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Razones por las que CFK no será candidata a la presidencia de Argentina

Written by Debate Plural

Bruno Sgarzini (Misión Verdad, 21-5-19)

 

La sorpresa es un principio de la conducción, vale decir, es el factor que nos permite sacar ventaja de un momento de inacción que el adversario tiene frente a la propia conducción, por no haber previsto un incidente que va a producirse. Para obtener la sorpresa no es necesario que el adversario no conozca nada hasta que se produzca la decisión. No; es suficiente que cuando él la conozca ya no esté en tiempo de reaccionar convenientemente y neutralizar la acción de esa sorpresa. En la acción de la conducción política tiene una importancia extraordinaria la sorpresa.

Juan Domingo Perón en su Manual de Conducción Política


«Necesitamos de una coalición electoral que no solo sea triunfante sino que pueda cumplir aquello por lo que se convoca a la sociedad. Es vital evitar una nueva frustación, luego de la estafa electoral de Mauricio Macri de 2015, que sumerja a la Argentina en el peor de los infiernos», afirmó Cristina Fernández de Kirchner (CFK) en el video que este sábado definió su candidatura a vicepresidenta de Alberto Fernández, ex jefe de gabinete durante su mandato e integrante del Grupo Calafate, que lo convirtió en la década de 1990 en uno de los creadores de la candidatura de Néstor Kirchner, en 2003.

En palabras de la ex presidenta, «esta es la mejor oportunidad para convocar a los más amplios sectores sociales, políticos y económicos no solo para ganar una elección sino para gobernar, ya que se va a tratar de gobernar una Argentina otra vez en ruinas con una población empobrecida».

Según las estadísticas oficiales, el desempleo afecta a un 9% de los argentinos (sin contar el constante aumento del subempleo y la informalidad), la inflación anual alcanza un 50% y la pobreza a un tercio de la población, entre ellos el 48% de los niños, de acuerdo con la Unicef.

Como es sabido, el legado de Mauricio Macri consiste en haber pedido más 100 mil millones de dólares a grandes bancos internacionales como JP Morgan, HSBC, Deutsche Bank, BlackRock, entre otros, a cambio de un programa de ajuste presupuestario que redujera el déficit fiscal del 8%, más la apertura de un mercado especulativo, a través de letras del Tesoro Nacional, que permitieron hacer dinero en pesos para fugar, después, las reservas de dólares del país,

En 2017, el programa de ajuste fiscal, denominado artísticamente como «gradualismo», no pudo pasar por completo tres grandes reformas: la fiscal, previsional y laboral; por la resistencia, principalmente, contra el recorte de pensiones a los jubilados.

El resto es conocido: cuando los bancos vieron que Macri no podía avanzar con estas reformas, rápidamente comenzaron a retirarse con el dinero prestado a Argentina (en una fuga de capitales totalizada en 54 mil millones de dólares) y aumentaron el interés de los nuevos créditos al país, llevándolo, de manera inducida, a pedir un préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI) por 57 mil millones de dólares.

El FMI, controlado por los Estados Unidos, obligó al país a profundizar el plan de ajuste como garantía de los préstamos de los grandes bancos, pero la receta no redujo ni la inflación ni la pérdida de valor de la moneda argentina, que pasó de 19 a 43 pesos (una devaluación de más del 100%), por lo que los bancos como JP Morgan continúan recomendando a sus «clientes» que se vayan del país con los dólares que vende el Banco Central, antes que el Estado argentino no pueda afrontar sus pagos de deuda y se vea obligada a reestructurar su deuda con el FMI.

Entre los temores, se encuentra la posibilidad de que se repita el colapso financiero que llevó al país a una pobreza por encima del 50% y una desocupación de dos dígitos.

DETRÁS DE LA CANDIDATURA: LA MAYOR UNIDAD POSIBLE DE LA OPOSICIÓN

Cuenta el diario Clarín que, en un mano a mano, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner le dijo a Alberto Fernández: «Tengo un techo: puede alcanzar para ganar pero va a ser muy difícil para gobernar. Vos tenés que ser Presidente, yo te voy a acompañar». Al 15 de mayo, cinco de seis encuestas, daban como ganadora en una presidencial a CFK sobre Macri por un margen de entre uno hasta siete puntos de diferencia en primera y segunda vuelta.

