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Venezuela-China: potencial y poder en desarrollo (1)

Written by Debate Plural

Ernesto Wong Maestre (Barometro Internacional, 26-9-18)

 

La avalancha de acuerdos bilaterales firmados por el Gobierno Bolivariano durante la visita de alto nivel presidida por el líder de la revolución chavista y Presidente Constitucional, Nicolás Maduro, a la República Popular China, recién finalizada, contribuirán estratégicamente a elevar el nivel del potencial de Venezuela y también de China, de ahí que ambos gobiernos, actores populares y fuerzas empresariales de una y otra nación se hayan manifestado con entusiasmo e interés por los alcances de las negociaciones y sus resultados. Esos acuerdos tuvieron como fundamentos filosóficos tanto el Pensamiento Chavista como el Espíritu de Shanghai y como referentes principales el desarrollo integral y sostenible de ambos países y la mayor prosperidad para sus pueblos. De su relevancia y sentido tratan las siguientes ideas. .

Como bien reconocen los estudiosos de la potencia y poder de una Nación, desde el alemán Hans Morgenthau (1) o el francés Raymond Aron (2) hasta el venezolano Víctor Maldonado Michelena (3) o el cubano Roberto González (4), el potencial de un país está dado por el conjunto de recursos materiales e inmateriales, capacidades intersubjetivas, competencias subjetivas y tecnologías en sus diversas magnitudes, desde las nanotecnologías hasta las macrotecnologías que pudieran emplearse en momentos determinados para alcanzar fines de política exterior o para la defensa de su soberanía, independencia y libertad, mientras que se le llama poder al uso concreto de ese potencial en las estrategias y operaciones tácticas para ir logrando objetivos ante las amenazas, conflictos u oportunidades, tanto para fortalecer el potencial, condición clave de la estabilidad política, como para apoyar a un aliado. O incluso, solidarizarse con un pueblo necesitado, como solo lo hacen los gobiernos enfocados al socialismo.

Acuerdos, potencial, poder y estructuras

Varias obras de los autores antes mencionados dan cuenta detallada de los “factores” que definen el potencial de una Nación. No es necesario mencionarlos aquí pero si recordar que no deben concebirse o estudiarse fragmentados sino en un amplio haz de relaciones como totalidad dialéctica y por ello, relaciones con diversos niveles de significación entre ellas, algunas “duras” y otras “blandas”, como bien recuerdan De la Garza y Leyva (5). Basados en esos factores, es posible comprender que los 472 proyectos bilaterales en ejecución, más los 28 acuerdos anunciados que fueron firmados durante la visita de Maduro a China junto al equipo liderado por Xi Jinping tienen un caleidoscopio de significados, tanto para el Plan de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad (RCP) echado a andar en el pasado agosto por el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela como para el ya exitoso gran proyecto de la Franja y la Ruta ideado y puesto en marcha desde hace más de un lustro por la República Popular China en alianza con más de cincuenta países de Asia, Eurasia, Europa, África y más recientemente con América Latina y El Caribe, en lo que Cuba y Venezuela tienen significados particulares.

Los acuerdos potencian y los proyectos derivados de los planes dan poder al mismo tiempo que se ejecutan con el poder acumulado de los Estados, que al realizarlos se alcanza mayor potencia y también se incrementa el poder para continuar transformando las sociedades. Todo ello proporciona el sentido histórico y último de toda esa acción bilateral: sentar las bases firmes hacia el desarrollo integral de las dos naciones y con ello alcanzar la mayor suma de felicidad y seguridad social para ambos pueblos y la mayor suma de estabilidad política para las Naciones.

