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El oscuro sendero del neoliberalismo al fascismo

Written by Debate Plural

Chris Hedges (Mision Verdad, 17-12-18)

El neoliberalismo como teoría económica siempre fue un absurdo. Tenía tanta validez como ideologías anticuadas tipo el derecho divino de los reyes y la creencia del fascismo en el Übermensch (Superhombre). Ninguna de sus presumibles promesas eran ni remotamente posibles. Concentrar riqueza en las manos de una oligárquica elite global -ocho familias ahora tienen tanta riqueza como el 50% de la población mundial- mientras se demuelen los controles y las regulaciones gubernamentales siempre crea una masiva desigualdad en los ingresos y poder monopólico, alimenta el extremismo político y destruye la democracia. No tienes que esforzarte en leer las 577 páginas de El Capital en el siglo XXI de Thomas Piketty para averiguarlo. El punto era la restauraciòn del poder de clase.

Como ideología dominante, el neoliberalismo fue un triunfo brillante. A principios de 1970, sus críticos keynesianos más conocidos fueron echados de la academia, institutos estatales y organizaciones financieras como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, y silenciados en los medios. Aduladores complacientes e intelectuales petulantes como Milton Friedman fueron preparados en lugares como la Universidad de Chicago y les dieron prominentes plataformas y abundante financiamiento corporativo. Ellos diseminaron el mantra oficial de las extremistas y desacreditadas teorías económicas popularizadas por Friedrich Hayek y el escritor de tercera categoría Ayn Rand. Una vez nos arrodilláramos ante los dictados del mercado y levantado las regulaciones gubernamentales, cortáramos los impuestos a los ricos, permitiéramos fluir dinero a través de las fronteras, destruyéramos los sindicatos y firmáramos acuerdos comerciales que enviaran empleos a maquilas en China, el mundo sería un lugar más feliz, libre y rico. Fue una estafa. Pero funcionó.

«Es importante reconocer los orígenes clasistas de este proyecto, que ocurrió en la década de 1970 cuando la clase capitalista estaba en un alto grado de dificultad, los trabajadores estaban bien organizados y empezaban a hacer retroceder», me dijo David Harvey, autor de Una breve historia del neoliberalismo, cuando hablamos en Nueva York. «Como toda clase dominante, necesitaban ideas dominantes. Así que las ideas dominantes eran que la libertad del mercado, las privatizaciones, el emprendimiento del individuo, la libertad individual y todo el resto de ello deberían ser las ideas dominantes de un nuevo orden social, y ese fue el orden que se implementó en los 1980 y 1990».

«Como proyecto político, fue muy astuto», dijo. «Tuvo gran consentimiento popular porque hablaba sobre libertad individual y libertad, libertad para elegir. Cuando ellos hablan de libertad, hablan de libertad de mercado. El proyecto neoliberal dijo a la generación del ’68: ‘Ok, ¿quieren libertad y más libertad? De eso se trató el movimiento estudiantil. Se la vamos a dar, pero será libertad del mercado. Olvídense de la otra cosa que buscaban: justicia social. Así que les daremos libertad individual, pero olvídense de la justicia social. No se organicen’. Se intentó desmantelar estas instituciones, que eran aquellas instituciones colectivas de la clase trabajadora, particularmente los sindicatos y poco a poco los partidos políticos que se mantuvieron con algún interés por el bienestar de las masas».

«Lo genial de la libertad del mercado es que aparece como si fuera igualitaria, pero nada es menos desigual que el igualitario trato de los desiguales», siguió Harvey. «Promete igualdad en el trato, pero si eres extremadamente rico, quiere decir que puedes volverte más rico aun. Si es bastante pobre, lo más probable es que serás más pobre. Lo que Marx mostró brillantemente en el primer tomo de El Capital es que la libertad del mercado produces los más grandes niveles de desigualdad social».

La diseminación de la ideología del neoliberalismo estuvo altamente organizada por una unificada clase capitalista. Las elites capitalistas financiaron organizaciones como el Business Roundtable y la Cámara de Comercio, y tanques de pensamiento como la Fundación Heritage para vender la ideología al público. Prodigaron universidades con donaciones, mientras éstas pagaran vasallaje a la ideología dominante. Usaron su influencia y riqueza, así como son ellos mismos los dueños de plataformas mediáticas, para transformar a la prensa en su portavoz. Y silenciaron a los herejes o hicieron lo posible para que no consiguieran empleo. Elevar los valores de las acciones en vez de la producción se convirtió en la nueva medida de la economía. Todo y todos fueron financierizados y mercantilizados.

«El valor se fija por cualquier precio que se realice en el mercado», dijo Harvey. «Así, Hillary Clinton es muy valiosa porque dio una conferencia a Goldman Sachspor 250 mil dólares. Si yo doy una conferencia a un pequeño grupo del centro y obtengo 50 dólares por ello, entonces obviamente ella vale mucho más que yo. La valorización de la persona, de su contenido, se tasa bajo cuánto puede obtener en el mercado».

