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Los caminos de la utopía: memoria, identidad y futuro en UNASUR (2)

Written by Debate Plural

Ricardo Melgar Bao (Rebelion, 14-7-18)

 

Pensar los espacios histórica y culturalmente compartidos suscitó el desarrollo de propuestas heterodoxas e interesantes aunque poco debatidas. La de Indoamérica del peruano Víctor Raúl Haya de la Torre y sus cuatro sectores, que a su manera retomó el intelectual ecuatoriano, Luis Monsalve Pozo, o la trilogía propuesta por el brasileño Darcy Ribeiro sobre los pueblos testimonios, los pueblos nuevos y los pueblos trasplantados, que permitió apreciar por ejemplo ese corredor cultural compartido existente en los puntos de enlace territorial de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay.

A partir de la década del 70 del siglo XX emergieron otras propuestas desde el mirador sudamericano, por ejemplo: la de la unidad amazónica, la del área andina y la de cuenca del Plata, cada una reclamando un núcleo de poder y articulación. Estos enfoques fueron diseñados sobre espacios y sujetos supranacionales por lo que en ellos la noción de fronteras se proyectó con tensión algo más que discursiva frente a los límites y soberanías de los estados involucrados, aunque generó instancias de integración más económica que política y cultural. Sin embargo, las tramas de identidad cultural supranacional distaron de constituir temas de investigación y debate especializado de académicos, políticos, militares y diplomáticos.

México resentía desde décadas atrás los alcances de un área polémica llamada Gran Suroeste por la academia estadounidense y en la que algunos han destacado el desarrollo cultural de los indios pueblo. A pesar de que en el estado de Chihuahua, que es fronterizo con Estados Unidos, y a un par de horas de Ciudad Juárez, se ubica el importante complejo arqueológico de Paquímé en los bordes de la ciudad de Casas Grandes, los arqueólogos de Estados Unidos dirigen las excavaciones y su inserción en una controvertida redefinición de las áreas culturales. Por si fuera poco, Theo R. Crevenna, brillante intelectual alemán nacionalizado estadounidense y vinculado al Departamento de Estado desde la administración Truman, fue muy versado en temas de geopolítica, reabrió el debate sobre los corredores interfronterizos. Theo fue autor de un libro sobre la invasión a Normandía y coordinador del más importante y pionero estudio sobre las clases medias en Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela, publicado entre los años de 1950 y 51.[3] En los años ochenta del siglo pasado registró en la Universidad de Nuevo México un proyecto sobre el corredor cultural colonial que unía Nuevo México hasta Zacatecas siguiendo la ruta minera de la plata, el cual involucró a un nutrido número de entidades e investigadores.[4] Los avances de ese proyecto presentados por los investigadores estadounidenses en eventos internacionales, ubicaban como principal eje de atracción y dinamismo de los bienes culturales las ciudades situadas del lado de su frontera. El gobierno de Vicente Fox condecoró en 2006 a Theo Crevenna con la orden del Águila Azteca, en grado insignia, dando por conocidos sus méritos académicos.[5]

El sector de la academia estadounidense que acompaña estos estudios transfronterizos en tiempos del TLC abre dudas razonables sobre su asepsia geopolítica con respecto a México. Existen otros elementos que fundan nuestra preocupación sobre el curso etnocultural de las relaciones bilaterales Estados Unidos / México. Mencionaremos dos de ellos. El primero, tiene que ver con los grupos étnicos binacionales. Tres meses antes de la firma del TLC, la administración de Salinas de Gortari convirtió en asunto reservado un delicado asunto fronterizo que de ser conocido hubiese frenado su firma, o por lo menos, puesto en riesgo. Un convenio bilateral sobre la condición de grupos étnicos binacionales con derecho a libre tránsito fronterizo a favor de los Pápagos y Kikapus había sido violentado. Todos los habitantes de esas etnias fueron convencidos de adoptar únicamente la nacionalidad estadounidense. La Constitución mexicana prescribe que ningún extranjero puede tener posesiones territoriales en zona fronteriza, y en estos casos, las mudanzas de nacionalidad de estos grupos étnicos, han suscitado un foco de tensión que aunque las autoridades mexicanas procuran invisibilizarlo, sigue latente. .

