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¿Adiós a Bolsonaro? (1)

Written by Debate Plural

José Luis Ríos Vera (Kaosenlared, 2-4-19)

La contradicción es el alma del proceso . Este principio universal se desenvuelve en Brasil con peculiar rebeldía. Como señalara Alfredo Saad Filho, desde hace cierto tiempo el gigante amazónico es una “tierra de ensueño para los cientistas sociales”. Un momento olímpico de la dialéctica. Un desastre que ata a las mayorías. Contradicciones de clase, tensiones políticas y relaciones de fuerzas dinámicas y cambiantes, en un marco de inestabilidad y crisis política permanente, colocan en el orden del día escenarios de metamorfosis de lo político-estatal, todo lo cual demanda el cenit de una praxis política colectiva y emancipadora.

A tan solo tres meses del gobierno encabezado por Jair Bolsonaro, ya se habla de impeachment contra el jefe del Ejecutivo. Más allá de la efectiva influencia que poseen las fuerzas armadas en el Estado, podría entregar directamente el aparato estatal a los militares en las manos del general retirado y hoy vicepresidente Hamilton Mourão. Como refiere Florestan Fernandes Júnior, “Tanto defendió el golpe de 1964 que ahora, es muy probable que Bolsonaro experimente él mismo una sacudida del tapete”. Así, la compleja maquinaria política brasileña y sus desdoblamientos de excepción, reactiva su funcionamiento en el “modo Golpe”.

A continuación reflexionamos sobre algunas de las principales contradicciones económicas y políticas que se presentan al paso de los intereses y acciones del nuevo gobierno brasileño. Estas contradicciones se constituyen como la base de una crisis política permanente, la cual acelera escenarios de violenta intensidad, de excepción, así como forma la base para la construcción popular de la alternativa.

Las contradicciones de nuestro tiempo en el capitalismo dependiente

El paso metodológico primario para el análisis de la coyuntura brasileña implica aprehender la relación inescindible entre economía y política en tanto unidad de relaciones sociales y condensación de contradicciones. Unidad de relaciones de explotación y dominio inmanentes al despliegue de acumulación y reproducción del capital, y que en su propia dinámica viva reproduce tensiones y contradicciones, las que constituyen el motor del movimiento y el cambio [1].

Las contradicciones son primarias, secundarias, internas y externas, algunas se recrean y otras se desplazan. Son inherentemente conflictivas y violentas, las más vivas se agudizan, y en considerables episodios, dan lugar a saltos y metamorfosis originales.

Las contradicciones conflictivas de nuestras sociedades dependientes guardan coordenadas locales, regionales y globales. Ello es así dada la convulsión espacio/tiempo alimentada con la mundialización del capital de finales de siglo XX, las modalidades de integración de los Estados dependientes y periféricos con los países centrales en este estadio, y sus relaciones construidas con la emergencia de nuevas potencias mundiales en las últimas dos décadas (Rusia, China, India). De tal modo, las luchas de clases de nuestro tiempo se recrean en la complejidad de una “síntesis de múltiples determinaciones” de coordenadas heterogéneas. El cuadro general que le subyace es la pendiente estructural del imperialismo hegemónico, el ascenso de un mundo multipolar, las relaciones de los Estados de América Latina y el Caribe con los nuevos polos del poder mundial, y la reacción del gobierno estadounidense con su intenso desplazamiento global hacia el unipolarismo guerrerista y militarista de Trump, de cuyo Jefe de Estado, Mike Pompeo, muy recientemente exclamó: “el hemisferio occidental es nuestro”.

En este cuadro, se pone de relieve el realineamiento brasileño de Bolsonaro y de su política exterior personificada por su grotesco canciller Ernesto Araújo (tutelado ya por los militares), lo que representa hasta ahora una conquista geoestratégica del imperialismo. Más aun, en el contexto de una geopolítica global en un mundo de ascenso multipolar, las agresiones imperialistas contra la “tríada de la tiranía” (Venezuela, Cuba, Nicaragua), la presencia de Brasil en el BRICS, y las relaciones otrora progresistas de éste país con los Estados de la región.

