud más agresiva, la que asume pudo deberse a la falta de experiencia en la cobertura de ese tipo de eventos, al conservadurísmo de sus directores y a las presiones a las que estaban sometidos, tanto de sectores del poder como de la Embajada de Estados Unidos.

“La influencia de la embajada estadounidense sobre las agencias de prensa internacionales logró que la mayoría de los diarios del exterior que reportaban la situación dominicana publicaran la versión distorsionada de los hechos del día 27”, sostiene.

Los periódicos El Caribe y Listín Diario, que tenían sus instalaciones en La Zona Constitucionalista, dejaron de circular a partir del día 28, y volvieron a imprimirse el 2 de noviembre de ese año.

Pero, como dice el periodista Gautreaux Piñeyro, los revolucionarios tenían en custodia en la denominada Zona Constitucionalista dos instrumentos muy importantes que “nos servían para contrarrestar la propaganda enemiga: la más importante estación de cablegramas del mundo, la Internacional Telegraph and Telephone (ITT), y la Compañía Dominicana de Teléfonos”. “Era imposible que nos callaran, aunque lo intentaron constantemente”, afirma.

Señala que durante todo el conflicto mantuvieron en el aire una emisora radial desde donde “decíamos la verdad y desmentíamos los infundios del enemigo”. “Publicábamos dos diarios escritos: La Nación, vocero del Gobierno en Armas, y Patria, vocero de los revolucionarios”.

Destaca otras expresiones culturales a cargo del denominado Comando Cultural, uno de los tantos frentes en que se organizaron las fuerzas leales a los combatientes constitucionalistas.

Propaganda constitucionalista

Fafa Taveras destaca el papel que jugó la propaganda para el apoyo que consiguieron los constitucionalistas desde el primer momento.

Cita el llamado que hizo el dirigente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), José Francisco Peña Gómez, a través de su programa Tribuna Democrática, informando sobre el levantamiento militar del Campamento Duarte como la primera manifestación de una acción que, para entonces, no respondió a un lineamiento, sino a las circunstancias del momento.

“Cuando Peña hizo esa información era algo más de la una y media de la tarde del sábado y se corrió la voz en todo el mundo con esa misma rapidez, y comenzó la gente a movilizarse, a salir a las calles, y ahí comenzó entonces el proceso que se conoció como la Guerra de Abril”, comenta.

Recuerda que ya para el día 26, la ciudad estaba contaminada con la información y los militares, incluidos los jefes del movimiento como Juan María Lora Fernández, Mario Peña Taveras, Manuel Ramón Montes Arache y Francis Caamaño, comenzaron, junto con los civiles, a organizarse en el Parque Independencia y a atacar a los cuarteles para buscar armas.

Una de las primeras decisiones tomadas por los revolucionarios, luego de que iniciaron la revuelta en el Campamento Duarte con el apresamiento del jefe de Estado Mayor, fue tomar la emisora Radio Santo Domingo. Cuando esa estación fue atacada por los militares del CEFA, los constitucionalistas tomaron la HIZ para continuar comunicándose con el pueblo.

El dramaturgo dominicano Franklin Domínguez dirigía la emisora y recuerda algunos de los editoriales que se pasaban: “Un día más, dominicanos”, “El embajador que engañó a su presidente”, “Los que no cabían en el avión”, “Los genocidas de San Isidro” y “El veneno de la mentira”.

El más emblemático fue “Un días más, dominicanos” que, afirma, se convirtió en el segundo himno de la revolución y se leía cada día en voz del locutor cubano Luis Acosta Tejeda.

“Nuestra meta era que la emisora no se callara nunca”, dice Domínguez, quien sobrevivió, junto a Ercilio Veloz Burgos y Plinio Vargas, a un ataque con ametralladoras en la antena de la emisora HIZ, ubicada en la calle Manuela Diez esquina Josefa Brea.

El ataque ocurrió, recuerda Veloz, justo cuando pasaban el editorial “El embajador que engañó a su presidente”, con el que alertaban de las mentiras que la Embajada estadounidense pasó al presidente de su país, que lo llevaron a decidir la intervención del día 28.

A continuación escuche el audio del editorial “Un día más, dominicanos” en la voz del locutor de origen cubano Luis Acosta Tejeda, en la versión original que se transmitía tres veces al día durante la Guerra de Abril.

En Francis Caamaño, Coronel de Abril, Comandante de Caracoles, Hermann plantea que uno de los aspectos que más preocupaba a las tropas norteamericanas era la labor de Radio Santo Domingo, porque por ella se enviaban al país los mensajes del mando constitucionalista y se combatían “las numerosas mentiras que se difundían por la Voz de los Estados Unidos (de América) y por Radio San Isidro, contra el movimiento”.

