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Europa tiene que decidir: regeneración o extrema derecha

Written by Debate Plural

Luis Gonzalo Segura (Russia Today, 5-12-18) 

En los últimos años el mundo se escora parsimoniosa pero inexorablemente hacia la extrema derecha como un gran transatlántico que ladeara antes de hundirse definitivamente: Trump, Salvini, Bolsonaro, Duda, Orban, Le Pen, Strache, Wilders… y, ahora en España, Abascal. Los datos ya son escalofriantes a día de hoy: Trump gobierna la mayor economía del mundo mientras la ultraderecha europea ha conseguido el gobierno en solitario en dos países (Hungría y Polonia) y apoyan o forman gobierno en otros cinco países más. En total, la extrema derecha se encuentra presente en ocho de las diez economías más importantes de Europa y, en breve, a tenor de los resultados cosechados en Andalucía, también lo estará en España (las próximas elecciones generales serán a lo más tardar en el año 2020).

Vox, el partido ultraderechista español de Santiago Abascal, ha entrado con fuerza en el parlamento andaluz tras obtener casi 400.000 votos, lo que supone 12 escaños y casi un 11% de los votos. No solo eso, sino que será la clave para obtener gobierno, un gobierno conservador con un considerable lastre ultra. Lo peor: nadie puede descartar a día de hoy que su entrada en el parlamento español en las próximas elecciones generales, entre 2019 y 2020, no sea igual de decisivo. De hecho, Andalucía no es un territorio cualquiera, es la autonomía más poblada de España (8,4 millones, un 18% de los 46,5 millones de habitantes de España).

Es cierto que el gran resultado obtenido por la extrema derecha en Andalucía se ha producido en un escenario de baja participación (58,65%), pero no lo es menos que esta alta abstención es un termómetro de lo que acontece. Desde el año 2008, en el que se superó el 70% de votantes, la participación electoral ha mantenido una línea descendente (72,67% en 2008, 62,23% en 2012, 63,94% en 2015 y el mencionado 58,65% en este diciembre de 2018). Una baja participación que apunta a un problema estructural: desconfianza en el Establishment.

Más allá del desánimo ciudadano, si analizamos el triunfo electoral o los buenos resultados de la extrema derecha, tanto en Europa como en Estados Unidos o en este último resultado electoral en el sur de España, podemos concluir que tienen en común varias características.

Anti-Establishment, nacionalismo, incorrección política y xenofobia

El triunfo o los buenos resultados electorales de la extrema derecha lo son, sobre todo, contra el poder establecido. Si en Europa la extrema derecha ha logrado representación en 17 parlamentos ello se debe a un rechazo al sistema materializado en la repulsa a la Unión Europea y en la fobia a los migrantes. Por ello, todos los partidos de extrema derecha comparten el euroescepticismo (Vox participó en la cumbre antieuropea de 2017 de la ultraderecha), el nacionalismo más radical y, también, la repulsa contra los migrantes.

No es casualidad, por tanto, que en Andalucía los mejores resultados se hayan obtenido en las localidades en las que hay mayores tasas de migrantes. Aunque no se trata de una relación matemática, sí existe una cierta correlación entre altas tasas de migración y un buen resultado electoral de Vox. Un ejemplo de ello es El Ejido, uno de los municipio con mayor tasa migratoria de Andalucía (de 89.000 habitantes hay censados 25.734 migrantes de 94 nacionalidades, un 28,9%) y el que mayor porcentaje de votos ha proporcionado a la ultraderecha (casi un 30%).

La incorrección política es otra característica en común en la extrema derecha. Personajes como Trump, Salvini o el mencionado Abascal triunfan con un discurso duro y visceral, rebelde en cierta manera, que encaja a la perfección con los desencantados del sistema. Desengañados que cada vez desconfían más de esos políticos que, tradicionalmente, les prometen aquello que jamás cumplirán una vez ganadas las elecciones. De alguna manera, esta incorrección les dota de una particularidad con respecto a los políticos impostores: sinceridad.

