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Los medios corporativos nos convierten en esclavos de un mundo de engaños (1)

Written by Debate Plural

Jonathan Cook (CounterPunch. 22-6-18)

 

Hace ya varios años que vengo publicando una serie de escritos en mi blog con un objetivo en mente: ayudar a abrir una puerta para los lectores y alentarles a traspasarla. Selecciono temas que por lo general son los dominantes en la cobertura que realizan los medios occidentales y que representan un consenso que podemos denominar la Gran Narrativa Occidental, e intento mostrar cómo esta narrativa se ha elaborado no para informar y esclarecer sino para ocultar y engañar.

No pretendo decir que yo y otros muchos blogueros que hacemos esto seamos más inteligentes que todos los demás. Sencillamente tuvimos la oportunidad –con anterioridad- de atravesar nosotros mismos esa puerta debido a una experiencia de vida discordante que la Gran Narrativa Occidental no pudo explicar, o porque alguien mantuvo la puerta abierta para nosotros, o quizá lo más habitual sea una combinación de esas dos opciones.

Mi despertar personal

Para mí es fácil identificar mi propio proceso de despertar. Empezó con la dislocación de trasladarme a Nazaret y sumergirme en la narrativa de otros: la de los palestinos. Entonces tuve que enfrentarme, por vez primera en mi carrera como periodista, a un muro impenetrable de oposición, incluso desde mi propio y antiguo periódico, The Guardian, cuando intentaba explicar esa contranarrativa. De hecho, me encontré con que la narrativa palestina se tergiversaba invariablemente tildándola de antisemitismo. Fueron años oscuros de desilusión y pérdida de la brújula profesional e ideológica.

Fue en ese momento de pérdida –privado del consuelo de la Gran Narrativa Occidental- cuando uno busca una puerta hacia el esclarecimiento. El viaje para encontrarlo puede resultar largo. Mi puerta apareció cuando leía sobre el Modelo de Propaganda de Ed Herman y Noam Chomsky en su libro Manufacturing Consent   [Los guardianes de la libertad], así como al tropezar con una página en Internet llamada Media LensMe ayudaron a entender que el problema de la narrativa no se limitaba a Israel-Palestina, sino que era mucho más amplio. En realidad, la Gran Narrativa Occidental se ha desarrollado y refinado durante siglos para preservar los privilegios de una elite minúscula y expandir su poder. El papel de los periodistas como yo era el de seguir alimentando esos engaños para que los lectores permanecieran temerosos, pasivos y respetuosos frente a esa elite. No es que los periodistas mientan –al menos, no la mayoría-, es que están tan profundamente vinculados a la Gran Narrativa Occidental como todos los demás.

Una vez que uno está preparado para atravesar la puerta, para deshacerse del viejo guion, la nueva narrativa se asienta porque resulta de gran utilidad. Explica realmente el mundo y la conducta humana tal como se experimenta en todas partes. Tiene un poder predictivo genuino. Y lo más importante, revela una verdad que han comprendido todas las personalidades destacadas de la ilustración espiritual e intelectual a lo largo de la historia humana: que los seres humanos son igualmente humanos, ya sean estadounidenses, europeos, israelíes, palestinos, sirios, rusos, venezolanos o iraníes, ya sean coreanos del norte o del sur.

El término “humano” no se limita a constituir una descripción de nosotros como especie o entidad biológica. También describe quiénes somos, qué es lo que nos motiva, qué es lo que nos hace llorar, lo que nos hace reír, lo que nos hace enfadarnos, lo que provoca nuestra compasión. Y la verdad es que todos somos esencialmente lo mismo. Nos molestan las mismas cosas, nos divierten las mismas cosas. Nos inspiran las mismas cosas, nos indignan las mismas cosas. Queremos dignidad, libertad y seguridad para nosotros y nuestros seres queridos; apreciamos la belleza y la verdad. Y tememos la opresión, la injusticia y la inseguridad.

