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In memoriam de Lipe Collado (34)

Written by Debate Plural

“Dios es la revolución”, dijo el mártir Papilín (1)

Lipe Collado (Hoy, 25-1-14)

La iglesia católica dominicana se creció al clímax en el tramo final de la Era de la Tiranía de Trujillo con su agresiva y provocadora pastoral de 1960 motivada por el Día de la Altagracia –21 de enero-, que fue aprobada y fechada por la Conferencia del Episcopado el 25 y leída en sus poco más de 600 templos católicos a nivel nacional el domingo 31 al finalizar la misa mañanera, sacudiendo las bases del régimen de concreto armado político aleado con acero histórico inoxidable.

Retrotrayendo el famoso Sermón de Advientos del padre Montesinos del domingo 28 de diciembre de 1511, con esa contundente e inesperada Pastoral en defensa de los Derechos Humanos, la Iglesia Católica desató de repente los nudos gordianos que la unían atávicamente a la tiranía. Su actividad crítica y provocativa no se habría de detener hasta que el 30 de mayo de 1961 el tirano fue eliminado a tiros.

Sacerdotes fueron perseguidos, acorralados y en algunos casos encarcelados brevemente, pero la peor parte la llevaron los seminaristas que desde antes de la admonición pastoral se habían enrolado en la resistencia antritrujillista. De entre todos sobresalió con fintas de mártir santo un humilde seminarista de La Romana, Luis Ramón Peña González, conocido por Papilín, miembro del movimiento clandestino 14 de junio develado a principios de enero de 1960.

El doctor Rafael Valera Benítez narró para la historia de la resistencia en su libro Complot Develado la pesarosa suerte del seminarista Papilín, su alta moral, fe cristiana e indudable valentía y que les insufló a todos en las mazmorras del penal de La Victoria y de la cárcel de torturas de La 40. “Pero hubo alguien que escogió la muerte cuando lo colocaron ante una alternativa inaceptable para su espíritu. Yo pude conocer su drama y es uno de los acontecimientos que más profunda impresión ha dejado en mi vida porque estuve cerca de un mártir, de un revolucionario y, quizás también, de un verdadero santo”, dice en la página 52.

Papilín confrontó con serenidad cristiana al temible Johnny Abbes García y demás torturadores de La 40 y organizó una red de resistencia al convencer a los presos políticos para que “se armaran” con un crucifijo o sencillamente con una cruz hecha de cualesquiera objetos y rezaran en alta voz cada día el santo rosario. Aquello constituyó un bálsamo para los torturados y una especie de tortura síquica para los torturadores.

“-Compañeros, Dios es la revolución”, les respondía con vehemencia cristiana a los presos políticos que proclamaban una contradicción entre ser revolucionario antitrujillista y orar con palabras religiosas que en alguna medida proclamaban la resignación.

El doctor Valera Benítez testimonió en la página 52 un encuentro entre el coronel Abbes García y el seminarista tenido en la cárcel como un Cristo redivivo por las torturas salvajes a las que era sometido, su quietud, mansedumbre e irradiación de falta de miedo:

El coronel Abbes García, en medio de una sesión de torturas bestiales le gritó:

“-Reza desde ahora, maldito, a ver si tu Cristo te salva!”

Palabras que en cierto modo recordaban la escena bíblica del Cristo ya crucificado al decir “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, de donde conminaba a Papilín a que clamara a Cristo para que lo salvara de su muerte inminente.

“Allí estaba Papilín, seco y enjuto, con una atmósfera inexpresiva en su rostro anguloso. No parecía sentir ni odio ni miedo. No parecía sentir nada. Abbes García lo midió como quien mide a un viejo enemigo de repente encontrado” (…)

El seminarista Papilín miró al criminal torturador sin el esperado brillo de terror en sus ojos y le espetó:

“-No es mi salvación la que está planteada. Estoy a salvo de antemano aunque muera. Lo que me pregunto es si ustedes lograrán salvarse”.

…Y como bien sabemos, la bestia Abbes García fue asesinado junto con su esposa y sus hijos años después en Haití…

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