El segundo elemento tiene que ver con TLC, la soberanía alimentaria y la identidad. Las élites de poder en México han persistido en profundizar su relación con Estados Unidos no obstante que los costos del TLC son impactantes. La soberanía alimentaria quedó destrozada, lo refrenda un dato duro: la importación de maíz amarillo transgénico, el cual va relevando al maíz blanco y mixto, tan vinculados históricamente a la identidad gastronómica mesoamericana, a la cosmopercepción de los pueblos originarios y a su universo ritual. México en 2012, se ha convertido en el principal importador mundial de maíz transgénico. De las 396 mil toneladas importadas en 1992, se ha pasado a la cifra record de 9.8 millones de toneladas para el ciclo 2011-2012, según reveló la Confederación Nacional de Productores Agrícolas de Maíz de México (CNPAMM). [6] El segundo, por haber erosionado su campo cultural incrementándose la presencia de las industrias culturales estadounidenses.

A lo anterior se agrega un giro geopolítico que llevó a Estados Unidos a constituir el 1 de octubre de 2002 su Comando Norte, el cual integró a su hinterland de seguridad a Canadá, México y a un área de 500 millas náuticas que incluye algo más que el Golfo de México. El fantasma del 11 de septiembre sirvió de trasfondo ideológico de la redefinición de Estados Unidos del proceso de integración con sus vecinos más cercanos. En 2002, el general Richard B. Myers, jefe del Estado Mayor, explicó que el Comando Norte se comprometería a facilitar a las fuerzas armadas mexicanas una más eficiente «cooperación para la seguridad» (venta de equipo, entrenamiento castrense) y «coordinación militar».[7] En 2010, James Winnefeld Jr, su comandante en jefe, declaró enfáticamente: “La prioridad número uno será nuestra asociación con México. No hay duda de eso”. [8]

El mismo año, se dio otro paso más, la firma de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), en la cual los presidentes de Estados Unidos, Canadá y México se comprometieron a aprobar nuevas “regulaciones” comerciales y otras relativas a la seguridad y la cooperación militar y energética que vienen siendo guardadas con celoso hermetismo.

La relación de México con Estados Unidos se contaminó al filtrarse información sobre el trasiego de armas inducido por la AFT en territorio mexicano y que favoreció el potencial de fuego del Cártel de Sinaloa. El presidente Obama aplicó el veto para evitar que la documentación vinculada a la Operación llamada “Rápido y Furioso”, sea estudiada y debatida en la cámara de representantes. [9]

Por lo que respecta al Comando Norte, se estrenaron los cursos de entrenamiento a los cuerpos de élite de las fuerzas armadas de México en el manejo de nuevas técnicas contrainsurgentes.[10] En 2012 lo refrendó Charles Jacoby su comandante en jefe, al declarar que los mexicanos siguen la “estrategia correcta” en el noreste del país en materia de seguridad frente al crimen organizado, aunque en su opinión tendrían que realizar “otras cosas”.[11] No fue casual que tres días después, visitase México acompañado del contralmirante Colin Kilrainy, el nuevo agregado naval, y sostuvo una reunión de alto nivel con Mariano Francisco Saynez, en ese momento Secretario de la Marina mexicana, quien declaró que intercambiaron «puntos de vista en lo concerniente a diversos temas de importancia para ambas fuerzas armadas».[12] En agosto, después de las elecciones presidenciales en México y aún bajo el mandato de Calderón, se realizará una nueve cumbre de Aspan. Leslie Bassett, ministra consejera de la Embajada de Estados Unidos, sugirió que en dicha cumbre era deseable que México aceptase la incorporación de la iniciativa Mérida. [13]

En el actual mapa geopolítico, México no va del lado de América del Sur, sus élites dominantes siguen firmes en su apuesta hacia el norte, aunque ello acentué la subalternidad de su país y de su gobierno. Está diferenciación de espacios interamericanos, auspiciada y sostenida por Estados Unidos, dota por contraposición de legitimidad al proyecto de UNASUR. Sin embargo, Estados Unidos ha reformulado la estrategia a seguir en América del Sur, incluida la que corresponde en el terreno militar a su Comando Sur.

La hegemonía del Pentágono sobre las fuerzas armadas latinoamericanas fue conferida a su Comando Sur, el cual impulsó la realización de conferencias por rama militar, maniobras militares conjuntas y un programa de becas en su controvertida Escuela de las Américas a partir de 1946 en la zona ocupada del Canal de Panamá. A partir de 1959 se dio inicio a las conferencias navales, un nuevo fantasma de la Guerra Fría que había cobrado identidad en el Caribe, por lo se debía exorcizar su propagación por mar. El desembarco y ocupación armada de la República Dominicana el 28 de abril de 1965, fue legitimada por los gobiernos aliados de turno. No fue un caso aislado si recordamos otras ominosas intervenciones.

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