«Esa es la filosofía que está detrás del neoliberalismo», continuó. «Debemos ponerle precio a las cosas. Incluso cuando no son realmente que deberían tratarse como mercancías. Por ejemplo, la salud se vuelve mercancía. Hogares para todos se convierte en mercancía. La educación se convierte en mercancía. Así que los estudiantes deben pedir prestado para obtener la educación que le permitirá tener un trabajo en el futuro. Ese es el fraude de la cuestión. Básicamente refiere que si eres un emprendedor, si te preparas, etc., obtendrás tu justa recompensa. Si no la obtienes, es porque no lo intentaste lo suficiente. Tomaste los cursos que no debías. Tomaste cursos de filosofía o literatura clásica en vez de tomar uno en gestión de habilidades o de cómo explotar el trabajo».

La estafa del neoliberalismo está ahora expansivamente comprendido en todo el espectro político. Es cada vez más difícil ocultar su naturaleza predatoria, incluyendo sus demandas por grandes subsidios públicos (Amazon, por ejemplo, recientemente buscó y recibió una multimillonaria exención tributaria de Nueva York y Virginia para instalar centros de distribución en esos estados). Esto ha forzado a las elites dominantes hacer alianzas con demagogos de derecha que usan las crudas tácticas del racismo, islamofobia, homofobia, fanatismo y misoginia para canalizar la creciente rabia y frustración de la gente, no hacia ellos, sino contra los vulnerables. Estos demagogos aceleran el pillaje por parte de las elites globales mientras que al mismo tiempo prometen proteger a los hombres y mujeres trabajadores. La administración de Donald Trump, por ejemplo, ha abolido numerosas regulaciones, desde las emisiones de gases invernaderos a la neutralidad de la red, y cortó los impuestos para los individuos y las corporaciones más pudientes, eliminando un estimado de 1.5 billones de dólares en ingresos al gobierno en la próxima década, mientras acoge el lenguaje y las formas de control autoritarios.

El neoliberalismo genera poca riqueza. En vez, la redistribuye hacia arriba en las manos de las elites dominantes. Harvey llama a esto «acumulación por desposesión».

«El principal argumento de la acumulación por desposesión descansa en la idea de que cuando la gente agota la capacidad de hacer cosas o proveer servicios, ellos instalan un sistema que extrae riqueza de otras presonas», dijo Harvey. «Esa extracción entonces se convierte en el centro de sus actividades. Una de las formas en que esa extracción puede ocurrir es creando nuevos mercados de mercancías donde antes no había. Como ejemplo, cuando yo era más joven, la educación superior en Europa era esencialmente un bien público. Cada vez más [este y otros servicios] se han convertido en actividades privadas. El servicio de salud. Muchas de estas áreas que podrías considerar no como mercancías en sentido ordinario, se vuelven mercancías. El sector inmobiliario para la población de bajos ingresos era usualmente visto como una obligación social. Ahora todo debe estar trazado por el mercado. Tú impones una lógica mercantil en áreas que no deberían estar abiertas al mercado».

«Cuando yo era un niño, el agua en Bretaña era proveída como un bien público», dijo Harvey. «Luego, claro, se privatiza. Empiezas a pagar facturas de agua. Ellos han privatizado el transporte [en Bretaña]. El sistema de buses es caótico. Están todas esas compañías privadas gestionando aquí, allá, en todos lados. No hay un sistema que realmente necesites. Lo mismo ocurre con las compañías ferroviarias. Una de las cosas ahora mismo, en Bretaña, es interesante: el Partido Laboral dice: ‘Vamos a tomar todo eso de vuelta a la propiedad pública porque la privatización es totalmente demente y tiene consecuencias demenciales y no está funcionando bien del todo’. La mayoría de la población ahora está de acuerdo con eso».

Bajo el neoliberalismo, el proceso de «acumulación por desposesión» está acompañado de la financiarización.

«La desregulación premitió que el sistema financiero se convirtiera en una de las actividades redistributivas más centrales a travpes de la especulación, la predación, el fraude y el hurto», escribe Harvey en su libro, tal vez el mejor y más conciso informe sobre la historia del neoliberalismo. «La promoción de acciones, el esquema Ponzi, la destrucción estructural de las acciones a través de la inflación, el desmontaje de acciones por medio de fusiones y adquisiciones, la promoción de los niveles de incumbencia de la deuda que reducen a todas las poblaciones, aun en los países de capitalismo avanzado, en peonaje deudor. Por no decir nada del fraude corporativo, la desposesión de activos, el saqueo de los fondos de pensiones, su aniquilación por acciones, y los colapsos corporativos vía manipulación de créditos y acciones, todo esto se convirtieron en los rasgos centrales del sistema financiero capitalista».