“De ahí que el mando militar de Estados Unidos optara por establecer equipos para la interferencia de su frecuencia radial, no obstante, los del Gobierno de Caamaño se las ingeniaban para continuar transmitiendo”, indica.

Sobre el papel de esa estación, Ercilio Veloz refiere los comentarios que le hizo Caamaño, tiempo después de la revolución, en un almuerzo que ofreció a los locutores participantes.

“Caamaño en ese almuerzo dijo que agradecía a los locutores, y que la emisora constitucionalista y sus locutores se habían convertido en el arma y alma de la revolución. Si no hay una emisora constitucionalista trabajando esas 18 horas, el movimiento hubiese durado dos semanas y no meses”, dice Veloz.

El efecto sicológico

Al tratar sobre los resultados de la campaña sicológica que promovió el Ejército de los Estados Unidos, la revista Military Review plantea que las operaciones en la República Dominicana “desempeñaron un papel importante en el restablecimiento del orden, devolviendo a la vida los servicios esenciales y permitiendo un retorno más rápido a la normalidad”.

Herbert Friedman, un militar estadounidense que ha escrito artículos sobre la guerra sicológica y representa a su país en la Sociedad Internacional de Guerra Psicológica (Psywar), indicó a Diario Libre que, comparada con las ejecutadas en otros países, la operación sicológica en la República Dominicana fue más simple “porque fue una pequeña batalla que terminó rápidamente”.

Comentó que “no hubo magia, solo cosas obvias que significaron que murieran menos personas de ambos lados”.

Identificó la obsolescencia de algunos de los equipos y la tardanza en la entrega, la falta de buenos mapas, inteligencia y lingüistas capacitados en español, como parte de las dificultades que afectaron las operaciones de radio y de impresión.

“En guerras más largas hay millones, tal vez miles de millones de folletos lanzados”, dijo. “La de la República Dominicana fue una operación rápida y, una vez que la paz regresó, se fueron. Los Estados Unidos no quieren dejar tropas en los países. Al igual que Granada, vinieron, limpiaron la lucha y se fueron”.

Los combatientes de aquel entonces tienen otra visión.

Para José Israel Cuello el efecto estuvo más en la demostración de fuerza que en la propaganda. “La guerra sicológica era más en el sentido inmediato, sobre todo después que se acentuó el cerco sobre la Zona Colonial y sus espacios más próximos, en los avances espasmódicos de las tropas norteamericanas, que un día ocupaba una cuadra, luego otra cuadra; en la deserción de muchos combatientes que se cansaban, se podría el ambiente; en el agotamiento de las armas y del parque”.

Refiere los ataques del 15 y 16 de junio que define como brutales.

Si lo ves a la distancia, el avance norteamericano no fue nada comparado con la cantidad de balas que tiraron y torpedos. Evidentemente, lo que querían era que se le acabara el parque al combatiente y, evidentemente, al otro día de esos acontecimientos se hace un inventario que daba siete balas por combatiente, eso es como un minuto de tiros. Hubo que trabajar ya con ese criterio de que no había con qué responder.
José Israel Cuello Combatiente constituticonalista
Las armas ideológicas movían las armas bélicas, porque la reacción de Johnson era ante la información de que el movimiento de izquierda democrática había caído en manos de la izquierda extrema y él reacciona con una intervención militar. Pero, en el momento no era en propaganda, lo que se estaba era peleando. Había confrontaciones bélicas.
Leopoldo Espaillat Nanita Secretario y hombre de confianza del expresidente Rafael Molina Ureña
Fidelio Despradel, en su libro Abril, sostiene que la intención de las tropas interventoras era infringirle una derrota militar, política y moral a la causa constitucionalista. Reconoce, sin embargo, que los norteamericanos “no pudieron vencernos militarmente, pero frustraron el triunfo democrático de las fuerzas populares e impusieron sus condiciones”.

Al respecto, Gutiérrez Félix enfatiza que el éxito de ese movimiento fue “que obligamos a los yanquis a sentarse en la mesa de negociaciones con nosotros, porque ellos creían que íbamos a salir corriendo, como pasó en Panamá con Noriega, un cobarde que no peleó”. “Aquí tuvieron que sentarse con nosotros y eso fue al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”, sostiene.

Guatreaux Piñeyro, a su vez, describe un escenario en el cual los combatientes ya no tenían parque ni municiones y confrontaban problemas por el largo encierro de civiles armados, pero que mantuvo, como “ejercicio brillante de la disciplina”, una demostración del amor del pueblo a la libertad, a la democracia y al autogobierno.

“Al final, en la gesta de abril de 1965, último enfrentamiento de un país del continente contra el imperialismo en el siglo pasado, demostramos que el dominicano tiene apego a los más altos ideales democráticos, que no dimos un paso atrás ni para coger impulso”, expresa.

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