El proyecto económico general, la contradicción capital/trabajo y profundización de la crisis económica

En la economía brasileña ya se presentan claros avisos de una menor tasa de crecimiento que las proyectadas oficialmente. Como era previsible, a tres meses de iniciado el gobierno Bolsonaro, las dificultades económicas y políticas brasileñas se agravan, sin existir la menor capacidad en la maquinaria estatal de aminorar algunas de éstas.

A gran velocidad se atizó la crisis socio-ambiental en el nuevo gobierno. Ello con el derrame tóxico de la mega corporación minera Vale en la represa localizada en el municipio de Brumadinho en el estado de Minas Gerais (MG). El 25 de enero de este año, el desastre social y ambiental llevó a la muerte de 210 personas y 96 desaparecidos -hasta ahora-, así como a la contaminación de grandes ríos que abastecen a más de 100 mil habitantes, a lo que se añade la devastación del medio ambiente.

Como lo mostró la tragedia ambiental en el municipio de Mariana (MG) en noviembre de 2015, que dejó 19 muertos y afectaciones en 43 municipios de MG y Espíritu Santo, y con la responsabilidad de la misma empresa minera, la devastación tanto de ríos como de comunidades, refieren una crisis que lejos de ser “accidental” es estructural. Esta crisis está inserta en la fiebre del mercado externo con la venta de commodities (soya, mineral de hierro, madera, petróleo bruto, café, etc.), en tanto eje de acumulación en la reproducción del capital, el cual descansa en superexplotación de fuerza de trabajo y extracción exacerbada de recursos naturales, dos elementos principales en la primarización regresiva de la economía dominada por las fracciones del agronegocio exportador.

Las posiciones del actual Ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, defienden el establecimiento de hidroeléctricas y vías férreas en zonas protegidas. La orientación del nuevo gobierno privilegiará la producción agropecuaria con enormes repercusiones en la deforestación.

La tasa de desforestación en la Amazonia está muy próxima del 25%. De llegar a este nivel, sería irreversible la recuperación de la vegetación así como de los servicios ambientales que produce. Con Bolsonaro, se anuncia el agravamiento de esta crisis socio-ambiental. Por ejemplo, su postura sobre el Acuerdo de París sobre el cambio climático, sus rígidos intereses de sobreexplotación y mercantilización de la Amazonia, además de las nuevas condiciones de demarcación de tierras indígenas y de su negativa al reconocimiento de territorios quilombolas [2], los que ha transferido al Ministerio de Agricultura presidido por las fracciones ruralistas y del latifundio.

La crisis económica influyó con fuerza en las elecciones de octubre. El último lustro, está marcado por dos años de fuerte recesión (2015, 2016) y tres de cuasi estancamiento (2014, 2017, 2018). Como era de esperarse, con los planes ultra liberales del gobierno, muy difícilmente se podría aminorar el grave desempleo y subempleo presente en la economía, que juntos alcanzan a cerca de 30 millones de brasileños. A más de un año de entrada en vigor de la nueva reforma laboral (noviembre de 2017), se perciben sus daños funestos en el mundo del trabajo: predominio de lo negociado sobre lo legislado, flexibilidad de la Jornada de trabajo, disminución de tiempo de alimentación en la Jornada, pérdida de derechos de mujeres embarazadas, flexibilización del trabajo intermitente y el home oficce, liberalización “total” de la tercerización, menores salarios y precarización de derechos, entre otros. Para Bolsonaro, la vida de los empresarios “es difícil” debido a las leyes laborales, impuestos y normas ambientales. Tras la extinción del Ministerio de Trabajo en enero de este año, el ex capitán ha señalado en su reciente visita a Chile que la “mano de obra” brasileña “es de las más caras del mundo”, y que por ello apela a recurrir a la informalidad. Desde el gobierno golpista de Michel Temer, se observa el incremento de la tasa de pobreza y extrema pobreza, tendencia que verá agravarse ante el panorama actual.

