Educacion Nacionales

La Violencia: Una Perspectiva Psicosocial (y 3)

 

  1. Nivel de las relaciones

Es  el  nivel de  las  relaciones sociales, en  las cuales  se pueden incluir las existentes en la escuela, la familia y el trabajo, entre otras. Se estudia el modo en el que las relaciones sociales cercanas aumentan el riesgo de ser víctima o perpetrador  de actos de violencia. Como  se sabe, un entorno violento hace que la persona sea más propensa a ser violenta. Sin embargo, así como el medio es capaz de  volver al  individuo en un ser más vio-lento, este mismo medio puede regular su conducta al configurar su  comportamiento  y sus  experiencias. En este punto es importante señalar que si bien el medio influye en las personas, estas a su vez influencian sobre el medio, esto es, lo regulan y contribuyen a la formación del otro, por ello resulta imposible establecer medidas únicamente individuales para frenar la violencia; esto  puede lograrse  mediante una  intervención  que tenga  en  cuenta los  otros niveles  de  actuación de  la sociedad.

La  relación  entre la  vinculación al grupo y la práctica agresiva es circular: por un lado, los  conflictos  intergrupales hacen  que sus  miembros se sientan más unidos entre sí, mientras que, del otro, la justificación de  la  violencia de  quienes  pertenecen al grupo hace que estos se sientan más dependientes emocionalmente de este (Moreno, 2001: 9).

  1. Nivel comunitario

En cuanto  al  nivel comunitario,  el  cual comprende  el anterior nivel visto como parte de  una red de  relaciones, se busca identificar las características de estos ámbitos para conocer si incitan o impiden de algún modo la violencia. Se puede señalar que determinados ámbitos favorecen la violencia más que otros; por ejemplo, el cambio continuo de domicilio, la heterogeneidad de los ingresos, la densidad de población y las comunidades consideradas en alto riesgo están  asociados  a  un tipo de violencia.

El nivel comunitario ha de ser prioritario en la bús-queda  de  una  solución  verdadera  para  la  violencia, puesto que  representa la  unidad  de referencia  de  las relaciones.  Los  niveles  individual  y  relacional no  podrían existir por sí solos pues ambos existen dentro de una comunidad, tal como afirma Perry.

Los seres humanos no evolucionan como individuos sino como  comunidades.  A pesar  de  las  conceptualizaciones occidentales, la más  pequeña unidad  biológica funcional de la  humanidad no es  el individuo es el  clan. Ningún individuo, ninguna díada padre/madre, hijo/a, ninguna familia nuclear podría  sobrevivir sola. Hemos sobrevivido y evolucionado como clanes interdependientemente social, emocional y biológicamente (1997: 12).

  1. Nivel social

En  este  nivel se  estudian los  factores macro-estructurales  que  generan un  clima de  aceptación o  rechazo social de la violencia.  Al referirse a las condiciones sociales en las cuales se desenvuelve la violencia, se debe tratar  necesariamente de  la  profunda  disparidad  socioeconómica en el contexto concreto donde se lleva a cabo esa violencia, diferencia que se ha llegado a considerar natural, y a la pobreza y la riqueza como categorías estáticas en la sociedad. Ligada a esta concepción se  tiene  que hacer  referencia  a la  institucionalización de  la violencia,  lo  cual implica  hacerla  formal  dentro de la estructura social, es decir, establecer la violencia como algo cotidiano, normal, lo que puede llevar a su justificación, la cual está acorde con quienes poseen el poder dentro de un país. Por ende, la violencia aplicada por ellos estará  justificada, mientras que  la violencia ejercida  contra  ellos  será  condenada (Freire, 1972; 2005). Respecto de esta institucionalización, Moreno señala

Quienes  defienden  una postura  sociocultural del  origen de la  violencia señalan que los comportamientos agresivos  se encuentran  institucionalizados  […] esto  significa que  están  asentados en  valores ideológicos  que los  do-tan de justificación  y lógica; que están normativizados, de forma que se pueda saber quién y cómo deben usarlos; y que se concretan en formas de actuación que se imponen a los individuos […] dependiendo del rol que asuman en un determinado momento, se verán impelidos a actuar de forma agresiva, asumiéndola como una posición ajustada a la situación (2001: 8).

