Internacionales Politica

La muerte metafisica del pueblo judío (1)

Written by Debate Plural

Michel Fonte (Rebelion, 11-1-19)

La noticia de la nacida formal del Estado-nación judío i , el 19 de julio de 2018, no era imprevisible, dado que la agenda política de Benjamín Netanyahu persigue ese objetivo con determinación, de hecho, todas sus acciones han sido coherentes con la visión de un país blindado y agresivo – como un fortín que avanza para englobar tierras consideradas esenciales para su seguridad (teoría de los confines mutantes) – y, además, con la pretensión, suportada por la supremacía económica y militar, de convertirse tanto en protagonista del tablero geopolítico en Oriente Próximo (Arabia Saudí, Bahrein, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Iraq, Irán, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Omán, Qatar, Siria, Sudán y Yemen), como en antagonista de las potencias mundiales (Rusia, China y EE. UU.), sin embargo cultivando relaciones amistosas con las mismas. La polémica ley aprobada por el parlamento ii , que ha exasperado el talante cada vez más belicoso de Israel en su zona de influencia, es otra pieza del mosaico procedente de la doctrina ideológica del Likud, partido que desde siempre se opone a cualquier aproximación a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y al desmantelamiento de las colonias en territorio de Cisjordania (zonas de Judea y Samaria administradas por Israel a partir de 1967) iii .

Netanyahu no tiene ninguna intención de favorecer un acuerdo de paz, por el contrario, los recientes acontecimientos, como el involucramiento cada vez más activo del país en la guerra siria, las continuas incursiones en la Franja de Gaza, ya reducida a una pila de ruinas, y el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén (14 de mayo de 2018) impulsado por la casta financiera sionista (Paul Singer, George Soros, Stephen Allen Schwarzman y otros), a cambio de apoyar la política de Trump (América First) evitando presionar la economía norteamericana con sus maniobras especulativas, han robustecido el proyecto de virar hacia un Minotauro nacionalista. Ese muestro acuartelado en su laberinto supertecnológico, distópico y con confines orwellianos, reivindica el reconocimiento internacional de la ciudad sagrada como capital de Israel, así como contemplado en el plan “Ben-Gurión” (1948), que naufragó antes por el conflicto con Jordania – que se apoderó de la parte oriental de la urbe – y sucesivamente, como consecuencia de la “Guerra de los Seis Días” (5-10 junio de 1967) en que las fuerzas de defensa reconquistó la totalidad del municipio iv , por el decidido rechazo de la ANP y de numerosos gobiernos occidentales, que, en aquella difícil contingencia, determinaron enfriar el conflicto abriendo o manteniendo sus embajadas en Tel Aviv, proclamada inicialmente sede institucional de la nueva patria judía. Está claro que la ley que define el hebreo como único idioma oficial reservando el derecho a la autodeterminación a los descendentes de la Torá, generará discriminaciones, en la sustancia ya perpetradas, afectando el 20% de la población compuesta por árabes-israelíes, es decir, alrededor de 2 millones de personas sobre un total de 8.709.000 vi(datos 2017).

Al parecer, la clase política asentada en la Knéset empieza a encajar en las categorías filosóficas elaboradas por Hannah Arendt, cuando calificó la actuación en los campos de exterminio durante el holocausto. El notorio “enemigo interno” de los nazis, o sea, el extranjero que amenaza la nación de su interior, se transformó en un patrón que se alojó de manera horrorosa en el subconsciente alemán, generando las peores atrocidades, eso es propiamente lo que distingue el totalitarismo, negro y rojo, respecto al nacionalismo y a la fase inicial del imperialismo vii . Su concepción del mal fue profundamente radical, dado que el otro no solo iba apartado sino que también eliminado, sin que dejara huellas de su presencia terrenal, es precisamente lo que pasó en los campos de concentración con la eliminación física de los cadáveres de los prisioneros en los hornos crematorios, y es lo que se propone actualmente, de manera más sutil pero desfachatada, promoviendo la criminalización masiva de individuos por sus orígenes étnicas o religiosas. La naturaleza de la reclusión ha cambiado, pasando de la dimensión del encierro dentro del estado-nación (lager, gulag y campos de la muerte) para controlar y erradicar al supuesto enemigo, a la de la reclusión por aislamiento, típicos ejemplos son los muros de Gaza y de Assothalom viii y la valla de la frontera entre México y Estados Unidos.

