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La intención de Israel en Oslo nunca contempló la paz ni un estado palestino (y 2)

Written by Debate Plural

Amira Hass (Rebelion, 24-9-18)

 

* La masacre de Goldstein: no solo los violentos colonos de Hebron no fueron evacuados de la ciudad; además fueron recompensados. El gobierno de Rabin castigó a los palestinos por la matanza que un ciudadano judío israelí cometió allí y fueron obligados a soportar un prolongado toque de queda. Después se impusieron varias restricciones de movimiento a los palestinos para implementar el principio de separación entre ellos y los colonos, mientras se privilegiaba la comodidad y el bienestar de unos pocos judíos a costa de la mayoría palestina.

* Pese a la imagen de “reciprocidad” y “simetría” entre palestinos e israelíes que trató de mostrar la Declaración de Principios, durante todo el proceso de negociación la situación de los prisioneros palestinos nunca fue equivalente a la de los soldados israelíes a pesar del hecho de que sus comandantes –que en ese momento se encontraban con la otra parte y negociaban con ella– los habían mandado a combatir y matar. Los prisioneros palestinos fueron pintados como criminales cuyo nombre y lugar de residencia era conocido por todo el mundo, y los israelíes como héroes. La liberación de los prisioneros ni siquiera se mencionó en la Declaración de Principios. Más tarde, las liberaciones parciales estuvieron siempre acompañadas de humillaciones y postergaciones, y no incluyeron a palestinos que habían matado a israelíes antes de la firma de los acuerdos de Oslo.

* En los años noventa del siglo pasado, Israel continuó demoliendo edificios en Cisjordania; es basaban en que habían sido construidos sin tener un permiso para ello, cuando todo el mundo sabía que desde los setenta Israel había sido muy mezquino a la hora de conceder un permiso de construcción a los palestinos y de elaborar un plan general para ellos.

* En julio de 1994, durante las reuniones en Oslo y bajo un gobierno laborista-Meretz, se expidieron órdenes de desalojo a los beduinos de la tribu Jahalin para permitir la expansión del asentamiento de Ma’aleh Adumim. En mayo de 1995, el Tribunal Supremo de Justicia rechazó unas apelaciones contra el desalojo. Órdenes de desalojo similares se enviaron a otras pequeñas comunidades de pastores y agricultores, gente que tradicionalmente –y para ganarse la vida– pasaban un tiempo considerable en tierras alejadas de su aldea de origen, por ejemplo junto a lo que sería la carretera 443 (que va de Jerusalén a Modi’in) y en el bloque Etzion.

* El Acuerdo Provisional estableció una ostensiblemente desigual división de los recursos de agua en Cisjordania y determinó un cupo de la cantidad de agua que los palestinos podían consumir (mientras que a los colonos no se les impuso cupo alguno). Los pozos de agua perforados en el valle del Jordán abastecían –y continúan haciéndolo– a los aproximadamente 6.000 colonos que viven allí con una cantidad de agua equivalente a un cuarto de la asignada a los palestinos –entre 1,5 y 2 millones de personas–. En las reuniones de la comisión conjunta del agua, a los palestinos se les hizo evidente muy pronto que para ellos era mejor pedir que se aprobaran un conducto de agua de un diámetro menor del que habían pensado inicialmente; de otro modo, los israelíes no aprobarían el proyecto propuesto.

* A pesar de que en el acuerdo hay una disposición para que ninguna de las partes hiciera algún cambio que pudiera afectar los resultados del acuerdo permanente, a fines de 1995 el ministerio del Interior israelí encabezado por Haim Ramon empezó a revocar la situación de residente de miles de palestinos de Jerusalén, sobre la base de de que su centro vital ya no era esa ciudad. Esta fue la señal de lo que se ha llamado “traslado silencioso”, la expulsión de la ciudad de muchas personas, el despojo de su situación legal y la confiscación de su documento de identidad, y el avance de un sistema de vigilancia y espionaje contra decenas de miles de palestinos llevado a cabo por el ministerio del Interior y el Instituto Nacional de Protección. Las restricciones de edificación en Jerusalén también siguieron en vigor y el régimen de permisos de viaje cortó la conexión natural que los palestinos tenían con este centro económico, social y cultural.

* Otra señal fue la división de Cisjordania en tres zonas de control –A, B y C– que serían adaptadas a una relocalización de de las Fuerzas de Defensa de Israel (equívocamente llamada retirada). Al principio, esto se hizo en las ciudades, después en las aldeas y finalmente en las zonas menos pobladas que son las reservas de tierra y espacio para una futura entidad palestina. Aunque ignoremos el hecho de que Israel resolvió el ritmo del redespliegue y cuándo y dónde se detendría, el acuerdo no estableció el tamaño de la zona que finalmente dejarían sus fuerzas. Cada parte interpretó esto según sus propios deseos; una vez más, la imprecisión funcionó en beneficio de la parte más fuerte: Israel. Veinticinco años más tarde, la Zona C –totalmente controlada por Israel– cubre más del 60 por ciento de Cisjordania. Había una lógica de seguridad para la relocalización gradual del ejército pero –la retención por parte de Israel– de las responsabilidades civiles y administrativas en el Zona C le permitió apoderarse de más tierra. Israel se ha quedado con la mayor parte de Cisjordania, y en ese territorio limita la construcción y el desarrollo palestinos a lo estrictamente esencial; además, se reserva para sí la interminable expansión de los asentamientos.

* Los israelíes han construido desvíos en las carreteras –variantes– para que los colonos no deban atravesar las ciudades y pueblos palestinos cuando quieren ir a su casa. Han despedazado Cisjordania sin consideración alguna por la relación entre los centros urbanos palestinos y sus zonas circundantes, con sus respectivos pueblos y aldeas, y cortado los caminos históricos. Las variantes han sido una herramienta de perpetuación de un arreglo que supuestamente era temporal. La organización del espacio territorial y las construcciones fueron hechas a la medida de las necesidades de los actuales colonos, pero también de las de los futuros proyectos de asentamientos: así, por ejemplo, las “carreteras en túnel” allanaron el camino al bloque Etzion convirtiéndolo –en la práctica– en un prestigioso suburbio del sur de Jerusalén. Las garantías dadas a los colonos en el Acuerdo Provisional obviaron la necesidad de un arreglo permanente que habría requerido su evacuación; de ese modo, más israelíes se habrían sentido tentados a ir a vivir en esos asentamientos y a solicitar que les permitieran quedarse en ese lugar.

* Israel no parecía estar preparado para la búsqueda de “medidas de construcción de confianza” relacionadas con la cuestión de la tierra y el territorio. Por ejemplo, la parte israelí podría haber compensado a los palestinos por la confiscación de tierras para construir las variantes mediante la devolución de cientos de miles dunam* que en los ochenta, en un malicioso proceso que incumplía la ley internacional, fueron declaradas “tierras fiscales”. Esto no se sucedió debido a que desde el principio Israel no abandonó su mantra de “tanto territorio como sea posible y tan pocos árabes como sea posible”. Así, el control de la Zona C, la prohibición de construcción y de acceso a la tierra a los palestinos, la construcción de los asentamientos y la red de carreteras de uso exclusivo de los israelíes, todo ello condujo a la creación de numerosos enclaves palestinos desconectados unos de otros que acabaron devorados por la expansión israelí. En un proceso que reprodujo en Cisjordania la realidad que caracteriza al enclave de Gaza. En el curso de las negociaciones de Oslo se ha invertido mucho pensamiento, no para avanzar hacia la paz sino para la creación de enclaves palestinos.

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