  1. Nivel histórico (cronosistema)

Si  bien  se  ha  seguido  hasta  el  momento  el  modelo asumido por la OMS, se debe señalar que este no considera el  momento histórico  (cronosistema) en  el cual se  ejecuta el  acto  de  violencia,  consideración que  sí es asumida en el modelo  original de Bronfrenbrenner (1987).  Consideramos  que el  tiempo específico  en  el cual se ejecuta un acto de violencia resulta importan-te para su análisis, ya que toma en cuenta también las motivaciones históricas de  las  personas,  los  grupos o los colectivos para efectuar actos de violencia.

Como se ve, el modelo ecológico tiene un gran poder  explicativo  pues  permite  entender  las  múltiples causas de  la  violencia y  la interacción  de los  factores de  riesgo que  operan  desde  dentro de  las personas, sus  relaciones,  la  comunidad y  en los  ámbitos  social, cultural e histórico. Este modelo  no  debe entenderse como una  suma mecánica de factores sino  como una superposición  y  complementación  de  estos,  que  se vinculan para producir la violencia.

Modelo ecológico para comprender la violencia

En cuanto  al  contexto inmediato, es  decir la situación concreta que puede llevar a una persona a utilizar la violencia, se pueden señalar diversos factores desencadenantes y predisponentes: estímulos ambientales (ruido, calor, oscuridad, entre otros), los asocia-dos  al  consumo  de  sustancias  psicoactivas (alcohol, cocaína,  marihuana,  etcétera),  los  eventos  adversos (desastres  naturales,  emergencias  complejas),  las  situaciones  frustrantes, y  los  referidos  a  la posibilidad de realizar el acto (portar armas, convivencia cotidiana con  la violencia).  Dentro  de  ellos  resulta importante destacar los siguientes:

  • Factores asociados a  las situaciones  Factores asociados

Estos se refieren a la ira o el resentimiento ocasionados por la frustración de aspiraciones y objetivos concretos. Cobran relevancia los aportes realizados desde el modelo frustración-agresión de Dollard y Miller (1939), quienes señalaron que los actos violentos presentan su origen en las frustraciones; sin embargo, esta relación no siempre se cumple puesto que la violencia tiene sus orígenes en diversas causas. Por ejemplo, algunas posiciones en torno al conflicto en nuestro país podrían señalar como causa la frustración de las personas debido a que no se les toma en cuenta; no obstante, sus raíces van mucho más allá si se consideran  aquellas  ligadas al contexto mediato.

  • Factores asociados a la posibilidad  de realizar  el acto.

Un arma por sí sola no produce violencia, pero si la  persona  que  la  porta se  ve  predispuesta a hacer uso de ella si la situación lo re-quiere, de tal modo que portar un arma o estar en la disposición hacerle daño a los demás le otorga mayor poder y  con ello dominio, la posibilidad de  que  la  persona ejecute el acto violento  se  hace  más  probable  (Martín-Baró, 2003: 86). En este punto son esenciales los estudios de Milgram  (1980)  acerca  de  la «obediencia». Este autor reflexiona sobre hasta dónde somos capaces  de  obedecer si  nos encontramos en una situación en la cual tenemos el poder de hacerle daño a otra persona, lo que muchas veces justifica nuestros actos.

CONCLUSIONES

  • Tanto la violencia como la agresión son actos ligados entre sí pero diferentes en su intensidad: la violencia denota un aspecto general, mientras la agresión implica un aspecto particular referido al acto intencional contra otra  persona,  es  decir, alguien puede ser violento sin ser agresivo, pero si alguien es agresivo, definativamente será violento.
  • La valoración social de un acto de violencia depende del punto de vista  a partir  del  cual  se  analiza tanto a la víctima como al    Lo que  para algunos puede ser un acto heroico puede ser considerado una injuria para otros. En este sentido, quienes  posean mayor  poder político  sobre el  medio social son quienes terminarán imponiéndola artificialmente. Esta  situación es  reconocida por  Paulo Freire cuando afirma:

