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Guerra de los 33 Días: Derrota del Sionismo a Manos de Hezbolá

Written by Debate Plural

Pablo Jofre Leal (teleSur, 9-9-18)

 

En momentos en que el Levante Mediterráneo sufre aún la agresión de países occidentales y grupos terroristas organizados, armados y financiados por Estados Unidos y sus socios sionistas y wahabitas, la correlación de fuerzas ha comenzado a tener un viraje que beneficia a las fuerzas del Eje de la Resistencia.

Un escenario que ha significado la recuperación paulatina de la soberanía siria sobre gran parte de su territorio, la consolidación de la importancia política y militar del Movimiento de Resistencia islámica de El Libano – Hezbolá – pero también la intensificación de la conducta agresiva del régimen sionista contra Siria y El Libano y su crónica política colonialista, racista y criminal contra el pueblo palestino. En ese marco, hace pocos días se conmemoraron los doce años del término de la denominada Guerra de los 33 días en El Líbano, que significó la derrota de las fuerzas sionistas que invadieron el país levantino, con el objetivo de tratar de destruir a Hezbolá, mediante la excusa de recuperar a soldados israelíes capturados y alejar este Movimiento más allá del límite del Río Litani.

El mundo pudo visualizar que el régimen israelí y un ejército que se creía poderoso, provisto con las más moderna y actualizada tecnología en armas, donde lucían orgullosos el Tanque Merkava, junto a la presencia de la Fuerza Aérea y naves marítimas que pretendían exponer una superioridad aplastante, tuvieron que salir con la cola entre las piernas, tras el triunfo de Hezbolá. Ello, en  una Guerra que se recuerda como uno de los hechos glorioso en la vida del pequeño país levantino y que elevó la figura de la resistencia y de su líder, Sayyed Hasan Nasrolá, en todo Oriente Medio, como aquellos que habían derrotado al sionismo y su maquinaria bélica pero también inspirando a los movimientos, grupos y partidos del mundo árabe bajo un marco alejado del sectarismo y de las divisiones artificiales entre sunitas y Chiitas mutando por un sentir más panislámico,  que aterroriza a los regímenes autócratas digitados por el wahabismo.

La Criminal Doctrina Dahiya

Indudablemente, en esa Guerra de los 33 días,  las fuerzas eran dispares, al igual que el número de muertos, 1.200 libaneses, la mayoría de ellos civiles – un tercio de ellos menores de 12 años –  muertos a manos de bombardeos terrestres, aéreos y navales, sobre todo sobre los barrios chiitas del sur de la capital Libanesa, que dio nombre a la doctrina de destrucción impulsada por las fuerzas sionistas: la doctrina Dahiya – nombre del barrio en Beirut donde el fuego israelí se ensañó contra sus habitantes. Un método militar que el Jefe del Estado Mayor de Israel en ese año 2006  Dan Halutz señaló que serviría “para atrasar los relojes de El Líbano en veinte años”.A pesar de las fuerzas dispares, el Movimiento de Resistencia contaba con un elemento fundamental: la moral combativa, que sólo da la defensa de una patria que se ha ocupado por cientos de años, frente a una potencia colonizadora, extranjera, extraña al mundo de Oriente Medio.

Los ataques israelíes se hicieron también con armas prohibidas, en este caso Fosforo Blanco, como fue reconocido meses después del fin de la Guerra. Efectivamente el Ministro sionista de origen marroquí en aquel entonces (ex Ministro de Salud y posteriormente Ministro Sin Portafolio) Jacob Edery admitió que “nuestro país utilizó bombas de fósforo blanco durante los bombardeos de 33 días que la aviación lanzó sobre poblaciones civiles de Líbano y también blancos militares”.  La Convención de Ginebra prohíbe el uso de fósforo blanco como un arma incendiaría en contra de poblaciones civiles y en ataques aéreos contra fuerzas militares ubicadas en áreas civiles pero, eso siempre ha sido letra muerta para el sionismo.

La doctrina Dahiya, como estrategia militar planteada por el general israelí Gadi Eizenkot,  Jefe del mando Norte de las fuerzas israelíes en la Palestina ocupada, signaba la realización de una guerra asimétrica, que debía darse en un entorno urbano, donde el ejército terrestre, la fuerza aérea y naval debía dirigir todo su poder de fuego hacia la infraestructura civil del país invadido. Con eso se pretendía garantizar, en la lógica de estos generales, el infundir el terror deliberado, expulsando a la población de sus residencias y al mismo tiempo tratar de enfocar las críticas de su sufrimiento a los líderes y organizaciones de la resistencia generando con ello también un daño político a la Resistencia.

