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¿Ayuda humanitaria o “intervención suave”?

Written by Debate Plural

Félix Caballero Escalante (Rebelion, 19-2-19)

El oxímoron es una figura literaria de origen griego (οξυμωρον), compuesta de oxys (agudo, fino) y moros (desafilado, estúpido). El mismo describe una contradicción u oposición de términos binarios, ayuda a simplificar una situación compleja y evidencia lo opuesto. Lejos de excluirse, los términos se complementan para resaltar el mensaje señalado.

Quizá en Venezuela se esté configurando un peligroso e inédito oxímoron político al estilo de “broma macabra” usado por el escritor español Ramón del Valle Inclán en su memorable obra Luces de Bohemia. Es por ello que quisiéramos describir y descubrir el oxímoron del sistema internacional que se evidencia en el caso de la República Bolivariana de Venezuela donde lejos de servir en los principios fundamentales, resumidos en el Artículo 1 de la Carta de las Naciones Unidas (1), ha servido para beneficiar las intenciones unilaterales de EEUU quien aplica la coerción a través de sanciones y bloqueo a un Estado soberano una vez más.

El actual sistema internacional es producto del orden mundial postguerra y está dispuesto para mantener el equilibrio estratégico y la cooperación para la solución pacífica de conflictos, a su vez tratar los temas de violaciones de derechos humanos reflejados en los Estatuto de Roma (Parte II de la admisibilidad y la competencia de la Corte).

Sin embargo, una vez más, el unilateralismo de los EEUU y sus aliados, hace mella en las bases del sistema internacional moderno, como ya lo hizo innumerables ocasiones con “las revoluciones de colores” en los países de Europa oriental, Irak, Afganistán, Libia, Ucrania, Siria, para decir solo algunos ejemplos de las últimas décadas.

Según nuestro análisis, el caso venezolano es sui géneris, pues comparando con el caso de Ucrania, donde se logró hacer un golpe de Estado a través de complejas operaciones de injerencia a través del financiamiento de la USAID al movimiento de Euromaidán y otras ONG’s locales de “apoyo a la democracia”, el plano nacional era el principal espacio donde se jugaban las fichas.

En Venezuela el escenario principal de conflicto no es el territorio nacional, pues la oposición no ha logrado generar una situación de huelga general que paralice el desenvolvimiento normal de la nación para forzar un cambio promovido por la correlación de fuerzas internas del Estado.

En esta nueva modalidad, para hacer golpes de Estado no hay que seguir la fórmula clásica de reunir los elementos constitutivos de un Estado-nación, es decir, control de territorio + población + reconocimiento internacional, con tener apoyo de una parte de la población, reconocimiento internacional y una campaña comunicacional efectiva (si incluye estrellas de la farándula, mejor), ya es suficiente.

Así pues, la tarima principal del conflicto venezolano se manifiesta en el plano real (económico) y el plano mediático (opinión pública y parcialización de la comunidad internacional), pues se evidencia cómo el instrumento del reconocimiento internacional, las ayudas humanitarias, el ordenamiento jurídico de los Derechos Humanos se convierten, junto a las sanciones unilaterales, en arma de golpes de Estado y herramienta de presión en el sistema internacional.

Violación del derecho internacional

La “no hay alternativa” planteada por Guaidó y los líderes de Colombia, Perú, Brasil, Francia, entre otros países alineados a EEUU, haciendo ver que el cambio de poder es inminente, es algo que viola un principio fundamental del derecho: Nulla poena sine lege (No hay pena sin ley).

El marco jurídico de la acción de la oposición carece de bases constitucionales, ya que intentan aplicar la “usurpación de poder” citando el artículo 233 de la Constitución, el cual no aplica en ninguno de sus numerales, y por otro lado el derecho internacional también sale perjudicado puesto que intentan adaptar el principio de la “crisis humanitaria” en una situación que no se encuadra en esa categoría (2).

De esta forma existe un peligroso consenso entre un grupo de países de forzar el ingreso de toneladas de productos sin el control del Estado venezolano ni ningún otro organismo competente (Cruz Roja u Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios-OCHA), lo que viola los cuatro principios fundamentales de la ayuda humanitaria:

  1. Humanidad: el Caso venezolano, así como lo fue el caso de Libia, quedará para la historia del Derecho internacional como el claro ejemplo de como la ayuda humanitaria se usa para operaciones injerencistas cuyo objetivo sea el cambio de régimen, el cual beneficia los intereses geopolíticos de una potencia dada.
  2. Neutralidad: Los productos que supuestamente entrarán al territorio venezolano el 23 de febrero, no estarán bajo control de ninguna institución legítima, sino por un voluntariado reclutado por una de las partes del conflicto, es decir, la gran masa de productos entrarán para beneficiar a la oposición venezolana quien intenta usurpar las funciones del gobierno nacional.
  3. Imparcialidad: No se está procurando la debida fiscalización y ordenamiento de los productos lo que complica la efectiva llegada de dicha “ayuda” a las personas necesitadas. Priorizando así los fines políticos (ingreso de recursos bajo el control del gobierno paralelo).
  4. Independencia operativa: Según este principio, la acción humanitaria debe ser autónoma de los objetivos políticos, económicos, militares. Conociendo la situación irregular por la que entraría dicha “ayuda” podría pensarse que es más una carnada para que el Estado venezolano, haciendo valer su derecho a la soberanía y control del territorio, bloquee el paso de los convoys y se fuerce a una situación violenta donde pueda declararse un casus bellis lo que inauguraría el escenario militar, esta situación se complica con los dos conciertos convocados en la frontera, lo que garantizará la presencia de una masa de personas que pueden salir perjudicadas.

