Carlos Rodriguez Almaguer (Álbum de un héroe)
Cuando el 10 de octubre de 1895 el patriota dominicano Federico Henríquez y Carvajal encabezaba las firmas del documento que solicitaba a varias personalidades, compañeros y amigos el envío de una esquela, un pensamiento o un verso a la memoria del prócer cubano José Martí para un Álbum que proyectaban realizar en homenaje al héroe en el primer aniversario de su caída en combate, estaba siendo consecuente con la tierna solicitud que el Apóstol le hiciera en la última carta que le dirigió desde Montecristi, el 25 de marzo de ese mismo año: «Levante bien la voz; que si caigo, será también por la independencia de su patria»
En este 2013, año del 160 Aniversario de su natalicio, son muchos y variados los homenajes que en Cuba y en el mundo se le tributan a la memoria de José Martí. Incontables han sido los que se le han rendido desde aquel aciago 19 de mayo de 1895 en que las balas españolas lo levantaron del caballo a la gloria en los campos de Dos Ríos.
Sin embargo, esta vez no escribimos solo para honrar al Apóstol de la independencia cubana, sino que, siguiendo aquella máxima suya que encabeza estas líneas, escribimos para honrar, con él, a los hombres y mujeres que tuvieron la grandeza de aquilatar, desde las cumbres del pensamiento unos, desde la reverente remembranza otros y todos desde lo hondo del más puro sentimiento humano, la magnitud de la pérdida para la obra de amor y de engrandecimiento americano y universal que con la independencia de la Isla, esclava todavía, habían iniciado los patriotas cubanos el 24 de febrero de 1895, bajo la guía espiritual de José Martí.
No es de extrañar, para quien conozca el devenir histórico de las Antillas que la naturaleza colocó en el pórtico del mundo americano, que el primer homenaje tributado al héroe del que se tenga noticia hasta el presente, en forma de compendio literario, nos llegue procedente de tierras dominicanas. De allí había llegado un día de 1511, en los inicios mismos de la criminal conquista y el saqueo de nuestras tierras, el cacique Hatuey para enseñarles a los primitivos habitantes de Cuba que el oro era el verdadero Dios al que amaban aquellos seres crueles y que debían hacerles frente sin piedad. Con su temprano y rebelde sacrificio en la hoguera inquisitorial inauguramos el martirologio internacionalista que habría de nutrir, en los cinco siglos venideros, la convicción profunda expresada por Martí de que «Patria es humanidad».
De tierras dominicanas, andando el tiempo y cuando la ignominiosa afrenta del coloniaje había llegado al punto de ofuscar la inteligencia natural de los que nacidos de padres españoles ya se consideraban sobre todo hijos de Cuba, llegarían también Luis Marcano, Modesto Díaz y aquel que simbolizará para los naturales de la Isla en los próximos cien años el espíritu único, desinteresado y justiciero de nuestra Madre América: Máximo Gómez Báez, maestro que convirtió en militares a nuestros poetas, músicos, pintores, intelectuales, comerciantes, terratenientes, campesinos y esclavos liberados, devenidos todos, por obra y gracia de la virtud cubana que nacía, en soldados de la libertad.
En este humilde y luminoso álbum que hoy ponemos en manos del lector, se recogen 87 textos, si descontamos la carta de Martí a Henríquez y Carvajal del 25 de marzo de 1895 y la solicitud que el noble dominicano enviara a varias personas con motivo del álbum proyectado, tendríamos 85 escritos que la gratitud y el cariño inspiró, en forma de prosa, verso o de breve sentencia, en las almas de sus autores y autoras. Algunos de ellos no conocieron personalmente al hombre, pero la estela que marcó su rumbo por las tierras de «nuestra América capaz e infatigable», aún se podía ver de lejos.
Llama la atención que al menos 20 de ellos fueron escritos en fecha anterior a la solicitud a que hemos hecho referencia, con lo que cobran mayor valor por la espontaneidad del homenaje individual que brotó como una necesidad perentoria de exteriorizar un sentimiento. Y de las fechas mismas, lamentablemente, muchos no están fechados, se infiere que ocurrieron homenajes previos en varias regiones de República Dominicana, sobre todo en el mes de agosto de 1895, a escasos tres meses de la muerte de Martí y todavía menos si tomamos en cuenta que la fecha en que se confirmó la noticia fue casi un mes más tarde.
Aunque no está fechada ni titulada, una de las más conmovedoras lecturas que podremos encontrar en este Álbum, es la que firma el joven Francisco Gómez Toro, el entrañable Panchito, hijo del generalísimo Máximo Gómez, quien había acompañado al Maestro en varios de sus viajes por las colonias de emigrados cubanos en los Estados Unidos y otras tierras de América. Poco 16 Álbum de un héroe después de este homenaje escrito al amigo, al compañero, al patriota, Panchito también vendría a Cuba para pelear por la independencia de la tierra que lo vio nacer, y en esa lucha caería en combate glorioso el 7 de diciembre de 1896, al lado de su jefe y padrino, el Lugarteniente General del Ejército Libertador de Cuba, Antonio Maceo y Grajales. En su escrito, Panchito concluye, «Ve, ¡oh Maestro! a morar donde no se vea la justicia que falta a la humanidad. Llévete en carro de gloria tu amor profundo a los hombres. Sepan ellos alzarte en el corazón los monumentos mejor que sobre la tierra».