Sin abogar por la concepción de los libertarios mundialistas, que anhelan construir estados sin confines, una antinomia conceptual que mermando los derechos fundamentales ha producido generaciones de esclavos globales, se pone el dilema si existe una tercera vía entre estas dos posiciones extremas o, por el contrario, se trata de aire frito. Un enfoque diferente sobre el asunto, debe valorar una multiplicidad de alternativas rechazando medidas vagas y abstractas, y, al mismo tiempo, considerar prácticas vinculadas con las peculiaridades de sociedades en situaciones concretas. Razonablemente, no se puede seguir desestimando que los lugares, la cultura y la historia tienen un peso específico, así que ya ha llegado el momento de sustituir, o por lo menos modificar, insulsas creencias doctrinarias con planes específicos, que nacen de la experiencia y que no temen compromisos y arreglos para conseguir el objetivo de una convivencia pacifica.

La deshumanización colectiva

Quien se propone de realizar prisiones a cielo abierto, avala una lógica descartante que no es una novedad, puesto que ya hubo diversos casos en el siglo pasado, entre otros, la división de Berlín, el embargo occidental a Cuba ix y el de Iraq, no obstante, lo que ha mutado es la dimensión planetaria del fenómeno. El prevalecer del dogma del “dejar afuera”, significa fundamentalmente excluir países o partes de su territorio de un conjunto de relaciones (políticas, económicas, científicas, diplomáticas y militares) relegando a los integrantes de sus poblaciones, colectiva e individualmente, en una condición de encarcelamiento mental, jurídico y social. Esta política para tener éxito se funda en la “deshumanización del otro”, dicho de otra manera, el todo uno del nuevo totalitarismo se alimenta de minarquismo, una teoría que delega al Estado la única función de vigilante o guardián para asegurar las libertades individuales, protegiendo el espacio nacional x , en el interior, de influencias y presiones sociales que pueden atentar a la falsa neutralidad de sus leyes, y en el exterior, de flujos migratorios y fuerzas militares de Estados no minarquistas. Lo más extraño es que los que han sufrido, a lo largo de los siglos, un virulento proceso de guetización y aniquilación, se presentan como puesto avanzado de este orientamiento y se hacen promotor de una dura forma de confinamiento y segregación, que no tendrían que abarcar a la luz de los acontecimientos que culminaron en su gran tragedia. Hoy en día, Israel ha concebido su “enemigo interno” identificándolo entodo lo que tiene relación con el mundo árabe-islámico, es evidente que se trata de un arquetipo que ha surgido como reacción a una condición atávica de represión y a la aversión de un entorno hostil, que al ser considerado periférico, ha padecido una decisión adoptada, como siempre, por el centro imperialista contra su voluntad (la famosa Declaración Balfour) xi .

Si se examinan las condiciones de vida en Gaza, son muy similares a las de un moderno campo de concentración xii , porque, con el paso del tiempo, se ha inoculado en las tropas la idea de una superioridad que exaspera el proceso de deshumanización de los palestinos, ya en acto, permitiendo infligir cualquier forma de castigo y vejación y garantizando la impunidad de los autores xiii . Inevitablemente, se ha desarrollado un “supersentido ideológico israelí” fundado en la reiterada y proclamada especialidad del holocausto, así que, de manera inconsciente, la supervivencia de la entidad judía autoriza a ejercer cualquier genero de abuso, relegando a la superfluidad la vida humana de todos los que ponen en peligro o se oponen a su ley absoluta xiv . Esta última, que se concreta en la preservación de la soberanía y seguridad nacional, encarna la “mímesis de lo absoluto” contenida en el tabernáculo de la agenda sionista, de otra parte, la misma Arendt, en diversas ocasiones, expresó duras criticas contra el concepto de estado-nación, específicamente, después de la Conferencia de Biltmore xv (Nueva York, 6-11 mayo de 1942), en que Ben Gurión se presentó como el principal inspirador de un patria étnica en Palestina. La pensadora alemana-estadounidense rechazó rotundamente aquel proyecto, teniendo en cuenta que en sus escritos había puntualmente denunciado la degeneración del concepto de ciudadano, que se manifestaba cuando la nacionalidad entendida como pertenencia a una organización clánica, se apoderaba del Estado xvi . Es incuestionable el choque entre dos tesis, una que considera que la comunidad estatal nace solo cuando hay un grupo con elementos comunes (lengua, raza, tradiciones, religión, historia y contexto geográfico), y subordina la adquisición de la ciudadanía al presentar estas características o incluso un indefinido soplo espiritual, y la otra, que la atribuye a cada individuo por el simple hecho de haber nacido.

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