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Jamal Khashoggi entendía el poder (1)

Written by Debate Plural
Robert Fisk (La Jornada, 27-10-18)
En un giro radical Arabia Saudita reconoció que el asesinato de Jamal Khashoggi fue premeditado. En tanto, Salah, hijo del periodista, abandonó el país, luego de que le levantaron una prohibición para viajar, y la UE pidió un embargo de armas a Riad. La imagen, ayer afuera del consulado saudita en Estambul, donde se organizó una vigilia en memoria del comunicador. Foto Ap.

Supe justamente lo que en realidad significó el asesinato de Jamal Khashoggi en el contexto de Medio Oriente cuando me di cuenta de a quién tendría que llamar para que me explicara. A quién iba a llamar por teléfono para enterarme de qué estaba pasando. Pues desde luego, hubiera tenido que llamar a Jamal Khashoggi y por eso es que su muerte es tan importante; porque era, como él mismo sabía, un solitario e importante periodista árabe que no escuchaba –ya no más– la voz de su amo. Ese fue su problema.

Este repugnante, peligroso, aterrador y sucio asesinato –porque no me van a decir que un hombre de 60 años que muere en una pelea a puños con otros 15 hombres no es un asesinato– no sólo muestra al gobierno saudita tal y como es, sino que nos muestra a nosotros tal como somos. ¿Por qué nos seguimos enamorando de los estados árabes –como también lo hace Israel– y después gritamos aterrados cuando resultan ser extremadamente desagradables y muy violentos?

Para responder a esta pregunta ya hay varias pistas. La reacción inicial de Trump al decir que la versión saudita era creíble –cuando claramente no lo era– fue el comienzo. Después, el asesinato se convirtió en el peor en la historia de los encubrimientos. Fue la calidad del asesinato lo que le pareció perturbador, como pueden ver. Estos fulanos no sabían cómo borrar sus rastros. Ya había admitido que no quería renunciar a la venta de armas estadunidenses a Arabia Saudita. Nuestra querida primera ministra (británica) Therea May, además, se refirió a la horrenda muerte de Jamal diciendo que lo habían matado y no que fue asesinado.

Posteriormente –y esto es un indicador puesto que nadie lo contradijo– tuvimos al ministro del Exterior saudita, Adel al Jubeir, quien describió el asesinato como un enorme y grave errorError. Déjenme repetirlo: ¡ERROR¡

Al Jubier, ex embajador saudita en Washington que alguna vez se dijo víctima de un intento de asesinato en Estados Unidos, estaba hace un año dando lecciones a la prensa sobre la guerra contra Yemen y afirmó que Arabia Saudita respeta las leyes humanitarias internacionales. Pues por lo visto lo que ignoran son las leyes diplomáticas internacionales. Pero esperen un minuto; Al Jubier –a quien conocí muy bien hace muchos años– es un hombre muy elocuente y bien educado. Su inglés es impecable. No se equivocó al usar la palabra error. Lo que quiso decir –más bien creo que quiso decir– es que Jamal Khashoggi no debió haber muerto.

Jamal no debió haberse enfrascado en la famosa pelea a puñetazos. Algo salió mal. Quizá los asesinos no entendieron qué debían hacer. Debió haber una rendición, no un asesinato. Quizá una plática amigable se salió de control. No estaban conscientes de sus propias fuerzas, Antes de darse cuenta, Jamal se estrelló contra sus puños, o el puño de uno de ellos. Ellos cometieron un error y por esta razón nos podemos olvidar del equipo de 15 golpeadores; eso sin mencionar al doble de Jamal que fue captado saliendo del consulado –aparentemente vestido con la ropa de Jamal, por amor de Dios– quien después tiró esa misma camisa, pantalones y saco en un basurero. Olvídense del científico forense y de la misteriosa camioneta negra. Y las dos semanas de negación de los hechos que cubrieron una descarada y total mentira desde el primer día. ¿Y esto fue un Error?

