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La bohemia urbana dominicana (1966-1978)

Written by Debate Plural

Emilia Pereyra (D. Libre, 7-12-18)

En la bohemia de los peligrosos años setenta del pasado siglo XX, dominados por el largo poderío del presidente Joaquín Balaguer, prosperaron diversos centros nocturnos y restaurantes en Santo Domingo, y especialmente fulguró “Cambumbo”, el night club conocido por el apodo de su propietario, Tony Echavarría, un criollo que según versiones combatió junto al bando constitucionalista en la guerra del 1965 y mostraba su homosexualidad cuando muy pocos “salían del closet”.

No obstante, en cuanto a su alegado respaldo al bando constitucionalista, el cantante Fernando Casado aclara que Cambumbo no peleó en la guerra de abril, pero sí asegura que el artista participó en un espectáculo presentado en el Teatro Independencia después de que finalizó la contienda.

En los doce años reformistas, el antro de popular Cambumbo facturaba más que otros establecimientos enclavados en mejores lugares de la ciudad y trascendió en gran medida por los shows que presentaba el mismo Echavarría, fundamentado en las parodias de la gran bolerista cubana Olga Guillot y de otras cantantes, con las que atraía a una vasta clientela, en la que resaltaban artistas, militares, periodistas y empresarios y hasta estrellas del espectáculo internacional.

De acuerdo al cronista Joseph Cáceres, Cambumbo “se daba el lujo de contar con la presencia de figuras internacionales que venían al país a actuar en el hotel Jaragua, El Maunaloa, al American Club, la boite El Conquistador, el Embassy Club del hotel El Embajador, El Chantilly, el salón Bonanza del hotel Sheraton y en los demás establecimientos que ofrecían shows nocturnos con artistas criollos y extranjeros”.

El negocio de Cambumbo, que permaneció durante unos 20 años y tenía cupo para unas 70 personas, era patrocinado por reputadas casas licoreras. La sencilla sala de fiesta llegó a ser tan emblemática que el fenecido cantautor Luis Díaz grabó ahí parte del videoclip de su canción ¡Ay, ombe!”, y era frecuente que se presentara el merenguero Jhonny Ventura y su combo.

Cambumbo tenía un letrero colgado que rezaba: “Aquí se goza pidiendo y pagando”. Con la frase buscaba evitar que lo “cubiaran”, de acuerdo a Cáceres, y esto significaba en español dominicano que trataba de que no lo engañaran.

En las madrugadas, el showman coronaba las jaranas rifando un chivo vivo entre la animada concurrencia. El negocio atraía a mujeres y a homosexuales, incluso “hasta gente con cierto nombre, que tenía esas inclinaciones”, según un habitué.

Otro centro que estuvo de moda durante un tiempo fue El penthouses, ubicado en la zona norte. Era visitado sobre todo después de las 11:00 de la noche. En ese local, como en la mayoría de la época, regularmente las fiestas se animaban con las velloneras y se ingerían bebidas alcohólicas nacionales y extranjeras.

Los sabores de Blanquiní

Ganó fama en la franja norte de la ciudad Blanquini, popular comedor en el que vendían pipián, sancocho, mondongo, cocido y otros platos de la culinaria dominicana. Después, el establecimiento fue trasladado a la avenida Independencia, al lugar en que en la actualidad opera el hotel La casona dorada.

“El que no comió donde Blanquini no sabe lo que el sazón criollo”, comentó un comensal del negocio cuando estaban en pleno apogeo ese y otros establecimientos. Igualmente, recordó que dos cafeterías lideraban las ventas de sándwiches las 24 horas: Dumbo, sita en la avenida Independencia, y la Barra Payán, ubicada en la calle 30 de marzo, y que en el siglo XXI ha abierto diversas sucursales en otras zonas de la capital.

