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Los restos de Pedro Santana deben ser sacados del Panteón Nacional (y 3)

Written by Juan de la Cruz

El 11 de junio de 1864 el general Pedro Santana fue encontrado muerto en su casa ubicada en la hoy Calle Hostos No. 348 esquina General Luperón, donde funciona actualmente la Casa de Italia, en la Zona Colonial de Santo Domingo. Con esta acción buscaba probablemente evitar ser extraditado y juzgado por los mismos personajes a los cuales había entregado su Patria en bandeja de plata varios años antes. La versión más socorrida es que se suicidó de una sobredosis de pastillas, producto de una gran depresión que padeció. Los que sostienen esta versión indican que su asistente personal encontró su cuerpo sobre el escritorio, acompañado de varios frascos de pastillas, algunos vacíos y otros con algunas porciones.

El general Gregorio Luperón en su libro Notas Autobiográficas y Apuntes Históricos al referirse al deceso del general Pedro Santana asegura que la causa de su muerte está relacionada con la “soberbia”, de lo que se infiere que prefirió suicidarse y no reconocer el gran error cometido al entregar la República Dominicana a España.

El presidente doctor Joaquín Balaguer emitió el decreto presidencial número 1383, del 24 de octubre de 1975, con el que dispuso el traslado de los restos del general Pedro Santana al Panteón Nacional, bajo el argumento: “para que descansen en un ambiente de carácter religioso y reciban el tributo de veneración reservado por la Patria a sus grandes hombres”.

La decisión del Poder Ejecutivo reservó la fecha del 27 de febrero de 1976 para la realización de la inhumación, como parte de los actos conmemorativos de los 131 años de independencia de la República Dominicana, lo que no fue posible cumplir en esa magna fecha.

En su nuevo decreto número 3473, de fecha 6 de julio de 1978, el presidente Balaguer retomó el decreto emitido en 1975, de realizar el homenaje al general Santana, escogiendo la fecha del 23 de julio del mismo año -días antes de entregarle el poder al PRD- para dar cumplimiento a lo anteriormente propuesto.

Para ese fin, el doctor Balaguer nombró una Comisión integrada por el vicepresidente de la República, el Senador, el gobernador y el presidente del ayuntamiento de El Seibo, así como los presidentes de los ayuntamientos de Hato Mayor y San Pedro de Macorís. También integró a las personalidades Manuel de Jesús Goico Castro, Vetilio Alfau Duran y Francisco Elpidio Beras, con el propósito de que tomaran las providencias de lugar y elaboraran el programa a desarrollar en el evento. Los restos fueron acogidos y colocados en uno de los nichos de la Patria, en la fecha señalada.

La controvertida decisión del Presidente Balaguer de trasladar los restos del general Pedro Santana al Panteón Nacional contribuyó a reavivar en el debate nacional una vieja y no resuelta polémica en torno al papel de Pedro Santana en el devenir histórico dominicano.

Esta polémica fue iniciada formalmente en el año 1889 cuando desde las páginas de dos importantes periódicos de la época “El Teléfono” y “El Eco de la Opinión” se enfrentaron el padre de la Historiografía Dominicana, Don José Gabriel García, y el célebre autor de la novela “Enriquillo”, Don Manuel de Jesús Galván. García contrario al general Santana y Galván convertido en su defensor. Esta fue la más importante polémica en torno al tema durante el siglo XIX.

El régimen de Trujillo fue proclive a destacar la figura de Santana, contraponiéndola en varias ocasiones a la figura de Duarte, como sostiene el mismo Joaquín Balaguer al explicitar las razones que le condujeron a escribir el “Cristo de la Libertad”; o cuando no, equiparándolas al mismo nivel, otra  forma sutilmente orientada a desconocerle a Juan Pablo Duarte su proceridad cimera.

Esto se puede observar en la producción intelectual de entonces con obras como “Duarte y Santana” del escritor trujillista Pedro Vergés Vidal, la biografía de Santana escrita por el historiador y escritor puertoplateño Rafael Senior o la que escribiera el destacado historiador y educador Gustavo Adolfo Mejía Ricart con el título “Biografía del Caudillo Pedro Santana”, entre otras.

En 1956 desde el periódico “El Caribe” se promovió una encuesta dirigida a intelectuales e historiadores nacionales a los fines de que “expresen con serenidad objetiva sus opiniones en torno al héroe de Azua y las Carreras”.

En el año 1957 Ramfis Trujillo, en su condición de Jefe de Estado Mayor de la Aviación Militar Dominicana, ordenó hacer una publicación donde se plasmaran todas las opiniones vertidas por los intelectuales que respondieron a la consulta realizada en torno al general Santana.

Un destacado santanista fue el gran intelectual trujillista Manuel Arturo Peña Batlle, quien dejó inconclusa una biografía sobre el general Pedro Santana. En carta dirigida por Peña Batlle al historiador Emilio Rodríguez Demorizi el 15 de junio de 1951 llegó a plantearle que ya era hora de sustituir la “inocua trilogía” de los tres Padres de la Patria por el “binomio sustancial” de Santana y Duarte, como si no se tratara de una innombrable afrenta colocar a Santana en igualdad de méritos y virtudes que el fundador de nacionalidad dominicana.

De similar parecer era Rodríguez Demorizi, quien expresó- al ser consultado en 1956- que “la tradición seguirá diciendo: Duarte, Sánchez, Mella, y seguiremos escuchando fervorosamente esos mágicos nombres. Pero la crítica histórica, poniendo de un lado el pensamiento y del otro la acción, extremos de toda grande empresa, reducirá esa gloriosa trilogía a este simple binomio: Duarte y Santana”.

El verdugo de los Padres Fundadores de la República Dominicana, de la heroína María Trinidad Sánchez, del centinela de la frontera Antonio Duvergé, del prócer de febrero de 1844 Jacinto de la Concha, de los hermanos José Joaquín y Gabino Puello, entre otros, no puede estar compartiendo el Panteón Nacional con estos hombres y mujeres que lo dieron todo para lograr una Patria totalmente libre e independiente de toda potencia extranjera, cuyo blasón en cuartos encarnados y azules, atravesados por una cruz blanca, simboliza el más puro ideal de redención y amor patrio.

Por eso todos los dominicanos nobles y seguidores del ideal duartiano exigimos a todo pulmón del Gobierno central y el Congreso Nacional que emitan un decreto o aprueben una ley para sacar los restos del general Pedro Santana del Panteón Nacional y trasladarlos a su antigua morada: la ciudad del Seybo. Es más, el general Pedro Santana murió siendo español, razón por la cual España debe reservarle un espacio en el Panteón de sus héroes nacionales, si es que lo consideran como tal.

 

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Juan de la Cruz

Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Santo Domingo

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