La decisión de la ex presidenta tiene sentido si se observa a la luz de sus acciones posteriores a la derrota en las parlamentarias de 2017, enfocadas en reconstruir relaciones políticas con sus ex aliados en el sindicalismo y a nivel de gobernaciones, movimientos sociales y del empresariado argentino. En gran parte, esa reconstrucción tuvo como interlocutor a Alberto Fernández, ex jefe de gabinete y miembro de la mesa chica del kirchnerismo, hasta 2008. La unidad del Partido Justicialista (PJ) fue uno de los principales pivotes de este nuevo armado político.

Los frutos de esta estrategia se vieron en las nueve provincias argentinas donde se adelantaron elecciones provinciales, en las que, por lo general, se dio una tendencia de victoria del oficialismo en gobierno sin que el partido de Macri pudiera consolidarse en casi ninguna de ellas. El objetivo de esta maniobra de CFK fue encontrar fórmulas de unidad de todo el peronismo, que en algunos casos implicó bajar candidatos propios, en función de ganarle a Cambiemos, con la tradicional Unión Cívica Radical.

«Primero la Patria, luego el movimiento y por último las mujeres», afirmó CFK en su video de anuncio de la candidatura presidencial de su espacio parafraseando una máxima de Juan Domingo Perón. Bajo esta praxis, la estrategia de la ex presidenta es que Alberto Fernández se convierta en un puente con gobernadores, alcaldes, parlamentarios, sindicalistas y empresarios, con poder territorial propio, para el armado definitivo de una coalición electoral que se imponga contudentemente.

A POCOS MESES DE LA ELECCIÓN: MACRI SIN CFK SE QUEDA SIN CAMPAÑA

Desde la década de 1970 que en Argentina no se utilizaba una estrategia para encarcelar y proscribir a una fuerza política, junto con el liderazgo más popular de Argentina, como sucede en este momento con la demonización del kirchnerismo y el encarcelamiento del ex vicepresidente, Amado Boudou, y un grupo de ex ministros del gobierno de CFK.

Similar a lo que sucede en todo el continente, las distintas causas judiciales abiertas por «corrupción», impulsadas por grupos de tareas conformados por jueces, fiscales, periodistas y servicios de inteligencia, apuntaban por último a invalidar a la ex presidenta como candidata. El epílogo de esta operación de manual era la famosa Causa de los Cuadernos, inspirada en el Lava Jato brasilero, para mantener un clima mediático de persecución contra el kirchnerismo en el contexto electoral.

El problema central es que dicha operación tocó, además, a empresarios importantes de Argentina como Paulo Rocca del gigante Techint, en la mira de los Estados Unidos, con prisiones preventivas y distintas tácticas de extorsión. Uno de ellos, Pedro Etchebest, grabó a un presunto agente de la DEA, Marcelo D’Alessio, a cargo de negociar con él un acuerdo con el fiscal del caso, Stornelli, para entregar información sobre funcionarios del kirchnerismo. La revelación desembocó en la detención de D’Alessio y la Causa de los Cuadernos, una de las balas de plata del macrismo (y los Estados Unidos) contra el kirchnerismo.

En este contexto, y con causas judiciales en su contra, la decisión de CFK desarma la estrategia por completo de polarización del macrismo dirigida a mantener el mismo clivaje kirchnerismo-antikirchnerismo que le hizo ganar las parlamentarias de 2017. En vez de eso, el gobierno de Macri queda con su principal enemigo declarado, la ex presidenta, en un segundo plano y con la posibilidad de que se mantenga en silencio para evitar que sus declaraciones sirvan de insumo de campaña del oficialismo.

Así el saldo es que Macri queda como el principal responsable de la situación económica y un ancla para su partido, Cambiemos, que incluso analiza reemplazarlo como candidato con la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, otra protegida del establishment.

