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Los errores de la izquierda brasileña que auparon a Bolsonaro (y 2)

Written by Debate Plural

Bernardo Gutiérrez (Rebelion, 6-11-18)

Culturas estigmatizadas

Bolsonaro ha encontrado una fórmula interclasista que conecta el sur y el norte del país por el interior, evitando el izquierdista nordeste. El incipiente bolsonarismo, todavía precario y contradictorio, no había ganado apenas con los votos del sur y del sudeste. Por eso, Bolsonaro apostó por un Brasil olvidado, especialmente el Centro Oeste y la Amazonia. El pasado 4 de octubre, en entrevista a la evangelista TV Record, Bolsonaro criticó a los artistas de la Lei Rouanet (ley de mecenazgo) y defendió la música sertaneja, típica del centro oeste, considerada brega (cutre) por la superioridad moral de la izquierda. En la etiqueta Música Popular Brasileña (MPB) no caben los estilos que Bolsonaro considera populares, como la sertaneja o la caipira, típica del interior de São Paulo.

Bolsonaro también ha arrasado en las periferias urbanas. En las favelas de Río de Janeiro, donde reina el funk carioca despreciado por los artistas de culto, Bolsonaro es el nuevo mesías. El desprecio cultural a los evangelistas, que producen un gigante mercado musical y cinematográfico, revela la incapacidad de la izquierda de escuchar nuevos lenguajes, sensibilidades, asuntos (como la familia o la seguridad) y cosmovisiones. “Si la izquierda hegemónica continúa comportándose como en los últimos años, fundamentalmente antipopular y autocentrada, el autoritarismo encontrará un suelo cada vez más fértil”, afirma Rosana Pinheiro-Machado.

El sentimiento anticorrupción

Tras el escándalo del Mensalão, que reveló en 2005 un esquema de pagos mensuales ilegales a la base parlamentaria aliada, no hubo autocrítica. Cuando estalló el Petrolão, un monumental escándalo de corrupción de la empresa pública Petrobrás, el PT adoptó la postura de víctima. La narrativa petista impugnó la totalidad de operación anticorrupción Lava Jato empujada por el juez Sérgio Moro. Defender la pauta anticorrupción ha sido un tabú para la izquierda brasileña. Cuando Luciana Genro, que ya fue candidata a presidenta por el PSOL, elogió en la operación Lava Jato, fue masacrada. No haber disputado la pauta anticorrupción, principal indignación de los brasileños, ha sido un error garrafal. Fernando Haddad, en la campaña del segundo turno, defendió por primera vez la lucha anticorrupción. Un primer paso, que también llega tarde.

Campaña en red

No todo han habido fake news. La campaña de Bolsonaro ha sido una verdadera revolución tecnopolítica. Una campaña en red, descentralizada, con mensajes construidos de abajo arriba. No todo ha sido miedo. La campaña fue construida por millones de fans de Bolsonaro, con narrativas múltiples, fragmentadas, al servicio de la alegría y la ilusión por el cambio.

Del otro lado, el PT se ha apoyado en los grandes ideales de la izquierda, en mensajes de arriba a bajo, en centralizados lemas unitarios. Desde el año 2015, como apunta el investigador Bruno Cava, las derechas se mezclaron con una movilización real. En mayo de 2018, los camioneros pararon Brasil y articularon una revuelta en red a través de WhatsApp. La izquierda caricaturizó ese movimiento y no tardó en estigmatizarlo como derechista. La derecha capturó ese malestar. “El verdadero drama es que la victoria aplastante de Bolsonaro está siendo vivida como renovación de la esperanza y despertar democrático, como ariete antisistémico y movilización de los pobres y castigados por la crisis”, apunta Bruno Cava.

Mientras la campaña de Bolsonaro adoptaba ropajes antisistema, la del PT sabía a Estado y la del ultra izquierdista PSOL parecía incluso institucional.

Ausencia de autocrítica

El PT todavía no ha entonado ningún mea culpa frente a la gestión de sus gobiernos, la crisis económica o la corrupción. Al contrario, el PT ha buscado chivos expiatorios. Culpó a los críticos por la izquierda de hacer juego a la derecha, a los isentões (los omisos) por no denunciar el “golpe” y a la ultraderecha internacional de Steve Bannon por ayudar a Bolsonaro. La narrativa del golpe, según el sociólogo Pablo Ortellado, sirvió como “estrategia discursiva para asustar a la militancia de izquierda y cooptarla en la defensa del legado lulista”. También para esconder los errores. El rapero Mano Brown, en un acto de campaña de Fernando Haddad, lanzó una dura crítica: “Si (el PT) no consigue hablar la lengua del pueblo va a perder. El partido del pueblo tiene que entender lo que el pueblo quiere. Si no lo sabe, que vuelva a la base e intente saberlo”. Fernando Haddad le dio la razón. Por primera vez, un líder petista parece dispuesto a hacer autocrítica, aunque llegue tarde.

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