Con alguna coherencia con sus planes anunciados, el ejecutivo ha comenzado con la instalación de su proyecto de privatización radical. El 15 de marzo, en el seminario “La Nueva Economía Liberal”, el ministro de Economía (antes Ministerio de Hacienda) Paulo Guedes, fue enfático al señalar que la prioridad del Gobierno de Bolsonaro es “privatizar lo posible”. Para ello, ha nombrado como secretario especial a Salim Mattar, que según palabras del ministro es dueño de “un apetito enorme, loco por privatizar lo máximo posible”. Guedes señaló que con la privatización de empresas estatales (banca pública, puertos, aeropuertos, etc.) cuya venta puede ser más factible, se podrían generar alrededor de 1.2 billones de reales (315 mil millones de dólares). Refirió que este valor no representa siquiera la mitad de la deuda pública de Brasil, equivalente a 5.3 billones de reales (1.4 billones de dólares). Y advirtió: «al final (si queremos pagarlo todo), tendremos que incluir a Petrobras también, al Banco de Brasil, tendrá que ir todo» [3].

Como puede observarse, programa privatizador, transferencias de riqueza, que implican superexplotación del trabajo, buscan efectuar un mandato del capital financiero.

En ese mismo Seminario, el Chicago boy Roberto Castello Branco, presidente actual de Petrobras, señaló que «transformará a Petrobras en lo más cercano posible a una empresa privada», para lo que ya se dispone a “vender hasta 40.000 millones de dólares de activos” en 2019, así como mínimo seis de las doce refinerías de la compañía petrolera y la mayor parte de su infraestructura de gasoductos (Ibid). Ya un año atrás se declaró defensor de “un amplio programa de privatización”, que incluye a Petrobras, Eletrobras, BB, Caixa, Basa, BNB, Correios, Infraero, Casa da Moeda, CBTU y Companhias Docas.

A esta profundización del desmantelamiento del Estado social -impuesta desde el golpe de 2016 bajo la hegemonía de la fracción financiera (local-extranjera)-, que incluyó la aprobación en el Senado de la Enmienda Constitucional 95 el 15 de diciembre de aquel mismo año, con la que se impuso el congelamiento del gasto público en salud y educación durante 20 años, se integra la presentación del presidente Jair Bolsonaro el día 20 de febrero de la Propuesta de Enmienda a la Constitución (PEC 6/2019) para la Reforma de la Seguridad Social, denominada “Reforma da Previdência”.

En resumen, privatización, violencia sobre los derechos laborales, desmantelamiento del estado social, ajuste fiscal, transferencia de recursos al capital financiero, y profundización de una economía exportadora sustentada en la primarización, conducirán al agravamiento de la crisis económica, social y ambiental.

Como antagonista principal en el centro de la acumulación del capital, las clases trabajadoras y los movimientos populares ya se organizan y movilizan contra la ofensiva de este gobierno.

Gobierno Bolsonaro: punto nodal de condensación de contradicciones

Modificaciones en los ejes y procesos de acumulación del capital son acompañadas de tensiones y alteraciones en la relación política de fuerzas, tanto al interior de las fracciones económicas dominantes, como en sus relaciones de oposición o de antagonismo de éstas con el campo de las clases populares. Ello impacta en el terreno del poder político del Estado, y en el conjunto de los aparatos estatales, espacio político en donde se condensan las contradicciones de clase.

Sobre esta base, señalamos que en la coyuntura actual se configura un intenso proceso de condensación de contradicciones. Éstese despliega a partir de las siguientes relaciones:el programa ultra liberal de apertura económica; la ofensiva contra las clases trabajadoras y los movimientos populares; el entreguismo de Bolsonaro a Estados Unidos; la incapacidad del Ejecutivo por imponer la reforma previsional en el Legislativo; la hostilidad del gobierno respecto a poderosos grupos de los medios de comunicación (Grupo Globo, Folha, entre otros); los choques de la presidencia y sus instituciones con el Judiciario y el Legislativo; tensiones con las fuerzas armadas.

Las contradicciones que sobresalen a partir de estas relaciones se constituyen –y algunas pueden ser verdaderamente determinantes-entre el Ejecutivo que preside Jair Bolsonaro con las fracciones industriales, del agronegocio, financieras (que hasta ahora son sus principales aliados), de las telecomunicaciones, así como con las propias fuerzas armadas, importantes grupos del poder legislativo, y del Judiciario.

