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El libro que no volveremos a leer (1)

Written by Debate Plural

Marcio Veloz Maggiolo (Listin, 22-6-18)

 

Los antropólogos que creen en la identidad de los objetos y en la interpretación de los mismos como formas de expresión social, buscan cómo entender lo que es representable según su ideología, y los estudios de la vida en términos generales. Es que un objeto “contiene” hechos humanos que han culminado en una forma material   específica. Todo lo que existe gracias a la mano del hombre representa ideas consolidadas en formas originarias, pensamientos que de algún modo  llegaron a una culminación.

Los museógrafos consolidan lo que el museólogo brinda como exégesis ya colocada en un guion y cercana a una supuesta real interpretación de los hechos. Pero de improviso museólogos de escritorio, sin experiencia, gentes que divagan sobre los hechos históricos y que sin verdadera capacidad están   insertados en los gobiernos con cargos equivocados que no merecen, presentan proyectos inauditos, como puede ser, por ejemplo, refundir un museo de antropología con un Museo de Historia Nacional.    Cuando me han planteado esto pienso en el “tuti fruti” cantado hace años por Ricardito y por  Elvis Presley, divinos gestores del “rock and roll.”

Vas a la búsqueda de las experiencias de quien propone tal desaguisado, y compruebas que el proponente a veces no tiene la más mínima formación en temas históricos, nada sabe de museología, y mucho menos de la materia que habrá de tratarse en un museo, e ignora totalmente la  arqueología y la antropología. Con “experiencia de catálogo” se lanza al mundo de la interpretación sin tener cultura ni sensibilidad para ello, pensando que con solo colocar piezas similares  y proponer, sin capacidad y sin consulta, una irracional fusión de ciencias que hace tiempo están separadas y conformadas alcanza el cometido, olvidando que un museo debe ser una fuente de conocimiento.

Habría que preguntarse si una interpretación histórica, o de cualquier formación cultural es o no es el modelo que el Estado al través de sus “gestores” culturales decida favorecer. La secuencia histórica con interpretación social debería prevalecer en todo museo con rasgos similares. Los museos en esta óptica deben ser como un libro que explicara socialmente lo que exhibe, por tales razones de galería a museo hay un abismo

Adelanto que el profesor Mortimer Wheler ha puesto hace ya tiempo la pica en Flandes al recordar en su Manual de Arqueología la necesidad de que el dato de campo sea científicamente interpretado atendiendo a  un hecho fundamental y es el de que “una excavación arqueológica” es como un libro del cual se pierden las paginas cuando no se recogen los datos mediante el método de rescate mas idóneo. En cualquier estudio de tipo arqueológico, si es que ha sido planteado, se necesita la estratigrafía que permite seguir en el tiempo una calle, unos objetos, unas modificaciones, y un mundo desconocidos antes. Aun el relleno de esa calle forma parte de su historia. Lo demás es prejuicio y destrucción.

En tal sentido los museos y las excavaciones son parte de la memoria de un país, de toda la memoria posible, pero sucede que muchas memorias no son el objetico de a cargo de aficionados que,  sin formación no poseen t instrumentales culturales. Sus proyectos nada profesionales llevan a la turbación y borran el pasado. Esos arqueólogos de invención violan los principios del rescate histórico. En palabras de Wheler, borran las páginas de un libro que no se podrá volver a leer.

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