EL PRINCIPAL OBJETIVO: GANAR PARA PODER GOBERNAR FRENTE AL FMI

La estrategia de dar un paso al costado de la ex presidenta, ubicándose como segunda al mando de la fórmula, se asemeja a una especie de cerco invisible contra el castillo del macrismo, apuntalado con dirigentes políticos y parte del empresariado argentino, hoy afectado por la recesión económica que atraviesa Argentina y el deseo de los Estados Unidos de hacerse de sus negocios a través de causas judiciales, exactamente igual que en Brasil.

El peso de la inercia de la situación económica, inaguantable para la mayoría de los argentinos, desemboca en reeditar la vieja alianza entre peronismo, sindicalismo, empresariado, movimientos sociales y agroindustria con la que Néstor Kirchner gobernó luego de la explosión de 2001. La candidatura de Alberto Fernández, en ese sentido, se construye más que para ganar, para tener un sólido volumen político a lo interno, que permita sortear las trabas que se van a intentar poner de cara a una renegociación con el FMI y los acreedores privados, exactamente igual a la de 2005, cuando de un plumazo, Néstor Kirchner reestructuró la deuda con una quita del 75% y pagó todos los compromisos financieros con el fondo para salirse de sus recetas.

Argentina en este momento se encuentra en las puertas de una situación sumamente compleja: 40% de su deuda es con el FMI, que le prestó 57 mil millones de dólares, de los cuales solo quedarán por gastar en el próximo gobierno unos 6 mil 800 millones de dólares. Como es ampliamente sabido, una vez que el FMI presta dinero, la única forma de salirse del compromiso, y de sus recetas, es abonando la totalidad del crédito.

Según la investigadora Noemi Brenta, la deuda con el FMI es utilizada por los Estados Unidos para condicionar al gobierno siguiente, y que grupos influyentes como bancos y conglomerados se hagan de activos públicos (a través de privatizaciones) y consigan reformas, como la laboral. Por lo general, en una situación como la Argentina, con grandes vencimientos de deuda, el FMI apunta a que el pago se dé a través de un círculo vicioso de ajuste que nunca da como resultado que el país obtenga recursos para pagar el total de su deuda.

De acuerdo a Alberto Fernández, una posible estrategia es renegociar dos tercios de la deuda argentina con los acreedores privados y buscar extender plazos para pagarle al FMI con un programa que permita reactivar la economía mediante el mercado interno y el aparato productivo. La ex presidenta ha lanzado la iniciativa de establecer un «nuevo contrato social de responsabilidad ciudadana» para todos los sectores del país.

Si se tiene en cuenta que lo hace emulando el llamado a un gran acuerdo nacional de Juan Domingo Perón en 1973 para evitar una guerra civil y salir del ciclo de dictaduras militares, se puede inferir que esta convocatoria apunta a un consenso básico de austeridad para todos los sectores que permita que una Argentina unida renegocie con el FMI un acuerdo que evite el austericido de países como Grecia, sin que aliados de los Estados Unidos, como Cambiemos y el Partido Judicial, puedan condicionar esto.

Bajo esta lógica, la jugada de CFK apunta a construir una mayoría electoral que brinde estabilidad interna para encarar el frente decisivo: el externo donde debe edificar un margen de maniobra propio con apoyos como el de China, Rusia, Europa y América Latina.

El problema reside, principalmente, en que la bomba financiera que armó el gobierno de Macri puede explotar en estos meses cruciales si se repiten corridas bancarias como las de 2018 y marzo de este año (Argentina, además, si no detiene el ciclo devaluatorio puede caer en una espiral que conduzca a una hiperinflación). Por eso, estos meses previos a la elección también son cruciales para la fórmula Fernández-Fernández en cuanto a que, por todas las vías, debe evitar que se materialice un golpe financiero que condicione aún más el margen de maniobra de Argentina en los mercados internacionales.

Precisamente, en la explicación de Cristina Fernández de Kirchner sobre su decisión, se encuentra exactamente lo que está en juego en esta elección: nada más ni nada menos que la gobernabilidad de la República Argentina.

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