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Netanyahu en el abismo

Written by Debate Plural

Alberto Rodríguez García (Russia Today, 25-11-18)

 

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se encuentra en una encrucijada en la que por el momento no tiene ninguna salida que le vaya a salvar. Netanyahu tiene que hacer frente a la mayor crisis de su mandato donde sus enemigos le atacan sin cuartel desde Palestina, desde dentro de su partido, el Likud, y desde su gobierno mientras la Comunidad Internacional ha tomado una clara postura contra su nefasta gestión del conflicto entre Tel Aviv y Gaza.

Tres días han sido suficientes para desestabilizarlo todo. El conflicto le ha estallado a Netanyahu cuando se encontraba en París, paradójicamente, celebrando el aniversario del final de la Primera Guerra Mundial. Una serie de malas decisiones han propiciado un ambiente de tensión en el que el propio Avigdor Lieberman, que ha sido ministro de Defensa de Israel desde 2016 hasta hace unos pocos días, se ha vuelto en contra del primer ministro.

Noviembre parecía un mes esperanzador para el conflicto palestino-israelí. Gracias a la mediación de Egipto y Qatar se logró un alto el fuego entre Gaza y Tel Aviv mientras ambos bandos apostaban por una desescalada de tensiones y futuros diálogos, previo a un reconocimiento mutuo y una mejora de las condiciones de vida de los palestinos dentro de la Franja de Gaza. El 9 de noviembre los funcionarios de la franja recibieron por primera vez en años su sueldo íntegro gracias a 15 millones de dólares qataríes que Israel permitió introducir en Gaza previo acuerdo con Hamas.

Apenas dos días después, las Fuerzas de Defensa de Israel llevarían a cabo una operación que echaría por tierra todos los esfuerzos realizados hasta la fecha para lograr apaciguar la región.

La noche de 11 de noviembre de 2018 un grupo de operaciones especiales de las Fuerzas de Defensa de Israelirrumpió en Gaza en una misión de infiltración. El objetivo era secuestrar a un comandante del brazo armado de Hamas, las Brigadas Qassam, para lograr extraerle información. La operación salió mal, y cuando los soldados israelíes fueron descubiertos se desató un tiroteo en el que murieron siete palestinos y un mando israelí. La mecha se había consumido y el conflicto había estallado.

Tras llorar a sus mártires en un funeral multitudinario al día siguiente, Hamas lanzó el mayor ataque con cohetesrealizado desde 2014 como represalia. Más de 400 proyectiles atravesaron el cielo de Israel hasta hacer colapsar su sistema defensivo ‘Cúpula de Hierro’ por saturación.

Tel Aviv no tardó en responder bombardeando al menos 160 objetivos de Hamás dentro de Gaza y destruyendo el hotel más icónico de la zona, ya que durante los episodios más violentos del conflicto ha albergado a los periodistas extranjeros, y el edificio del medio de comunicación cercano a Hamás, al-AqsaTV.

Bombardear el canal de televisión al-AqsaTV fue el último gran error de una serie de decisiones catastróficas tomadas por el estado mayor del ejército israelí. El objetivo del bombardeo era evitar que Hamás difundiese un video en el que destruían con un misil guiado Kornet un autobús en el que poco antes había más de 30 soldados israelíes. No lo lograron, y las imágenes tardaron pocos minutos en hacerse virales. El golpe moral a Israel fue tremendo.

La noche del 12 de noviembre de 2018 se cobró la vida de seis palestinos más y otro israelí. Sin embargo, a pesar de las pérdidas humanas, Hamás fue quien salió fortalecido de la situación. Habían hecho fracasar una misión de las Fuerzas de Defensa de Israel, habían logrado superar las defensas israelíes y plantaron la semilla del miedo y la discordia entre la población israelí mientras su primer ministro, Benjamín Netanyahu, se encontraba en París sin margen para reaccionar.

Cuando la posibilidad de una intervención terrestre de Israel en Gaza era una  realidad más que probable, Netanyahu volvió a Tel Aviv para firmar un alto el fuego con Hamás. Esto enfadó a su ministro de Defensa Avigdor Lieberman –uno de los ministros más radicales y beligerantes del gobierno– hasta tal punto que dejó el cargo. Estos acontecimientos apuntan a que Lieberman estuvo detrás de la operación del 11 de noviembre en todo momento y que la realizó a espaldas de Netanyahu.