Son  los  que  oprimen,  quienes  instauran  la  violencia; aquellos  que  explotan, los  que no  se  reconocen  en los otros y  no los  oprimidos, los  explotados,  los que no son reconocidos como otro por quienes los oprimen. Quienes  instauran  el  terror  no  son  los  débiles,  no  son aquellos que a él se encuentran sometidos,  sino los  vio-lentos quienes, con su  poder, crean la situación  concreta en la que se  generan los «dimitidos de la  vida», los  desarrapados del mundo. Quien  instaura la  tiranía no  son los  tiranizados,  sino  los tiranos. Quien  instaura el  odio no  son los  odiados,  sino los  que odian primero. Quien instaura la negación de los hombres no son aquellos que  fueron despojados de su humanidad  sino aquellos que se las negaron, negando también la suya. Quien  instaura la  fuerza  no son  los  que  enflaquecieron bajo la robustez de los fuertes sino los fuertes que los debilitaron (2005: 56).

  • Es importante tener  en  cuenta los  presupuestos y los constitutivos

Del acto violento, puesto que no se puede analizar un acto violento por sí mismo. Si se busca hacer  un  análisis exhaustivo  de  la violencia se  ha  de empezar  por  considerarla como  un  proceso, teniendo en cuenta que llevó a su ejecución, cómo se ha expresado, con quién o quiénes, cuál es el contexto mediato e inmediato y, por último, el tras-fondo ideológico del proceso representado en el victimario y la víctima, su uso como defensa o agresión y el grado de daño producido, los cuales son criterios utilizados para justificar o no el acto de violencia.

  • Considerando una visión integral  y sistémica  de la violencia

se señala que la violencia individual e interpersonal es resultado de otra violencia (comunitaria, social) que subyace a  ambas  y  cuyas  raíces se  incrustan hondamente en  nuestra  historia.  En estos casos se trata de una forma de violencia colectiva que ejerce su influencia desde el ámbito social. En ese sentido, consideramos que aquellos programas orientados a  la erradicación de la violencia  en distintos ámbitos deben empezar desde las raíces que generan esta situación. Como cita Perry;

De hecho, las iniciativas actuales  para  «Prevención de la Violencia»  realmente  no  están  interesadas  en  prevenir todo tipo  de violencia. Estos programas  están dirigidos a la violencia física al azar, no predecible, contra «nosotros». La violencia comunal  generalizada en  los barrios bajos  de  las ciudades tuvo muy poca vigencia para las autoridades, hasta que hizo metástasis a otras partes de nuestra sociedad. La ignorancia generalizada sobre la relación entre los sistemas de  creencias culturales, las  prácticas  en la crianza de los hijos, con el desarrollo de las conductas violentas, condenarán al fracaso cualquier intento de comprender y prevenir la violencia  (Dodge et  ál., 1991, y  Richters, 1993, citados por Perry 1997: 10).

Como señala Malvaceda Espinoza (2016), la solución oportuna de los conflictos sociales lleva a un mayor crecimiento y  desarrollo social, pues mejora  las condiciones  para  la inversión y  el empleo  y,  con  ello,  la calidad de vida y la salud mental de las personas. Sin embargo, el camino nunca es sencillo, siempre existen pequeños o grandes intereses, unos que desean beneficios individuales y otros con una visión global; paradójicamente, por lo  general  los unos  sobre  los otros. Es hora de que nuestra mentalidad empiece a cambiar, tanto para el mejor análisis de los conflictos y su solución, como para la construcción de aquel proyecto llamado país.

Referencias bibliográficas

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About the author

Frank A. Peña Valdes

Profesor adjunto Escuela de Psicología, Facultad de Humanidades y Escuela de Orientación Educativa, Facultad de Ciencias de la Educación Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD. Licenciatura en Psicología, Maestría en Metodología de la Investigación Científica. Especialidad en Psicología del Desarrollo, Maestría en Desarrollo Humano, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Postgrado en Educación Superior, Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). Estudios Doctorales en Psicología Social, Universidad Central de Madrid (UCM).

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