Otro restaurante importante, surgido en el 1955 en plena era de Trujillo, es el tradicional Vizcaya, aún vigente en la avenida San Martín, que cerraba sus puertas a la una de la madrugada. “Ahí, con 20 pesos, comías un filete, con papa y ensalada. Hicieron famoso un plato típico español: los callos a la madrileña”, contó un cliente.Glorias del Chantilly

El night club El Chantilly abrió sus puertas a finales de la era de Trujillo. La primera vez que el cantante Raphael de España se presentó en el país lo habría hecho en ese lugar, localizado entonces en la avenida Máximo Gómez esquina Juan Sánchez Ramírez.

Cáceres ha recordado que desde los años sesenta el establecimiento mantenía una atractiva cartelera, basada en artistas dominicanos y foráneos. Para recibir el nuevo año 1968, por ejemplo, anunciaba un show con Luchy Vicioso y Niní Cáffaro y la pareja de bailarines formada por Josefina Miniño y Frank Usero y la participación de Margarita de la Cruz. El precio de la función, de la cena y de un sancocho, que se servía al amanecer, ascendía a RD$12.00.

En esta plaza trabajaban destacados músicos como el trompetista Héctor de León (Cabeza) y los pianistas Fernández Porta y Julio Gutiérrez y actuaban Lope Balaguer, Olga Guillot, Los Rivero y otros artistas.Rumbas en La Feria

En La Feria de la Paz progresaron varios negocios como el Típico Najayo, denominado después Típico Quisqueyano, tras la caída de la dictadura. Era propiedad del empresario Manuel María Pimentel, igualmente dueño de Radio Mil, del famoso hotel Napolitano y de otros negocios.

A ese establecimiento, emplazado en terrenos del Colegio Loyola, “iban muchos de la clase alta con las queridas”, de acuerdo a testimonios. La orquesta de planta la encabezaban Ramón Gallardo y Rafaelito Martínez, y tocaba viernes y sábado, contó el periodista Augusto Socías.

Otro centro de recreación muy dinámico fue El Caribeño, llamado Típico B durante la tiranía. Estaba ubicado detrás de donde se encuentra la actual Universidad O y M, y tuvo entre sus administradores a César Brea y a Guillermo Henríquez hijo. En este establecimiento hicieron muchas presentaciones Johnny Ventura, Wilfrido Vargas, Aníbal Bravo, Cheché Abreu, Cuco Valoy y otros merengueros.

Entonces, hubo otros centros recreativos que también gozaban del favor del público: Le petite chateau, con sus esperados espectáculos de bailarinas semidesnudas; El Maunaloa, el antiguo hotel Jaragua, el hotel Embajador, el hotel Hispaniola y varias boites como la del hotel Hispaniola y la del mencionado El Chantilly.

Fastuosas revistas de La Fuente

En La Fuente, del hotel Jaragua, se presentaban magníficos espectáculos presenciados por un público de alto poder adquisitivo y turistas que buscaban divertirse con una revista musical de nivel internacional, como la dirigida por el puertorriqueño Héctor de San Juan y en la que trabajaba Kali Karlo, encargado del vestuario y de los montajes.

En esas fiestas se destacaban el cantante dominicano ya fallecido José Lacay, el vedetto puertorriqueño Ed Vachan, también coreógrafo, las bailarinas borinqueñas Wanda y Alicia y otras. La orquesta de planta de La Fuente era dirigida por Rafael Labasta, experto internacional en big band.

En el hotel, obra arquitectónica de Guillermo González, demolida en el gobierno de Salvador Jorge Blanco, el empresario Papito Santa Cruz “presentaba el más impresionante show que en toda la historia del país se ha ofrecido en República Dominicana. ¡Y que cambiaba por temporada, como en los grandes clubes del mundo!”, escribió Cáceres.

El cronista de espectáculos además recordó: “Eran unas noches fabulosas, llenas de encanto, con shows internacionales de modelos, maniquíes, bailarinas, luces, malabaristas, contorsionistas, magos, cantantes, donde los turistas y visitantes encontraban una diversión parecida a las de las grandes noches de París”.

En aquel tiempo se destacaban otros espectáculos, tales como los presentados por Manuel Logroño y Las Panteras, Josefina Miniño, Altagracita Peña, Gladys Martínez y sus “bombones” y las revistas musicales de Chiqui Haddad, que solía mostrar en los centros turísticos.

