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Bolsonaro, un signo de los tiempos (2)

Written by Debate Plural

Francisco Muñoz Jaramillo (Sinpermiso, 4-1-19)

Así el “fin del lulismo […] tuvo su raíz en la crisis económica de 2008 que derrumbó los precios de los commodities y generó importantes movilizaciones sociales y de trabajadores”, especialmente en 2013, rompiendo “de facto el consenso trabajadores-empresarios y el esquema de coalición para gobernar, entre sectores de izquierda y varios grupos de centroderecha como el PMDB” que había promovido la dirección lulista.

El sociólogo Raúl Zibechi recuerda que junio de 2013 fue el momento decisivo, el que formateó la coyuntura actual, desde la caída de Dilma hasta el ascenso de Bolsonaro. En ese momento comenzaron las manifestaciones de jóvenes estudiantes urbanos contra el aumento de las tarifas del transporte urbano, que encontraron la reacción brutal de la policía militar, que tuvo inmediata respuesta de miles de ciudadanos en 353 ciudades del país.[

Esta coalición se rompió en 2014 cuando la derecha llenó el Congreso y logró, finalmente, el juicio político y la destitución de Dilma [en el 2016], mientras se desmoronaba la socialdemocracia de Fernando Henrique Cardoso: su candidato Geraldo Alckim apenas logró el 4% de los votos y su base social emigró [potencialmente hacia…] Bolsonaro.[

De tal manera que, el llamado lulismo como alternativa de gobierno y bloque dominante basado en los mecanismos de construcción de consenso social por medio de la distribución masiva de las rentas del extractivismo, que caracterizó en muy buena medida a los gobiernos progresistas y en general a este ciclo político regional determinado por el boom de las commodities, […fue] afectado de manera […significativa].[

Esto produjo de su parte, un grave deterioro de la imagen y legitimidad del Partido de los Trabajadores (PT) que gobernó Brasil en los últimos años. Percepción social que se deterioró aún más a causa de los altísimos niveles de corrupción pública gestada precisamente en el seno del partido gobernante. En la perspectiva del mencionado viraje, lajudicialización de la política ha sido uno de los instrumentos de la manipulación del poder, la representación política y el chantaje, de determinados sectores económicos y políticos, en el marco de la estructuración del Estado de excepción que se da en toda América Latina, aunque de manera diferenciada en cada país.

La crisis se exacerbó ante “las denuncias de corrupción dirigidas específicamente al PT” que “vivió el mayor caso de corrupción de su historia” con la denuncia de Lava Jato, afectando “a las empresas más importantes del país, como Odebrecht y Petrobras”[, lo que justificó “el golpe institucional de 2016” y terminó “tiñendo al conjunto de la clase política brasileña”. Teniendo en cuenta que, en este periodo, la corrupción pública se ha transformado en un fenómeno y red de carácter mundial y regional como uno de los mecanismos contemporáneos de incremento de la acumulación capitalista.

Todo este proceso examinado se dio en condiciones de una larvada crisis política generada por un régimen multipartidista extremo, combinada con la ofensiva neoliberal regional, la misma que responde a una de las tendencias contradictorias del capital financiero global que, como dice Formento, al analizar las cuatro principales tendencias de la globalización disputan la intervención y dirección económica y política de Brasil[. Tema que será ampliado párrafos adelante.

En estas condiciones, debilitado y deslegitimado el PT y frente a la fragilidad tradicional de los partidos de derecha y el rechazo a los políticos tradicionales, se creó el caldo de cultivo para que la sociedad y la clase dominante optaran por un outsider que se encarnó en Bolsonaro. En este sentido el sentimiento anti-política subyacente en la sociedad de Brasil se repotenció en los últimos años, estimulado por los escandalosos casos de corrupción pública consumados en los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff. Tras el golpe institucional que destituyó a esta última en 2016 y la paupérrima y corrupta gestión de Michel Temer, quedó en evidencia la putrefacción del sistema político y se impuso un sentido común de rechazo a la clase dirigente[.

Resumiendo, Bolsonaro es -en el ámbito político- el resultado de este deterioro profundo que vivió Brasil, especialmente en los últimos años. Concurren adicionalmente a crear un ambiente favorable para el surgimiento de un candidato outsider, los procesos de extrema inseguridad y violencia pública y ciudadana, detonantes para influir radicalmente en el cambio del sentido común de los sectores subalternos construidos desde una perspectiva de izquierda, en los años de bonanza del progresismo brasilero, liderado por el PT y Lula.

Cambio radical para el cual jugó un rol determinante la manipulación hegemónica, ideológica-cultural, de los enormes sectores subalternos de la población brasilera, generado especialmente por los grandes medios de comunicación y el activismo de la religión evangélica. Todo este compost agravado por la situación de mayor inequidad y pobreza estructural, profundizada por la ola de descontento social, la violencia y la inseguridad ciudadana, y la securitización; promovieron, en suma, un ambiente social en correspondencia con el viraje político neoliberal propicio para el recambio electoral con un outsider.

En este marco, se complementó el viraje político con un proceso de represión y coacción sistemática a determinados sectores sociales, en la perspectiva de imponer la “hegemonía – como diría Gramsci- acorazada de coacción”. Cabe entonces considerar la siguiente información:

Las víctimas fueron líderes locales, responsables de proteger la fauna salvaje o productores que defendían sus tierras.Brasil registró el peor balance, con 57 muertos, con tres masacres en las que fallecieron 25 personas, liderando el ranking de muertes de defensores de la tierra y del medio ambiente[.

También durante el 2017 aumentó un 20% la violencia policial, con un promedio de 14 muertes por día en intervenciones policiales.[

El tema de la inseguridad -64 mil muertos en 2017– es una de las claves de las políticas de dominio de los poderosos: cuatro de cada cinco informaciones de los medios hegemónicos (no sólo en Brasil) se refieren a asuntos policiales[.

Conforme al enfoque de este artículo, Bolsonaro más allá de Brasil, sería un signo de los tiempos. ¿De qué tiempos? De los que vive la humanidad, el planeta, la región y el capitalismo. Donde se evidencian cambios, nuevas situaciones y tendencias, como también procesos y liderazgos de renovado tipo; todo lo cual ha llevado a muchos analistas a concluir que asistimos a la crisis del ámbito político en la vida social,como dice el filósofo francés Rancière, el “fin de la política” o como dice Chantal Mouffe, la “pos-Política”, posiciones que anuncian una fase de “neofascistización en el mundo”[. A continuación se examina este contexto regional y mundial.

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