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Naufragios culturales

Written by Debate Plural

Marcio Veloz Maggiolo (Listin, 15-6-18)

 

Cuando vemos morir una revista cultural el corazón resiente el golpe, porque, en el caso dominicano, las revistas culturales son siempre un islote de salvación en medio de un mar proceloso, una balsa viajera con destino oculto, y son tal vez algo así como un  tronco al cual  nos aferramos para salvarnos de los naufragios del alma.

Mientras existen revistas culturales que alcanzan a cientos de números, como muchas publicaciones colombianas, españolas o mejicanas, o las tantas de este tipo en Latinoamérica, y una que otra en nuestro medio, muchas mueren por inanición, (inanición es indiferencia, falta de fondos, interés o desaliento) y casi nadie acude a su entierro.

Debería existir el cementerio de la revista, con el motivo de su muerte explicado debajo de la cruz simbólica de su fallecimiento.

Sin embargo, creo que una buena revista cultural muerta a destiempo debe resucitar, y por ello escribo precisamente este artículo domingo, que apunta hacia al renacimiento  de la naturaleza misma, en momento en el que el dios Nataraja, bailarín de las creencias hindúes, danza para, a la vez que destruye, crear nueva vida. La música le acompaña mientras  pisa, con el mismo ánimo del San Miguel católico, a su principal enemigo, un representante de la equivocación al fin vencido.

Todo el posible renacer o renacimiento espera su turno. Es el mensaje salomónico del Viejo Testamento. Tiempo hay para todo. Mientras Nataraja baile, destruya y construya la nueva Naturaleza, la misma se reconstruye.

No llegamos a entender que una revista cultural es, en el fondo, un manojo de ansiedades que se transforman y aportan ideas para mejorar un país.

Yo creo que una revista de contenido cultural puede y debe ser el diálogo más vivo y productivo entre los que manejan la interacción de los pensamientos con la realidad. Pero no ocurre en nuestro país, donde las revistas no han tenido, en su mayoría, la respuesta de una tradición que permita la continuidad de una verdadera interacción intelectual, puesto que también una revista es el reflejo del pensamiento nacional, visto de cara a la identidad, o debería  serlo.

Me asusto y desanimo cuando veo la desaparición de una revista que considero de un contenido que nos enriquece a todos, porque pienso que el pensamiento nataguea en medio del charco, donde lentamente se ahoga. El remolino de la incomprensión, la hunde en el lodo del prejuicio.

Toda revista, aun las que son parte del comercio en una sociedad  de orden consumista, es un sueño de muchos, un soñar colectivo  de los que aspiran a que sus ideas vayan más  allá de la oratoria, mas allá de la superación de las discusiones personales, más allá del proyecto porque, sin dudas, y por ello cuando el proyecto muere, un manto de luto las cubre  y volver a su  rescate, porque es resucitante, debe ser la obra del diálogo y no del conflicto, porque en la paz de  la cultura se debe asumir la permanencia del logos.

Algunas veces sólo nos quedan los periódicos que generosamente han contribuido con la cultura manteniendo páginas y suplementos donde podemos colocar lo que pensamos y donde discutimos públicamente los asuntos de la cultura, y así  el núcleo de lo que pudieran ser nuevas obras se convierte en ideas iniciales que nos incitan a continuar con pensamientos nuevos y nuevas producciones.

De otro modo, sin voces concentradas en textos calendáricos, pensados y sopesados, no sabremos por dónde anda la cultura de un país. Ni tendremos la certidumbre, ¡que admirable palabra!, de aquello que supone la vida intelectual: la creatividad.

Lo que deseo es que lleguemos al ritmo que una vez tuvieron los Cuadernos Dominicanos de Cultura, los que en su momento alcanzaron la cima del pensamiento cultural del país, aunque fuese la dictadura, respetuosa en ese momento, la que aupara a su modo, la producción nacional, la cultura en la que, críticamente, se solazaba guardándose de los cruces de camino con una censura y autocensura asentada en el temor de sus progenitores. Se dirá que existió una autocrítica propia de la era de Trujillo y un malabarismo literario que la orientaba rondando  esa valiosa producción de la cual emergen, en parte, la generación del 48 y una silenciosa conciencia nacional que se expresaría políticamente dentro de posteriores movimientos políticos; tema ya insinuado por el Premio Nacional, Tony Raful, de quien su obra de carácter histórico es, en buena parte,  una muestra del periodismo, la literatura y de los libros nacidos de las letras de su columna en el periódico Listín Diario.

De las revistas y de los textos del diarismo brotan los libros, y de los libros surgen, como un resuello de vida, lo que ansía, aun a escondidas, como en aquel momento de la dictadura trujillista, la nación dominicana. De la permanencia de las revistas dominicanas escojo CLIO, estandarte de la Academia Dominicana de la Historia, así como los Boletines de la Academia Dominicana de la Lengua y del Archivo General de la Nación, los cuales son garantías de saber en las áreas que representan. Pero otra cosa son las revistas culturales, por ser las portadoras de un presente vivo, variado, amplio y palpitante donde el pensamiento es menos sofisticado y son más patentes las contradicciones.   Son la vanguardia, las que llevan el lema del  “firmes y adelante”.

Mientras crecen las revistas culturales en América Latina, con su desarrollo la lengua española progresa y se moderniza. Los intelectuales son los que llevan la orientación a los pueblos, y estructuran las fases nuevas de la cultura, porque  las revistas culturales han sido siempre, por su contenido de imaginación y de crítica, un espacio de oportunidades que han derivado en el descubrimiento de importantes zonas de creatividad y  producción artística, a la vez que de nuevos valores humanos, así como de importantes movimientos culturales que han encontrado respiro en lo que es el espacio virgen y prometedor de una cultura nueva y creciente. “La Poesía Sorprendida”, sigue siendo un modelo de apertura, producto del peligroso pensamiento liberal de sus fundadores y colaboradores, capaces de haberse insertado en los modelos críticos y de imaginación que pusieron “al día” la literatura nacional. Otras revistas de vanguardia, como Testimonio,  tienen también sus lauros.

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