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Irán en los históricos planes de guerra de EEUU e Israel en Medio Oriente

Written by Debate Plural

Alfredo Hurtado (Mision Verdad, 8-5-18)

 

En el año 2007, el general retirado de las fuerzas estadounidenses Wesley Clark aseguró, ante un público asistente a una de sus conferencias, que la orden inmediata luego del atentado contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2002 «era invadir siete países árabes en cinco años». El último de estos siete sería Irán, que, por cierto, no es árabe, es persa. Esto demuestra que la destrucción y genocidio de la que fueron y son víctimas Irak, Libia y Siria, fueron morbosamente planificadas, lo que representa un crimen contra la humanidad con pocos precedentes.

Luego de la hipotética caída de Siria, el objetivo siguiente era el Líbano, cortando el apoyo histórico sirio a Hezbolá, lo que implicaba también el corte de suministros desde Irán, el cual sería el séptimo y último país en caer en desgracia.

A principios del siglo pasado se descubrió petróleo en Irán. Las transnacionales petroleras inglesas y norteamericanas cayeron como aves de rapiña, logrando convenios petroleros muy desventajosos para el pueblo iraní. En el año 1951 Mossadeq llegó al poder, quien rápidamente optó por renacionalizar la producción petrolera del país, que había estado bajo el control británico a través de la Compañía Petrolera Anglo Persa, que más tarde se convirtió en British Petroleum (o BP). La medida causó preocupación en EEUU y Reino Unido, países para los cuales el petróleo iraní era clave para su reconstrucción económica de la posguerra. Los servicios de inteligencia de estos países, la CIA y el MI6, se activaron y diseñaron la Operación Ajax para derrocar a Mossadeq.

La estrategia no fue muy diferente a los formatos aplicados en la actualidad a países que se desmarcan de las políticas imperiales: uso de los medios de comunicación para difundir mentiras, financiamiento de grupos opositores violentos para organizar protestas y penetración de las fuerzas armadas. En 1953 Mossadeq fue derrocado y el Shah Mohammad Reza Pahlavi, aliado cercano de EEUU, tomó el poder.

Mossadeq fue condenado a muerte pero su pena fue conmutada a 3 años de prisión, la cual cumplió. Posteriormente recibió arresto domiciliario hasta su muerte en 1967.

Fue apenas en el año 2013 cuando la CIA desclasificó documentos referidos al golpe de Estado contra Mossadeq, reconociendo su participación la cual había negado en el pasado.

El golpe de Estado contra Mossadeq de por sí resultó la primera fuente de animadversión contra el Shah. Su política pro imperialista, la represión contra la disidencia, el reconocimiento de Israel, la prohibición de tradiciones islámicas y el inequitativo reparto de la riqueza petrolera provocaron el derrocamiento del Shah en el año 1979, dando nacimiento a la Revolución Islámica de Irán con el Iman Jomeini a la cabeza.

Apenas un año después del triunfo de la Revolución Islámica, por presiones de EEUU mediante el uso de conflictos históricos entre Irak e Irán, se da inicio a una guerra fratricida que duró ocho años, con un enorme coste en cuanto a vidas humanas y el grave detrimento social a raíz de los inmensos daños a los aparatos económicos de ambas naciones. Un millón de soldados iraquíes, iraníes y civiles de ambos bandos, muertos. Fue una guerra sin vencedores.

A pesar de todo, desde el año 1979 Irán ha procurado el desarrollo industrial y científico tecnológico, con una política interior y exterior nacionalista, siempre acompañando las nobles y justas causas en el planeta. Actualmente es una potencia económica y militar en crecimiento en la zona de Medio Oriente y Asia Occidental, provocando por ello la ira del Estado terrorista de Israel que aspira a su «espacio vital», algo parecido a lo que paradójicamente anhelaba Hitler para los alemanes.