¿A quiénes les interesa intervenir?

De esta manera, se prepara un acto donde la ayuda humanitaria y el reconocimiento internacional, figuras que aparecen en el derecho internacional público para garantizar las conexiones entre estados y el bienestar de la población, se convierten en mecanismos de una nueva “intervención blanda” dirigida con el fin de aislar a un Estado.

El gabinete de guerra de Trump (Mike Pompeo, John Bolton, Michael Pence y Elliott Abrams como enviado especial para Venezuela), en enlace con Colombia como líder de los países de la región, parece que estuvieran buscando iniciar un conflicto bélico propio, pues a la fecha solo han hecho seguimiento y control de daños a guerras ya iniciadas anteriormente. La guerra es una solución muy buena para difuminar temas como la mega deuda del país norteamericano y la posibilidad del impiechment al presidente y en el caso colombiano, el Estado podría proseguir con el asesinato silencioso de los líderes sociales en una situación de conflicto regional.

Hay que notar que el reconocimiento de los países que apoyan a Guaidó fue automático, luego de que el Departamento de Estado declarara lo propio el 23 de enero de 2019, lo que muestra el unilateralismo de esta operación y falta de autonomía en las decisiones de los países que reconocieron al equipo político que pretende usurpar el poder.

Ante este escenario complejo, la pregunta no queda en quién se queda, el presidente Maduro o Guaidó, sino en que si se permite instaurar una práctica de esta naturaleza en el sistema internacional, no habrá límites en la injerencia de los asuntos internos en ninguna parte del mundo, basta que una persona carismática reúna una masa y tenga apoyo internacional para poder revertir el orden constitucional de un país. Esta premisa la conoce Rusia y China quienes han tenido una posición apegada al ordenamiento jurídico internacional con respecto al derecho de autodeterminación de los pueblos y descartar cualquier opción militar para la solución del conflicto.

El campo geopolítico del conflicto

Lo que vemos en Latinoamérica igualmente es el conflicto entre las potencias por mantener o expandir zonas de influencia, tanto la OTAN al este de Europa como Rusia y China en Latinoamérica.

EEUU deja claro en su actual Estrategia de Seguridad Nacional, la amenaza que representa la presencia de fuerzas extracontinentales en la región como la de Rusia y China (3), podemos especular incluso, que es una de las razones del por qué el ciclo de gobiernos progresistas se transformó en el ciclo de gobiernos alineados con la Doctrina Monroe en tan corto tiempo.

La retórica belicista y “oximorónica” de los halcones ha llegado a todos los niveles de la institucionalidad estadounidense, no sólo el presidente Trump y el Secretario de estado Mike Pence, que reiteradas veces han manifestado que “todas las opciones están en la mesa”, sino también el presidente del comité de Servicios armados del Senado estadounidense, el republicano James Inhofe, quien mencionó la opción de intervenir armadamente en Venezuela si Rusia establece una base militar en Latinoamérica algo que tuvo mucha resonancia en el ámbito mediático (4).

¿Cómo entra Rusia en este tablero?

A pesar de que, según el especialista en geopolítica, Pedro Baños (5), cree que el verdadero competidor económico en la región es China, Rusia ha jugado de manera inteligente al asentar sus bases de relaciones de complementariedad no sólo con Venezuela sino con Ecuador, México, Argentina, Brasil y en especial, Cuba, donde próximamente el gigante euroasiático, además de profundizar sus relaciones comerciales y energéticas, instalará una estación de mediciones para el sistema de navegación Glonass competencia del GPS estadounidense (6).

Rusia, de esta manera, se encuentra posicionada en el espacio vital (lebensraum) de los EEUU, el Caribe a través de Cuba y Venezuela, eso es lo que le molesta más a la potencia americana, que ese triángulo se consolide aún más desde el punto de vista comunicacional, tecnológico, militar y económico, y Rusia se instale en la región incluso con mayor intensidad que en las épocas de la URSS.

Aquí el sistema internacional tiene solo dos opciones siguiendo la metáfora del oxímoron, o bien se convierte Venezuela en un nuevo escenario de conflicto bélico y seremos testigos y víctimas de una nueva arremetida imperialista ante los ojos estupefactos del derecho internacional, o el multilateralismo activa sus mecanismos de control (como ya lo ha hecho en parte con la convocatoria del Mecanismo de Montevideo) y luego de superadas las tensiones, el sistema internacional se sumergirá en una profunda etapa de revisión y renovación para evitar que los vacíos legales sirvan para beneficios de acciones unilaterales para dañar la integridad de un miembro de la comunidad internacional. 

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