Internacionales Politica

Militarización y hegemonía en Oriente Medio (y 3)

Written by Debate Plural
Ricardo Orozco (La Jornada, 13-7-18)
No es azaroso, en este sentido, que la alianza haya comenzado oficialmente sus operaciones por medio de la intervención armada en Yemen en vez de comenzar por el embate directo a, por ejemplo, el Estado Islámico. Y así tampoco lo es que lo que en años anteriores ocurría a través del involucramiento individual de algunos Estados de la región en los conflictos que la azotan, hoy se perfile a construir bastiones de combate de esta suerte de OTAN panarabista. Casos concretos son las intervenciones de sus miembros en Sierra Leona, Afganistán, Siria, Yemen, Libia, el Sahara Occidental, Sudan, Somalia y Etiopia.
La puesta del presidente Trump, hecha explícita en su discurso del 21 de mayo de 2017, durante una visita a Arabia Saudí, en este sentido, es, en primer término, el cercamiento y la contención de Irán y de sus principales aliados regionales. Sin embargo, de fondo también se encuentra la intención de bloquear los contactos de China con la región: contactos comerciales, sin duda, debido a los recursos energéticos con los que cuentan los países de Oriente Medio; pero principalmente de carácter militar. Después de todo, no debe pasarse por alto que, en la última década, China se ha dedicado a construir, por un lado, un doble corredor militar: marítimo, por toda la costa oriental de África, el Sur de Oriente Medio y las islas del Sudeste asiático; y terrestre, a lo largo del trazo de laBelt & Road Initiative; y por el otro, a establecer enclaves militares en espacios que con anterioridad eran de potestad absoluta de Estados Unidos.
El posicionamiento de bases militares chinas en la República de Yibuti, a un costado de Somalia, el bastión militar estadounidense por antonomasia en el Cuerno de África, por una parte; y los compromisos ofertados por el  nuevo Ministro  de  Defensa  chino, Wei  Feng,  en el marco de los trabajos de  la  Séptima  Conferencia de  Moscú  sobre  Seguridad  Internacional, respecto de una participación militar más directa de China en los conflictos bélicos de la región —en particular el conflicto Sirio y los casos de intervención estadounidense en la zona— deben leerse en tal línea de reflexión, y comprenderse que el endurecimiento de la política estadounidense en la región van encaminadas a contener esa expansión.
Y aunque es verdad que el involucramiento militar de China en Oriente Medio no es tan amplio ni tan profundo como el de Rusia, también lo es que la proyección de la actual política estadounidense para Oriente Medio y el Asia Central no se mide en el corto ni en el mediano plazo. Lo que cada claro es, no obstante, que el énfasis de la administración Trump en el plano militar no es para nada un contrasentido ni una ocurrencia que se salga de los parámetros de operación del establishment castrense de Estados Unidos. Para ponerlo de otra forma, tan sólo en su primer año de gestión, el presidente Trump consiguió ochenta y dos mil millones de dólares en contratos militares y armamentísticos, casi siete mil millones más que el monto de los contratos firmados en el último año de gobierno de Barack Obama.
El monto de los contratos es, por sí mismo, y sin lugar a dudas, demostrativo del rol central que el plano militar juega en la correlación de fuerzas desplegada por la geopolítica estadounidense. Sin embargo, incluso más reveladores de la orientación que está tomando su administración en la materia son los destinatarios de todo ese armamento y el tipo de armas que se están vendiendo. Sobre el tipo de armamento, por ejemplo, el último año de la administración Obama se dedicó a la venta de aeronaves y recursos afines, contabilizando más de 60 mil millones en ventas, comparado con los poco menos de 30 mil millones vendidos en esta categoría por la presidencia de Trump.
Hoy, la prioridad del gobierno estadounidense no se encuentra en la construcción de flotillas aéreas en los países de Oriente Medio, sino en el despliegue de sistemas de defensa antiaéreos y mayores capacidades de fuego por medio de complejos balísticos. De ahí que mientras Obama logró contratos por 10 mil millones de dólares por la venta de misiles y bombas, en su primer año, Trump logró superar los 45 mil millones en el mismo rubro.
Respecto de los destinatarios, por otra parte, en el último año de Obama las prioridades fueron, en orden decreciente: Qatar, con contratos por 22,285 millones de dólares; Kuwait, con contratos por 12,451 millones; Japón, con contratos por 7,057 millones; Emiratos Árabes Unidos, con contratos por 5,355 millones y, Arabia Saudí, con contratos por 5,075 millones.
Con Donald Trump, por otro lado, las prioridades de su primer año de mandato fueron: Arabia Saudí, con contratos por 17,857 millones de dólares; Polonia, con contratos por 11,314 millones; Japón, con contratos por 10,699 millones; Canadá, con contratos por 5,308 millones y Rumania, con contratos por 5,150 millones.
Y si bien es cierto que ello significa que en términos reales Oriente Medio pasó de recibir con Obama el 66.69% del total de contratos, a recibir con Trump el 36.26%, esta tendencia no se traduce en un abandono de la región, sino, antes bien, la articulación de las alianzas de Oriente Medio con las de Europa del Este (particularmente en los bordes con Rusia) y con las del Sudeste Asiático, delineando un cerco en forma de media luna que recorre los principales puntos de conexión de China con Occidente, por un lado; y de la influencia rusa hacia el Sur, por el otro.
Cuando Estados Unidos era el actor hegemónico a nivel global, éste no necesitaba reafirmar su poderío militar —a pesar de la carrera armamentista con la Unión Soviética— simplemente porque su potencial de fuego y su cobertura militar del mundo eran lo suficientemente amplias y robustas como para ser cuestionadas por otros actores en escalas importantes. Sin embargo, hoy que dicho Estado se encuentra en declive la necesidad de reafirmar su supremacía militar se vuelve exigencia insorteable para contener las aspiraciones de los Estados que aspiran a tomar su posición dominante.
El problema va a estar, no obstante, que en el impulso militar, más allá de los recursos generados por las ventas del complejo militar estadounidense, la administración Trump tendrá que seguir desviando recursos de sectores importantes para fortalecer su propio mercado interno y sus intercambios comerciales con el exterior, con el único objetivo de hacer más grande y más potente su cuestionada autoridad bélica en el mundo.

Y la cuestión es que mantener ese equilibrio entre capacidades de producción/necesidades de consumo, por un lado; y despliegue militar, por el otro; no es un una ecuación sencilla de resolver, y a menudo lleva a las grandes potencias a enfrascarse en conflictos bélicos de proporciones mayúsculas. Por lo pronto, la apuesta está sobre la mesa y el resultado que se espera, como en el plano económico, es que Estados Unidos sea capaz de contener a China (y en menor medida a Rusia) antes de que aquella se vuelva demasiado grande y poderosa como para poder lidiar con ella; y viceversa, antes de que Estados Unidos sea demasiado débil como para poder hacer algo al respecto.

About the author

Debate Plural

Un medio independiente, libre, plural, sin ataduras con empresas o gobiernos; buscando el desarrollo de una conciencia critica, y la verdad que subyace en el correr de la vida nacional e internacional para el empoderamiento del pueblo dominicano en relación con las luchas y reivindicaciones económicas y sociales fundamentales

Leave a Comment