Se crea así un escenario relativamente semejante a las condiciones de inestabilidad política experimentadas al primer año del gobierno golpista de Michel Temer, esto es, a mediados de mayo de 2017, cuando el depositario del Ejecutivo, dadas las tensiones con las clases dominantes y el movimiento popular, estuvo muy próximo de su defenestración.

En la coyuntura actual, con la asistencia y recreación continua de contradicciones más amplias y agudas, puede asistirse al exacerbamiento de éstas de cara a una crisis de Estado, escenario en el que no debe descartarse una “salida por la fuerza”.

Este proceso de condensación se extiende conforme el flujo de acciones del gobierno brasileño enmarcadas en distintos planos. A continuación reflexionamos sobre algunas contradicciones que se vienen manifestando.

Realineamiento de Brasil a la órbita imperialista: tensiones e impactos

En la visita de Bolsonaro a los Estados Unidos, fue sellado lo que denominamos como conquista geoestratégica del Brasil por el imperialismo [4].Ello en el marco de su ofensiva -desde el gobierno de Barak Obama hasta Trump- contra los intereses de América Latina.

El gobierno brasileño, como ya había dado clara muestra, evidenció su aceptación y subordinación completa a los intereses de Estados Unidos en su intervencionismo golpista, militarista, diplomático y de asfixia económica contra la revolución bolivariana de Venezuela. La cancillería venezolana atribuyó a esta asociación una “alianza neofascista” que realiza una inadmisible “apología de la guerra”.

A diferencia del propio poder Ejecutivo y el grupo extremo de bolsonarianos en donde destaca el canciller Ernesto Araújo y los hijos del ex capitán, los militares, en voz del vicepresidente Hamilton Mourão, han declarado su rechazo a una salida militar en Venezuela.

En esta visita, Bolsonaro entregó la geo-estratégica base militar de Alcántara en el Estado de Maranhão, en el nordeste del país. Se trata de una de las bases más estratégicas del mundo en el lanzamiento de satélites. Localizada frente a África occidental, la entrega de esta plataforma dará a Estados Unidos una ventaja comercial en el marco de la competencia geopolítica y tecnológica con China [5] . Después de dos fracasos del gobierno estadounidense para establecerse en la base de Alcántara en el año de 2001 (en el Congreso y mediante un plebiscito), inició las negociaciones en el periodo Temer, las que cerró Bolsonaro cediendo por completo y sin la menor reciprocidad. Esta subordinación impactará en el deterioro tecnológico e industrial brasileño, por ejemplo, en el sector aeroespacial, el cual se agudiza con la venta de Embraer a Boeing.

Las fuerzas armadas brasileñas no reciben nada bien la enorme concesión de Bolsonaro al imperialismo estadounidense. Para los militares, dicha entrega abdicaría de su pretendida “autonomía”, de su nacionalismo profesado. Impediría los objetivos de su histórica doctrina estratégica dominada por la noción de una “potencia intermedia” (Golbery do Couto e Silva), la cual supone una expansión económica internacional, crecimiento económico, industrialización, un desarrollo tecnológico propio, así como priorizar intereses en el terreno de defensa y “seguridad nacional”. Así, el programa de reversión neocolonial bolsonariano choca con la visión de dicha doctrina.

A esto se añade el anuncio de Trump de querer a Brasil como miembro preferencial de la OTAN, lo cual cuestiona los intereses del Estado brasileño y de las fuerzas armadas al subordinarlos a las exigencias del imperialismo.

Son tales las contraposiciones entre gobierno y la institución castrense que ya se preguntan en el país amazónico: ¿qué llevó a los militares a involucrarse en el apoyo a Bolsonaro? ¿Permanecerán éstos pasivos en el camino de su destrucción, muy posible con el entreguismo del ex capitán a Trump y el desmantelamiento de la economía? O de lo contrario, ¿podrán actuar hacia una especie de “redefinición” de su alianza tradicional con los gobiernos estadounidenses? Es éste un “punto ciego” de la fuerza armada brasileña que podría revelar su “impotencia” con Estados Unidos [6] .

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