La marcha de Lieberman ha puesto contra la espada y la pared a Netanyahu. Los sionistas de extrema derecha, que suponen la mayoría de votantes del Likud, exigen una respuesta contundente contra Hamás, y ven en la decisión de un alto el fuego un síntoma de debilidad e incapacidad de plantar cara a la amenaza del grupo integrista. Lieberman está explotando el descontento hasta el punto de pedir elecciones anticipadas sabiendo que tendría muchas posibilidades de ser el nuevo primer ministro.

La ministra de Justicia israelí, Ayelet Shaked, se suma a la corriente de Lieberman tras asegurar que cualquier alto el fuego durará unos meses, pero que después «no habrá otra opción que combatir contra Hamás con todos los medios». Shaked califica además de una pérdida de tiempo el plan de paz para Oriente Medio propuesto por el presidente norteamericano Donald Trump, que busca reducir los recursos invertidos a una región en la que cada vez tienen menos influencia.

Los únicos apoyos que podía tener Benjamin Netanyahu los perdió el 13 de noviembre firmando el alto el fuego con Hamás con la mediación de Egipto.

Netanyahu ni siquiera puede confiar plenamente en Estados Unidos; sobre todo después de que Israel haya entregado a China las llaves del puerto de Haifa, el mayor del país, y de que hayan firmado nuevos acuerdos de cooperación en el sector científico. De hecho, China se ha convertido en el segundo socio comercial más grande de Israel solo después de Estados Unidos.

Trump y Netanyahu siempre han conectado muy bien en el tema palestino, apostando por la vía dura de la represión, la violencia y, por qué no decirlo, el apartheid. No obstante, con la paranoia ‘yanqui’ por los movimientos chinos en el plano económico y en el de las Relaciones Internacionales, cuando lleguen al despacho presidencial de la Casa Blanca los proyectos de Israel con el gigante asiático, esta relación, de seguro, se va a deteriorar.

A nivel internacional la imagen de Israel cada vez está más deteriorada. La compañía de alquileres vacacionales Airbnb ha anunciado que dejará de trabajar en Cisjordania, algo que ha molestado mucho al país judío, que califica la acción como discriminatoria.

Airbnb arrastraba años de críticas por alquilar pisos en el territorio palestino de Cisjordania anunciándolos como parte de Israel. Finalmente ha decidido ceder a las presiones con un comunicado que contiene una enorme crítica a la política de asentamientos israelí:

«Muchos en la comunidad global han declarado que las compañías no deberían beneficiarse de las tierras donde las personas han sido desplazadas».

Es curioso cómo la propia ONG Human Rights Watch, ligada a los valores liberales de las democracias occidentales aliadas de Israel, ha celebrado la decisión de Airbnb.

Tampoco puede el gobierno israelí acogerse a la Comunidad Internacional para recibir apoyos en este caso, ya que Naciones Unidas lleva años denunciando la política de asentamientos de Israel en Gaza, calificándola de ilegal. El Coordinador Especial de Naciones Unidos para el Proceso de Paz de Oriente Medio, Nikolay Mladenov, explica que los asentamientos de Israel en muchas ocasiones violan el Derecho Internacional y que buscan eliminar cualquier posibilidad de un estado palestino.

En ese contexto, Naciones Unidas ha tomado la postura de presionar para que Netanyahu tome medidas que normalicen la vida de los palestinos y así poder evitar que estalle la olla a presión en la que se ha convertido Gaza.

El actual primer ministro israelí se encuentra en una situación delicada. Ahora que está negociando con Hamás, tiene a la mitad de su partido y de sus votantes en contra. Los últimos sucesos han colocado a los israelíes en el plano propagandístico como los débiles frente a una Hamás que ha logrado sus objetivos. Pero si Netanyahu apuesta por la vía de una mayor violencia, la Comunidad Internacional, los mercados y algunas empresas podrían volverse en su contra.

Entre 1998 y 1999, con el estancamiento de los Acuerdos de Oslo, Netanyahu ya sufrió un revés político que le retiró del poder durante casi una década. Ahora se encuentra en una situación similar. El conflicto entre Palestina e Israel está enquistado.

Cada vez que se avanza un paso hacia la reconciliación, se retroceden dos. Benjamin Netanyahu está al borde del abismo, y puede caer en cualquier momento. Las grandes dudas que surgen son… ¿Cuándo pasará? ¿Quién le sustituirá? Porque de ese nombre dependerá si hablamos de nuevas esperanzas de paz en la región o si hablamos de una escalada de violencia mayor que la Segunda Intifada, donde murieron 1.008 israelíes y 3.368 palestinos.

Lo que queda claro es que un conflicto en el que solo se dialoga con sangre, difícilmente tendrá solución.

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