No debía extrañarnos, claro. Esta semana el error fue minimizado y se convirtió en un lamentable incidente, según el ministro saudita, en una conferencia internacional de empresarios en Riad para la que numerosas compañías occidentales disminuyeron el rango de su representación al enviar a directivos secundarios en vez de principales al encuentro.

Mohamed bin Salmán –¿lo vieron sonriente con sus invitados y bromeando con el rey Abdullah de Jordania?– está totalmente limpio; eso debemos creer. Intocable e inocente. Puro como la nieve recién caída del cielo. Pero después de su guerra vil en Yemen, su arresto de los más importantes príncipes y nabobs (hombres muy adinerados de Oriente. N. de la T.) de Riad, su secuestro del primer ministro libanés y su asalto contra Qatar –con la exigencia de cerrar la cadena Al Jazeera (que ahora debe estar disfrutando mucho el torpe proceder saudita), ¿sería de extrañar que Mohammed bin Salmán se hubiera mezclado en algo que se salió de control aun cuando eso hubiera ocurrido y ahora nos digan que nada pasó? Un error, por ejemplo.

Si la guerra en Yemen puede salirse de control –incluso resultar un error–bueno, ¿qué puede esperarse cuando un grupo de golpeadores son llevados a Estambul a bordo de jets sauditas? Por cierto, me encantó el detalle de que volaron hacia distintos aeropuertos de Estambul, eso realmente confundió a los turcos ¿verdad? Quizá no fue el peor encumbrimiento de la historia.

Ciertamente fue un error.

Y todos debimos de haber notado, ¿no es cierto? la repulsiva e hipócrita cascada de indignación de parte de nuestros valientes y morales líderes occidentales ante el asesinato de Jamal. Han estado titubeando durante dos años sobre la guerra en Yemen, inventándole excusas y evitando la responsabilidad por ella, es muy obvio que les importa mucho, mucho más la muerte de Jamal que los 5 mil civiles que han perecido en el conflicto en Yemen. ¿Cuánto vale la muerte de un niño o de todos los asistentes a una boda comparados con el asesinato de Jamal? Supongo que siempre podremos encontrar excusas para las bajas en Yemen – daños colateralesescudos humanosinvestigación a fondo, pero el asesinato de Jamal fue demasiado obvio, demasiado envuelto en mentiras, demasiado lleno de matones. Nosotros, al igual que el príncipe heredero –alabado sea su nombre– nos quedamos sin excusas. Dios nos libre pero ¿qué haríamos si se descubriese que el famoso cuchillo –siempre suponiendo que hubo un cuchillo y que Jamal fue desmembrado– y que éste fue fabricado en Scheffield?

Naturalmente, todos esperamos que Jamal no haya sido desmembrado. Si Adel al Jubier no lo sabe, y el cónsul saudita no lo sabe –y dado que ahora está a salvo, de vuelta en Riad, nunca lo sabremos– y si Mohammed bin Salmán tampoco lo sabe (porque él no puede saber nada de esta atrocidad) entonces todos esperamos que se le haya dado a Jamal un solemne y digno funeral musulmán; que se hayan dicho todas la plegarias de rigor para su alma y que su cuerpo haya sido sepultado –en secreto, desde luego– amortajado, sobre su lado derecho y con la cabeza en dirección a la Meca; la ciudad santa de la cual es protector el rey, padre de Mohamed bin Salmán.

Esto no habría sido fácil de hacer si, en efecto, Jamal fue partido en pedazos por nuestro científico forense favorito y llevado a la residencia consular o al bosque –como indica la versión oficial turca– para enterrarlo clandestinamente. Los perpetradores pensaron, debido a lo piadoso de su país y a su fe, que debían darle un funeral musulmán. Sin embargo, para entonces, deben haberse dado cuenta de que cometieron un grave y terrible error. Según la ley islámica, un cuerpo mutilado debe ser cosido con sus partes en su lugar antes de ser amortajado. ¿Habrán cosido a Jamal? ¿Le habrán puesto una mortaja?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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