Jerarquías de la virtud

La Gran Narrativa Occidental nos dice algo completamente diferente. Divide el mundo en una jerarquía de “pueblos”, con virtudes y vicios diferentes, incluso conflictivos. Algunos humanos –los occidentales- son más racionales, más cariñosos, más sensibles, más completamente humanos. Y hay otros humanos –el resto- que son más primitivos, más emocionales, más violentos. En este sistema de clasificación, nosotros somos los Chicos Buenos y ellos los Chicos Malos; nosotros somos el Orden, ellos el Caos. Necesitan de una mano firme que les controle y les impida hacerse demasiado daño a ellos mismos y a nuestra zona civilizada del mundo.

La Gran Narrativa Occidental no es realmente nueva. Es sencillamente una reformulación de una era diferente, la de la “carga del hombre blanco”.

La razón por la que persiste la Gran Narrativa Occidental es porque es útil para los que están en el poder. Los humanos podemos ser esencialmente lo mismo en nuestra naturaleza y en nuestros impulsos, pero estamos definitivamente divididos por el poder y su corolario moderno: la riqueza. Un pequeño número la tiene y la inmensa mayoría no. La Gran Narrativa Occidental está ahí para perpetuar el poder legitimándolo, para hacer que su distribución injusta y desequilibrada parezca natural e inmutable.

En otro tiempo, los reyes nos decían que tenían sangre azul y derechos divinos. Hoy necesitamos de una narrativa diferente, aunque diseñada para conseguir el mismo fin. Al igual que reyes y barones que una vez lo poseyeron todo, ahora una elite corporativa diminuta domina el mundo. Y tienen que justificar eso ante ellos mismos y ante nosotros.

El rey y los barones tenían sus cortesanos, el clero y un amplio círculo de séquitos que la mayor parte del tiempo se beneficiaban lo suficiente del sistema como para no perturbarlo. El papel del clero en especial era el de sancionar el gran desequilibrio de poder postulando que era esa la voluntad de Dios. En la actualidad, la función de los medios es similar a la de ese clero de antaño. Puede que Dios haya muerto, como observó Nietzsche, pero los medios corporativos han ocupado su lugar. En las incuestionables premisas de cada artículo, se nos dice quién debería gobernar y quién debería ser gobernado, quiénes son los Chicos Buenos y quiénes los Malos.

Para hacer que este sistema sea más aceptable, más democrático, para hacernos creer que hay igualdad de oportunidades y que la riqueza se derrama, la elite occidental ha tenido que permitir que aparezca una gran clase media interna, similar a los cortesanos de antaño. Los botines de la violación y saqueo de sociedades lejanas se comparten con moderación con esta clase. Sus conciencias rara vez se ven afectadas porque la función de los medios corporativos es asegurar que conozcan muy poco sobre el resto del mundo y que les importe aún menos, haciéndoles creer que esos extranjeros son menos dignos, menos humanos.

Nada más que estadísticas

Si los lectores occidentales comprendieran, por ejemplo, que un palestino no es diferente de un israelí –aparte de en oportunidades e ingresos-, entonces podrían sentir tanta simpatía ante una afligida familia palestina como sienten por una israelí. Pero la Gran Narrativa Occidental está ahí precisamente para asegurar que los lectores no sientan lo mismo en los dos casos. Por eso es que de las muertes palestinas se informa invariablemente como si de una estadística se tratara; porque los palestinos mueren en grandes cantidades, como el ganado en el matadero. En cambio, los israelíes mueren mucho más raramente y sus muertes se recogen individualmente. Se les dignifica con sus nombres, las historias de su vida y fotos.

Incluso cuando llega el momento de distinguir a un palestino entre la masa de los muertos, los medios corporativos occidentales muestran una gran renuencia a hacerlo. Como en el caso de Razan al-Najjar, la enfermera palestina de 21 años ejecutada de un tiro por un francotirador cuando atendía a los manifestantes desarmados que estaban siendo asesinados y heridos ante la valla perimetral que los enjaula en la prisión de Gaza.

Gaza se está hundiendo lentamente en el mar, pero ¿a quién le importa? Esos palestinos primitivos que viven como los hombres de las cavernas entre los escombros de unos hogares que Israel ha destruido repetidamente. Sus mujeres llevan hiyab y tienen demasiados niños. No parecen como nosotros, no hablan como nosotros. Sin duda que no piensan como nosotros. No pueden ser como nosotros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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