La crisis como punto de inflexión: políticas sociales y migratorias

La llegada de la crisis a mediados de la década que daba comienzo al siglo XXI ha sido, sin duda, un factor clave. Cuando la situación es económicamente buena y todo parece funcionar las políticas de extrema derecha tienen muy complejo prosperar, mientras que en condiciones adversas suele encontrar un teatro favorable.

El Ejido, la localidad andaluza de la que antes hablábamos, llegó casi a cuadriplicar su tasa de desempleo en 2014 (19,34%) con respecto a los años anteriores a la crisis (en 2006 tenía un 5,65%) y en la actualidad se sitúa por encima del doble (12,87%). No en vano, El Ejido es el tercer municipio de Almería en cuanto a desempleo tras la capital, Almería (19,94%), y Roquetas del Mar (17,06%). 

En cualquier caso, la crisis que vivimos actualmente va mucho más allá de lo económico o lo ocasional, pues nos encontramos ante una crisis global del sistema. El capitalismo colapsa, o lo parece. En esa situación, resultaba clave sostener las políticas sociales e integrar correctamente a la migración. Es decir, que pagaran los ricos; que repartieran más. No solo la solidaridad no fue el modelo elegido por las élites europeas o norteamericanas, sino que durante y tras la crisis los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez más pobres (España ha cuadriplicado la riqueza de los ricos frente a los pobres mientras se ha convertido en el tercer país de Europa con mayor crecimiento del riesgo de pobreza desde 2008). El Estado del Bienestar ya solo habita en los libros de texto de los años ochenta.

Además, el problema catalán

En España, además, el problema territorial en Catalunya no solo no fue solucionado como en otras partes del mundo con herramientas democráticas (un modelo federal o un referéndum como en Canadá y Escocia), sino que fue combatido fervientemente por el Establishment. El conflicto catalán, del que pensaban obtener cuantiosos beneficios electorales tanto Partido Popular como Ciudadanos, ha terminado por favorecer en extremo a Vox. De hecho, en Andalucía la extrema derecha no solo ha vencido en municipios pobres o con gran cantidad de migrantes, sino que también ha conseguido importantes réditos en emplazamientos acomodados. Y la retórica bélica ha tenido mucho que ver en ello.

Por la Izquierda, no; pues por la extrema derecha…

En el tablero de rojos y azules impuesto por el capitalismo, los rojos son socialdemócratas (progresistas moderados), los azules son conservadores y la izquierda no cuenta ni con fichas. De hecho, cada vez que la izquierda ha tenido posibilidad de volver a jugar ha sido boicoteada y expulsada del tablero. Grecia, Venezuela, Brasil, Argentina o Podemos en España (y Cuba desde el principio) sufrieron el azote de unos medios de comunicación, propiedad del Establishment, y el boicot de un sistema económico dispuesto a evitar un reparto justo del pastel. 

Boicoteada la izquierda (la ‘extrema’ izquierda, claro) la ciudadanía solo podía y puede encontrar una posibilidad de romper con el sistema y desafiar al Establishment: la extrema derecha. Porque, de otra manera, Donald Trump jamás habría conseguido ser presidente del Gobierno. Los norteamericanos no le dijeron ‘sí’ a Donald Trump, le dijeron ‘no’ a Hillary Clinton. De la misma forma, en Europa los ciudadanos no dicen ‘sí’ a la extrema derecha, dicen ‘no’ a un proyecto de unión que ha obviado lo esencial: lo social, lo jurídico, lo fiscal, lo político o lo militar.

Si Europa hubiera construido una verdadera unión en la que se trabajara plenamente para mejorar las condiciones sociales de sus habitantes, se redujeran las desigualdades y los cada vez más crecientes índices de pobreza, el proyecto sería de todos. No lo hizo y hoy tiene que decidir: regeneración o extrema derecha.

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