Cine Nacionales

Muerte en venecia

Written by Debate Plural
Rienzi Pared Pérez (Listin, 24-11-18)

El cine, desde sus orígenes, ha estado vinculado a la literatura. De una manera u otra, ambas manifestaciones culturales han convivido, el cine es el que más ha necesitado de la literatura para poder llevarla a la pantalla grande. Muchas de esas obras literarias son adaptadas para el deleite del público y otras veces no. Esto dependerá del guionista, quien escribe los parlamentos para el lenguaje cinematográfico y del director del filme, para que logren una valiosa puesta en escena.

Cuando se combinan un buen escritor cinematográfico y un director excelente, la película deberá culminar como una obra sobresaliente que, a pesar de los años, puede mantener su equilibrio argumental para poder soportar el devenir del tiempo.

Es lo que ha pasado con “Muerte en Venecia”, cinta basada en la novela de Thomas Mann, editada en 1912, pero adaptada por uno de los artistas italianos más célebres, Luchino Visconti, en 1971.

La trama de la obra se centra en los albores de principio del siglo XX, donde un compositor de nombre Gustav von Aschenbach (Dick Bogarde) padece una depresión severa, unido a una enfermedad cardíaca que lo motiva a aislarse en la ciudad de Venecia, buscando descanso físico y espiritual. Sin embargo, toda su ilusión se desvanece cuando en el lobby del hotel conoce de manera visual a un joven de origen polaco de nombre Tadzio (Bjorn Andrésen) donde su belleza física se transformará en una obsesión de querer tocarla y/o admirarla.

Gustav buscará la manera de encontrarse con el joven Tadzio para contemplar su hermosura. Paralelamente a esta situación, Gustav se da cuenta de que algo extraño sucede en la ciudad y se entera que la misma está padeciendo una epidemia del cólera, donde las autoridades esconden la enfermedad para no ahuyentar a los turistas; pero nuestro protagonista decide quedarse para poder contemplar la belleza de ese amor sometido a Tadzio.

Esta alabanza, oda y homenaje a la belleza pura, fue debatida por los filósofos clásicos antiguos, especialmente por Platón en varias de sus obras. Lo que muchas veces, nosotros asociamos a ese enamoramiento de la hermosura perfecta como “amor platónico”, haciéndonos referencia a esa admiración silenciosa, callada, pero sutil, a través de la mirada a alguien. Y tiene que ser así de esa manera; porque de otro modo se destruiría la ilusión si se tocase.

Nuestro protagonista está condenado a un trágico destino. Así como la ciudad se desvanece por la epidemia, así se va desvaneciendo Gustav por querer alcanzar un ideal que no logra obtener, donde solamente le queda la antítesis de la belleza con la muerte.

Es bueno destacar que el director no plasma un asunto de pederastia para que no vaya a ver confusiones ni de homosexualismo. Nada importa si Tadzio fuera hombre o mujer, aquí no se habla de la belleza sexual, sino de una belleza mística, donde el personaje es tan bello como perfecto; pero a la vez tan inocente y frágil que artísticamente está todo encuadrado a la perfección, por lo que Gustav puede entregarse al último suspiro de querer tocar a lo lejos esa ilusión que no logra llegar, y no le queda de otra más, morir ante su deseo. Muchas de las escenas carecen de diálogos y a la verdad no los necesita. Las imágenes hablan por sí solas, y estas poderosas imágenes serán el elemento expresivo del sentimiento de Gustav hacia la belleza. La dirección por parte de Visconti es excepcional acompañado de una dirección artística muy ambientada para la época.

Visconti llevando la obra de Thomas Mann, al cine, quiso hacerle este homenaje a esa belleza pura e inigualable. A esa belleza idílica que nadie podrá alcanzarla, y si en algún momento pudiéramos tocarle, sería nuestra autodestrucción.

Excelente película, en la cual el cine hace esa conjunción con la literatura, para confirmar de manera tácita que el cine más que un entretenimiento, es arte puro realizado de la mano de un artista.

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