Es, por tanto una conducta bélica planeada, deliberada, con visión destructiva a grado máximo, destinada a ocasionar el mayor daño posible contra la infraestructura sanitaria, portuaria, vial, energética, escuelas, hospitales e incluso contaminar el medio ambiente del país agredido. Tal fue el caso del derrame de miles de toneladas de petróleo en las costas de El Líbano tras los bombardeos israelíes sobre plantas de refinería de este país, como sucedió en esos 33 días de combates. Hecho que la ONU mediante una resolución determinó que se le debía pagar 900 millones de dólares al país agredido, ante el daño ecológico causado, sin que hasta el día de hoy Israel haya pagado una libra libanesa y se haya contado con el veto en el seno del Consejo de seguridad de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.

Gadi Eisenkot en los análisis posteriores a la guerra de agresión llevada a cabo por Israel calificó los puntos centrales de la Doctrina Dahiya con las siguientes palabras y que han sido resumidas en un interesante artículo de Johathan Cook de Counterpunch “Lo que sucedió en el barrio de Dahiya de Beirut en 2006 le sucederá a cada pueblo desde el que se dispare contra Israel. Le aplicaremos una fuerza desproporcionada y causaremos allí gran daño y destrucción. Desde nuestro punto de vista, esos no son pueblos civiles, son bases militares. Esto no es una recomendación. Esto es un plan”. Estrategia que se repetiría en forma calcada contra la Franja de Gaza en las guerras de agresión del año 2008-2009 (Operación Plomo Fundido),año 2012 (Operación Pilar Defensivo y año 2014 (Operación Margen Protector), todas ellas con nombres rimbombantes, para gozo de los medios de información occidentales. Agresiones militares que generaron enormes sufrimientos a la poblacióngazetí y la destrucción de viviendas, fábricas, hospitales, escuelas y todo aquello que hace posible la vida de un territorio.

El número de muertos israelíes en la Guerra de los 33 días fue de 159, gran parte de ellos soldados, que a diferencia de su política de ocupación colonial contra Palestina – donde suelen asesinar a hombres y mujeres desarmados, en El Líbano enfrentaron a cuerpos de combatientes experimentados, curtidos en el rigor de la lucha  y dotados de armas capaces de causar daño, como lo prueba la destrucción de  menos 60 tanques Merkava del Ejército sionista, que hasta ese momento eran considerados los más modernos, mortíferos e invulnerables del mundo. Se une a ello la inutilización de una Fragata israelí    del tipo Sa´ar 5 que operaba en las costas libanesas bombardeando posiciones de Hezbolá y que fue alcanzada por un misil desde posiciones de la resistencia. Además, las fuerzas de Hezbolá destruyeron los puestos de operaciones de la Fuerza Aérea y las Fuerzas terrestres sionistas acantonadas en El Líbano y el derribo de 4 helicópteros. . No fue el cantar y coser que creían los israelíes y la destrucción de material de guerra y los cuerpos de soldados llegando a Tel Aviv en bolsas negras comenzó a agitar las aguas políticas y sociales del régimen israelí.

Ante el fracaso de su operación militar,  los líderes políticos y militares acudieron presurosos a la entidad que tanto suelen criticar hoy en día: la Organización de las Naciones Unidas, para favorecer un alto al fuego que tendiera un manto de humo frente al fracaso bélico de un ejército que frente a la imagen internacional se mostraba invencible. La administración del ex Presidente George W. Bush presionó al ex Secretario General de la ONU el ghanés Kofi Annan, para que la resolución de alto al fuego fuese cumplida en forma inmediata. Una resolución emanada del Consejo de Seguridad de la ONU, que llamó al «cese completo de las hostilidades» solicitando que las milicias libanesas de Hezbolá detengan todos sus ataques y que Israel pusiera fin a todas su “operaciones militares ofensivas»

La Resolución N° 1701 aprobada el 11 de agosto del año 2006 marcó la exigencia que Israel saliera completamente del territorio libanés, sin condición alguna que fuese favorable a los objetivos que plantearon su campaña de agresión: La resolución aprobada por los quince miembros del Consejo de Seguridad  estableció que una vez se haya alcanzado el cese de hostilidades, se pide al gobierno del Líbano y a la Fuerza Provisional de la ONU en el sur del país que desplieguen conjuntamente sus fuerzas, al tiempo que se exige al gobierno de Israel a que paralelamente retire todos los efectivos de su ejército. Esto permitirá, según la resolución, que el gobierno del Líbano amplíe su control a todo el territorio libanés, como se establece en la resolución 1559 y en los acuerdos de Taif, que pusieron fin a la guerra civil libanesa.

La Guerra de los 33 días consolidó el prestigio de Hezbolá como legítimo representante de parte importante del pueblo libanés y a su líder Seyed Hasan Nasrolá como un político de estatura global. Nada ha sido lo mismo para El Líbano desde aquel triunfo pues los conceptos de soberanía, dignidad se solidificaron y se reconocieron en el valor de miles de combatientes libaneses, que enfrentaron a un ejército bien equipado pero con el terror pintado en sus rostros, que hasta el día de hoy los persigue cuando se habla de enfrentar a Hezbolá.