Venezuela desarrolla el proyecto de transformaciones sociales que más atracción popular global ha tenido en los últimos quince años complementado con una política exterior dirigida a integrar a los pueblos mediante los proyectos ALBA-TCP conformado por Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Dominica, Antigua y Barbudas, San Vicente y Granadinas, Granada, San Cristóbal y Nieves y como invitados Surinam, Irán, Siria, Rusia, India, Malasia y Vietnam. Venezuela se solidariza y comparte con ellos la riqueza petrolera que posee a través de Petrocaribe, calculada como una de las más grandes del mundo, y se apresta a desarrollar integralmente la minería al poseer grandes reservas de oro, coltán, bauxita, caliza, diamantes, carbón, hierro, fosfatos, dolomita, manganeso y muchos otros minerales estratégicos o de amplio uso tradicional. Y en toda la labor que realiza o planea está presente el principio de la democracia participativa y protagónica del pueblo y la decisiva unidad cívico-militar, con su expresión concreta en la praxis diaria del país. La visión del Socialismo Bolivariano que anima el proyecto social se va transformando y enriqueciendo, en la misma medida en que se va desarrollando en la praxis según las particularidades de Venezuela, y ello despeja mejor el camino hacia una mayor integración con el gigante asiático.

China, por su parte, ya disputa con EE.UU la primera plaza mundial como potencia económico, financiera y tecnológica, mostrando -a diferencia del imperio- una alta capacidad de sacar anualmente a millones de personas de la pobreza y también de crearles condiciones sostenibles para que disfruten de buenos salarios, eficiente infraestructura comunicacional y de servicios, y cantidades diversas de productos de primera necesidad, para el hogar e incluso suntuarios mediante una integración, cada vez mayor de todas sus regiones y estas con el mundo a través de la histórica Ruta de la Seda. Coches eléctricos ya son producidos y exportados en proporciones similares a otras superpotencias desde Nanjin a varias capitales y ciudades de Asia, Europa y Medio Oriente, con la participación de empresas mixtas formadas con grandes corporaciones emergentes (stars up), las cuales se expanden por el extenso territorio de más de 9 millones y medio de km². En China están creciendo aceleradamente las inversiones en investigación y desarrollo (I&D) para situarla dentro de pocos años en el primer lugar mundial y ya ha desplazado a varias potencias en la escala de generadoras de tecnologías. Ningún analista deja de reconocer que nuevos emporios tecnológicos y zonas económicas especiales con grandes urbes están surgiendo aceleradamente desde Shanghai hasta Urumchi y desde Guangchi hasta Jilin. Por ello, China se ubica en la cima de los llamados mercados de exportación e-commerce.

Recientemente el destacado analista ruso orientalista, Alexei Maslov, abogó por crear grandes corporaciones globales mixtas de productos o servicios para competir en el mercado mundial, constituidas por los ocho países de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), conformada por China, Rusia, India, Pakistán, Kasajistan, Tiyikistán, Kirguistán, Uzbekistán y con observadores como Bielorrusia, Afganistán, Irán y Mongolia, así como otros cinco aspirantes a integrarla. Todo ello hizo que el canciller chino, Wang Yi, reconociera que el Espíritu de Shanghai es «la razón fundamental por la que la OCS puede seguir creciendo». Pero la propuesta de Maslov tiene su asidero, entre otras condiciones concretas, en que hace solo un año China y Reino Unido inauguraron el primer tren de carga que conecta directamente ambos países y en 18 días recorre 12.000 kilómetros con cargas en ambos sentidos y de varios de los países por donde transita y se aprestan a moverlo en un futuro con energía solar, reduciendo así los costos y ahorrando la energía fósil que se agota aceleradamente.

Respecto a África y guiada por el Espíritu de Shanghai, China ha atraído la atención de los 55 países africanos y coopera con ellos para fortalecer el recién Acuerdo de Libre Comercio Africano o Tratado Continental Africano de Libre Comercio, del pasado marzo, porque, como recién reconocieron los analistas de Xinhua, “el involucramiento de China en África es beneficioso para los 2.600 millones de chinos y africanos, que representan un tercio de la población mundial”(6). Más de 60 mil millones de dólares de China se invertirán en proyectos conjuntos, siguiendo los objetivos y estrategias de la Agenda África 2063.

 

 

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