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Escalada entre EEUU y Rusia sobre Venezuela: una mirada de fondo (1)

Written by Debate Plural

William Serafino (Mision Verdad, 28-3-19)

El tratamiento distante y a veces evasivo de los medios internacionales con respecto a la figura de Juan Guaidó, ha hecho evidente su desgaste. A dos meses de haberse autroproclamado «presidente de la República», el diputado por el estado Vargas, investido por Estados Unidos y la industria de medios occidentales como una figura de consenso con capacidad de rearticular al antichavismo en una agenda común, ha fallado en cristalizar la salida forzada del gobierno constitucional de Venezuela.

A las expectativas de que esto se lograría mediante un golpe exprés empujado desde facciones antichavistas en la FANB, le ha sucedido el desencanto. Así lo dejó saber en un artículo de opinión Carlos Blanco, asesor del partido de ultraderecha Vente Venezuela, este 27 de marzo: «Después se pueden echar todos los cuentos del universo, pero la idea era que el 23 de febrero o alrededor de esa fecha se producirían la entrada de la ayuda humanitaria, el quiebre del Alto Mando Militar y la salida de Maduro. Esa fue la oferta que se entendió. Y falló».

Lo dicho por Carlos Blanco, un opinador influyente para el sector más politizado de la oposición, no fueron palabras al aire. Luego de que Guaidó anunciará el inicio de la denominada «Operación Libertad», convocando al mismo tiempo un simulacro para el 6 de abril, las redes ardieron en críticas y señalamientos en su contra por seguir prolongando el tan esperado golpe final contra el chavismo.

Pero que los seguidores de la oposición crean que este «golpe final» aguarda la caída inminente y total del chavismo, es consecuencia de un manejo equivocado de estrategia política y comunicacional por parte de la dirigencia antichavista local y Washington. Elevar las expectativas del cambio de régimen cuando la posición de fuerza no es lo suficientemente sólida para concretarlas, ha generado la ola de decepción de las últimas horas.

La crisis de los partidos opositores debido a la canibalización de Washington, que arrastró a sus principales liderazgos a dos revoluciones de color (2014 y 2017) fallidas, ha dado paso a un fenómeno tan extraño como delirante: el único partido funcional que le queda al antichavismo es la red social Twitter, ante la destrucción planificada de las pocas estructuras de participación político-electoral que quedaban con vida, siendo Voluntad Popular el resultado final de ese proceso.

El partido mercenario y golpista, apéndice de los neoconservadores, ideado para esta fase del cambio de régimen.

Los sectores de la ultra venezolana, minoritarios en las encuestas y en presencia organizativa, pero bien conectados con sectores de poder en Estados Unidos (por ejemplo la cercana relación de María Corina Machado con el senador Marco Rubio), utilizan esta red social como un mecanismo de agitación para presionar a Guaidó. Según ellos, la opinión en Twitter favorable a la intervención, es expresión de la totalidad del país. Ahí es donde está lo delirante del asunto.

Siendo adversarios históricos de los partidos tradicionales que ostentan actualmente cuotas de poder legislativo, le exigen a Guaidó que, bajo el artículo 187 (numeral 11), exija una intervención militar extranjera, preferiblemente estadounidense. Le han impuesto un cronómetro en retroceso que enmarca el tiempo de vida de su propio liderazgo. Tienen el poder de la barra brava de Twitter a la que temen tanto los dirigentes opositores.

La crisis de Guaidó es el capitulo anterior de la guerra irregular

El fracaso de la operación «ayuda humanitaria» del 23 de febrero obligó a Washington a recalibrar los planes de agresión contra Venezuela. El paso siguiente fue un ciberataque contra la Central Hidroeléctrica de Guri (acusación del Estado venezolano respaldada por la propia revista Forbes), en el estado Bolívar, durante la noche del 7 de marzo.

La maniobra de fuerza, que dejó al país sin electricidad por varios días, haciendo extensivo sus dañinos efectos al suministro de agua y la producción petrolera, reanimó por momentos la figura de Juan Guaidó. Le dio una razón para revivir la «necesidad» de salir de Maduro.

En paralelo, un plan de guerra irregular de baja intensidad se abría paso en silencio. El jefe del despacho de Juan Guaidó y militante de Voluntad Popular, Roberto Marrero, fue detenido por las autoridades venezolanas tras encabezar un plan para dar ingreso a células mercenarias reclutadas en Centroamérica, que cometerían sabotajes a los servicios públicos y asesinatos selectivos contra dirigentes chavistas.

La fuente de financiamiento de esta operación tenía su origen en el robo a los activos petroleros del país, específicamente de la refinería Refidomsa ubicada en República Dominicana, en la cual la filial estatal PDV Caribe de Venezuela ostenta el 49% de las acciones.

El gerente del departamento legal de la empresa Rosneft en Venezuela, Juan Planchart, que a su vez es primo de la madre de Juan Guaidó, era el operador financiero que gestionaría la venta fraudulenta de esta refinería, atajando mil millones de dólares que serían utilizados para garantizar la efectividad del plan.

Aunque en la operación estaba vinculada la plana mayor de Voluntad Popular (desde Leopoldo López, hasta Freddy Guevara y el propio Juan Guaidó), la misma pareciera tener la autoría intelectual de Elliott Abrams, experto comprobado en conformar ejércitos mercenarios para ejecutar guerras de desgaste prolongadas. Caso Nicaragua, ampliamente reseñado por MV.

Lógicamente, la ventana de oportunidad para emplear estos combatientes mercenarios era el nuevo sabotaje eléctrico del 25 de marzo, esto hace que la acción de detección temprana del Estado venezolano adquiera un valor estratégico superior para la Paz y la estabilidad de Venezuela.

La denominada «Operación Libertad», promocionada por Guaidó como un nuevo «Día D», tenía el componente mercenario y de sabotaje como estructura de funcionamiento, ante la cual Guaidó podría replantear su rol en el marco de la coyuntura. Convertirse en una especie de gendarme de la paz en un país con brotes de conflicto irregular y guerra civil inducidos por Estados Unidos. El paso previo a la intervención preventiva para el «cese de la usurpación».

Pero la desarticulación a escala operativa de esta maniobra de guerra irregular, también suma al balance negativo de la figura de Guaidó a dos meses de su autoproclamación, pues a medida que avanza el tiempo su «interinato» desgasta su credibilidad al no tener control efectivo de la institucionalidad del Estado y de su principal palanca de estabilidad: la FANB.

El plan B a la operación de «ayuda humanitaria» tampoco resultó como esperaban, en tanto la idea de una intervención militar directa, unilateral o consensuada al estilo de una «coalición de los dispuestos», continua siendo impugnada por la mayoría de la comunidad internacional, incluso aquella que respalda la figura de Guaidó. Y es que a medida que el “presidente encargado” no logra el “cese de la usurpación”, tal parece que a Estados Unidos sólo le queda la opción de la fuerza militar para intentar cristalizar la salida forzada de Maduro.

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