El neoliberalismo, usando tremendamente el poder financiero, es capaz de manufacturar crisis económicas para deprimir el valor de las acciones y luego embargarlas.

«Una de las formas en que puedes diseñar una crisis es cortando el flujo de los créditos», dijo. «Esto se hizo en el este y sudeste de Asia en 1997 y 1998. De repente, la liquidez se secó. Las grandes instituciones no querían prestar dinero. Ha habido a un gran flujo de capitales a Indonesia. Cerraron el grifo. El capital extranjero voló fuera. Lo apagaron todo en parte porque una vez que todas las firmas fueron a bancarrota, podían ser compradas y puestas a trabajar otra vez. Vimos lo mismo durante la crisis inmobiliaria aquí [en los Estados Unidos]. Las ejecuciones hipotecarias dejaron muchas viviendas vacías, que podían ser adquiridas muy baratas. Blackstone entra, compra todas las viviendas, y ahora es uno de los grandes terratenientes en todo los Estados Unidos. Tiene 200 mil propiedades o algo así. Está esperando que el mercado cambie. Cuando eso pase, cosa que sucedió brevemente, entonces puede vender o rentar y poner fin a ello. Blackstone hizo su agosto de la crisis inmobiliaria donde todo el mundo perdió. Fue una masiva transferencia de riqueza».

Harvey advierte que la libertad individual y la justicia social no son necesariamente compatibles. La justicia socia, escribe, requiere de solidaridad social y «una disposición para sumergirse en las carencias, necesidades y deseos individuales en la causa de una lucha general por, es un decir, la igualdad social y la justicia ambiental». La retórica neoliberal, con su énfasis en las libertades individuales, puede efectivamente «separar libertarianismo, políticas identitarias, multiculturalismo y en última instancia el consumismo narcisista, de las fuerzas sociales que buscan la justicia social a través de la conquista del poder estatal».

El economista Karl Polanyi entendió que existen dos tipos de libertad. Se encuentra las malas libertades para explotar a quienes nos rodean y extraer grandes beneficios sin considerar el bien común, incluyendo lo que se ha hecho al ecosistema y a las instituciones democráticas. Estas malas libertades ven a las corporaciones monopolizar tecnologías y avances científicos para hacer obtener grandes ganacias, incluso cuando, como sucede con la industria farmacéutica, un monopolio significa que las vidas que no puedan pagar precios exorbitantes están puestas en riesgo. Las buenas libertades -libertad de conciencia, de expresión, de reunión, de asociación, de elegir el trabajo propio- son finalmente extinguidas por la primacía de las malas libertades.

«La planificación y el control ha sido atacados como negaciones de la libertad», escribió Polanyi. «La libre empresa y la propiedad privada son declaradas esenciales a la libertad. Ninguna sociedad formada en otros fundamentos merecen llamarse libres. La libertad que crea la regulación es denunciada como falta de libertad; la justicia, la libertad y el bienestar que ofrece son condenados como camuflajes de la esclavitud».

«La idea de libertad ‘degenera así en una mera defensa de la libre empresa’, que significa ‘la plenitud de libertad para aquellos cuyos ingresos, ocio y seguridad no necesitan ser mejorados, y una mera miseria de libertad para la gente, quen vano intentará hacer uso de sus derechos democráticos para protegerse del poder de los dueños de propiedades'», escribe Harvey, citando a Polanyi. «Pero si, como es siempre el caso, ‘ninguna sociedad es posible en donde el poder y la compulsión están ausentes, ni un mundo en el que la fuerza no cumple función alguna’, entonces la única manera en que se pudiera sostener esta visión de utopía liberal es por la fuerza, la violencia y el autoritarismo. El utopismo liberal o neoliberal está condenado, en opinión de Polanyi, a estar frustrado por el autoritarismo, o incluso por el fascismo absoluto. Las buenas libertades perdieron, las malas tomaron el poder».

El neoliberalismo transforma la libertad de los muchos en la libertad de los pocos. Su resultado lógico es el neofascismo. El neofascismo abuele las libertades civiles en el nombre de la seguridad nacional y etiqueta a grandes grupos en traidores y enemigos del pueblo. Es el instrumento militarizado usado por las elites dominantes para mantener el control, dividir y destruir a la sociedad y acelerar aún más el saqueo y la desigualdad social. La ideología dominante, que ya no es creíble, es reemplazada por la bota militar.


Chris Hedges es un periodista reconocido y columnista estadounidense de TruthDig, ganador del Premio Pulitzer en 2002 por su trabajo como corresponsal de guerra, y ejerce asimismo como profesor universitario. Ha publicado más de una decena de libros de no ficción y es anfitrión de un programa de entrevistas y análisis en RT («On Contact»).

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