Esos esparcimientos y otros centros nocturnos coexistían con diversos negocios de la noche que operaban en distintos puntos de la capital, parte de cuya población disipaba las tensiones de la riesgosa cotidianidad impuesta por los gobiernos de Balaguer, caracterizados por la represión y el constreñimiento de las libertades.

Con frecuencia se presentaban en el país las vedettes extranjeras Olga Breeskin e Iris Chacón y actuaban danzarinas locales como María Antonieta Ronzino, Mayra, el ciclón del Caribe y Alexandra Johnson.

También El Maunaloa, centro de diversiones de larga trayectoria, ubicado en el Centro de los Héroes (La Feria), mantenía una atrayente cartelera y era habitual que se presentaran en su sala y en otras importantes cantantes nacionales e internacionales como Sonia Silvestre, Niní Cáffaro, Fernando Casado, Rhina Ramírez, Lissette Álvarez, Sophy, Braulio, Sandro, Juan Bau, Leonardo Favio, Betty Missiego, Alberto Cortés, Roberto Carlos, Facundo Cabral, los reyes del merengue criollo y otros famosos de la época.

Otros espacios

En los años setenta despuntaron otros locales como La oficina, de Fredy Beras Goico, sita en el edificio Buenaventura, ubicado en la Independencia, donde residían los conocidos Jottin Cury, Hugo Tolentino, Miñín Soto, Fifa Heredia, Milagros Ortiz Bosch, Pichy Mella y María Elena Muñoz.

A finales de los años 70 el pianista Rafael Kalaf creó lo que ciertos nostálgicos consideran uno de los ambientes más entrañables de entonces: el Piano bar D’Kalaf, localizado en la zona lateral de Plaza Naco, próximo a la calle Fantino Falco.

El historiador y sociólogo José del Castillo ha escrito sobre este centro de diversiones: “Un sótano musical que hizo historia, con tiros a los pies incluidos, el complemento de Ascanio y Enriquito en la guitarra y la vocalización de boleros filinescos, competencias pianísticas de habitués y encanto de voces femeninas como la de Fifa Núñez”.

De igual forma contó que, al cerrar el Piano Bar, Kalaf habilitó otro espacio en el restaurante La Fromangerie de Plaza Criolla, de donde surgió un disco de larga duración (LP).

El imán de Echavarría

Tony Echavarría trabajó como bailarín en la gran orquesta de Antonio (Tony) Morel, en la era de Trujillo y que se convirtió en un gracioso showman y locutor, que atraía como un imán.

Modestamente comenzó su espectáculo denominado El lunes social de Tony Echavarría en El Lirio, en el ensanche La Fe, pero luego se independizó en un pequeño local y empezó a doblar canciones.

Según contó Jesús Torres Tejeda, en su libro “Fichero artístico dominicano”, Cambumbo fue un personaje carismático, respetuoso, leal, sincero, combatido y atropellado por su declarada homosexualidad.

La vida artística de Echavarría, nacido en el 1926, fue prolongada. Falleció en el 1993, después de coprotagonizar un muy bien comentado espectáculo junto a la cantante Valeria en El Maunaloa. La causa de su deceso se le atribuyó a los problemas respiratorios del artista o al exceso de consumo de alcohol.

En los años setenta, Cambumbo se vio involucrado en un incidente con un militar que le propinó varios balazos.

De acuerdo al cronista de arte y espectáculos Joseph Cáceres, Cambumbo fue clave en el éxito alcanzado por “El caballo” Johnny Ventura.

Refiriéndose a los inicio del célebre merenguero, Cáceres escribió: “… por igual tenía su gente, entre ellos el Club de los Monos, que aunque de una manera un tanto rudimentaria y barrial, le permitía erigirse en rey de la ciudad, sobre todo de la parte alta de la capital, donde el difunto Tony Echavarría (Cambumbo) era una especie de su lugarteniente, manejando la “fanaticada” de las prostitutas, “que aunque muchos no lo crean desempeñaron un papel crucial en la impronta de El Caballo, cuando empezó a galopar con pasos firmes, en su camino hacia la popularidad y la fama”.



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