Aunque las fuerzas sionistas lograron ocasionar enormes daños físicos a la economía del país y asesinar a 1.200 libaneses, destruir importante infraestructura, vital para el desarrollo del sur de El Líbano, cada uno de esos actos perpetrados por Israel obedecía a la necesidad de cubrir con un manto de destrucción sangre, cada muerte de sus soldados invasores, la destrucción de sus tanques, de sus puestos de control de su fragata. Hoy, gracias al esfuerzo de la población libanesa y el trabajo del movimiento de resistencia el sur de El Líbano reverdece y se respira una voluntad aún más potente de resistir a todo aquel que quiera agredir a El Líbano. El verde es el color no sólo del triunfo sino también de esperanza.

Hoy, tras doce años del triunfo sobre las fuerzas sionistas Hezbolá está más fuerte que nunca: decenas de miles de misiles, una milicia preparada en el fragor del combate diario contra los movimientos extremistas que han asolado a Siria, país al cual Hezbolá ha tendido su mano generosa. Bien sabe Israel que el Movimiento de Resistencia islámica de El Lïbano es un enemigo poderoso. Bien sabe que luchar contra Hezbolá puede significar el principio del fin del sionismo. A pesar de las palabras altisonantes de sus líderes políticos, de Ministros como el de educación Naftali Bennet, jefe de la organización ultra Hogar Judío, que no se cansa de declarar que Israel debe prepararse para una nueva guerra contra Hezbolá “en la que el conjunto del Líbano se convertiría en un objetivo porque el Líbano es igual que Hezbolá y Hezbolá es igual que el Líbano”. O el Ministro de Asuntos Militares, el colono de origen Moldavo Avigdor Lieberman, quien ha aumentado en forma multimillonaria la asignación de recurso para dotar de misiles a las fuerzas sionistas, de manera tal que puedan oponerse a los misiles de Hezbolá.

A pesar de ellos, de sus palabras, amenazas y acciones Hezbolá está allí protegiendo la frontera sur de El Líbano. Bien saben ambos políticos sionistas y todo el gabinete del régimen israelí y sus líderes militares,  que la propia sobrevivencia del régimen israelí se juega frente a una posible guerra contra Hezbolá.  Hoy, para terror de Israel, presente allí en las cercanías de la frontera de la palestina ocupada, en la frontera de los Altos del Golán ocupado. Allí, presente junto a las otras fuerzas del Eje de la resistencia, dispuestos a asestar un golpe demoledor a todo aquel que quiera entrar en batalla.

La guerra de los 33 días es un recuerdo que el pueblo Libanés conmemora con el sabor de la victoria y con el llanto frente a sus miles de muertos y heridos pero orgullosos de haber dado cara a un poder militar que se creía todopoderoso. En Israel, la Guerra de los 33 días sólo implica el tener presente que los 159 muertos de aquel conflicto se pueden multiplicar por miles cuando exista la posibilidad de sentir sobre sus cabezas una lluvia de misiles en una vuelta de mano frente a tantos años de agresión y crímenes contra El Libano, contra palestina, contra el pueblo Sirio. El ejército sionista tras la guerra de los 33 días , tal como lo sostuvo Hasan Nasrolá “se vio afectado tras la guerra, sufrió una crisis de confianza y su doctrina militar quedó destrozada”

La guerra de 33 días que lanzó el régimen israelí contra el sur de El Líbano en 2006 fue, indudablemente, en el ajedrez regional  parte de un complot estadounidense para destruir a la Resistencia, ha asegurado en cada fecha conmemorativa de la Guerra del año 2006, el secretario general del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá), Seyed Hasan Nasrolá. El objetivo del complot era acabar con la Resistencia libanesa, derrocar al Gobierno de Siria y sustituirlo con otro amigo y títere de sus intereses, y al final, terminar con la causa palestina. Por lo tanto, la guerra de 33 días tenía dimensiones, objetivos y consecuencias que buscaban menoscabar toda la región de Oriente Medio, en aras de crear un “nuevo Oriente Medio”, como apuntaba entonces el gobierno estadounidense del ex Presidente George W. Bush”.

Hoy, ese Oriente Medio tiene una correlación de fuerzas distintas donde el Eje de la Resistencia permite augurar duros enfrentamientos, en el campo político y militar contra la triada criminal conformada por el imperialismo, el sionismo y el wahabismo. La batalla por Idlib, el poderío creciente de Hezbolá, el papel desempeñado por el Eje de la resistencia son parte de ese cambio que tiene como referente innegable el triunfo de las fuerzas de Hezbolá sobre el invasor israelí. Eso, está muy presente en el recuerdo del sionismo, que bien sabe que después del año 2006 nada ha sido lo mismo.

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