Una de las puntas de lanza de la modernización del Estado iraní es su programa nuclear pacífico. Contrario a lo que muchos creen, el programa nuclear iraní data del gobierno usurpador del Shah en plena década de los años 50 del siglo pasado, con apoyo de EEUU.

Israel y EEUU, no contentos con el pujante desarrollo iraní, elaboraron un plan criminal para desacelerar el proyecto nuclear de dicho país en el año 2010. Desarrollaron el gusano informático conocido como Stuxnet, logrando penetrar los sistemas industriales más importantes de Natanz, la instalación nuclear iraní de mayor relevancia.

El gusano informático tomó el control de 1 mil máquinas que participaban en la producción de materiales nucleares y les dio instrucciones de autodestruirse. Fue la primera vez que un ataque cibernético logró dañar la infraestructura del «mundo real». Posteriormente la CIA y el Mossad elaboraron un plan mucho más criminal: lograron asesinar a cuatro científicos vinculados al programa nuclear: Masud Ali Mohamadi, Mayid Shahriari, Dariush Rezaineyad y Mostafa Ahmadi Roshan. Sus muertes formaron parte de una campaña para sabotear, o al menos desacelerar, el programa nuclear iraní.

La CIA y el Mossad seguramente se dieron cuenta que detener el programa nuclear pacífico de Irán es una tarea imposible. Han intentado «revoluciones de color» que terminan en escuálidas protestas llenas de consignas manoseadas y prefabricadas. Por ello, han pasado a fases más agresivas, por ahora, fuera de territorio iraní.

Desde hace algunos años, asesores militares del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán han estado prestando apoyo militar al gobierno legítimo de Siria y a solicitud de éste. Israel, violando toda normativa internacional, ha lanzado ataques a las bases donde se encuentran estos asesores, logrando asesinar cobardemente a soldados iraníes que jamás han representado una amenaza para Israel.

Las provocaciones han llegado a su clímax, con el ataque aéreo realizado el 29 de abril pasado a la 47ma Brigada del Ejército Árabe Sirio al norte de Hama, provocando la muerte de más de 40 soldados, entre ellos asesores iraníes, que luchaban contra el terrorismo.

El lobby israelí establecido en EEUU ha logrado que Trump considere retirarse del acuerdo nuclear firmado en el año 2015 (llamado Plan de Acción Conjunto y Completo) por EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania. Muy probablemente la decisión ya esté tomada, y el viaje en curso de Mike Pompeo a Arabia Saudita e Israel, enemigos naturales de Irán, sea para establecer el compromiso de ruptura de dicho plan.

El pasado 30 de abril el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en un despliegue mediático digno de un show barato, anunció que posee «toneladas de documentos» que demostrarían que Irán está ya en capacidad de fabricar armas nucleares. Quizás era la patética presentación solicitada por Trump para justificar ante la opinión pública su decisión, ya tomada previamente.

La realidad es que los hipócritas criminales que encabezan el Estado terrorista de Israel no reconocen que son la única potencia nuclear en la región, contando con ese tipo de armamento desde hace décadas. Desde el inicio de los años 1950, David Ben Gurión, quien ejercía simultáneamente las funciones de primer ministro y de ministro de Defensa de Israel, había emprendido la fabricación secreta de bombas atómicas, desviando así de su objetivo el programa de cooperación pacífica que el presidente de EEUU para la época, Eisenhower, había iniciado ingenuamente.

Luego, Kennedy fue informado sobre el verdadero objetivo del complejo de Dimona en Israel, haciendo todo lo posible por obligarlos a renunciar a sus intenciones en ese sentido. Lamentablemente Kennedy fue asesinado, y ningún presidente que le ha sucedido ha podido resistir las presiones del poderoso lobby israelí. En el año 1986, el técnico nuclear israelí Mordejái Vanunu reveló a un diario británico que Israel posee un programa de armas nucleares. Fue detenido y condenado a 18 años de prisión, 11 de ellos en aislamiento total. Desde su liberación, en 2004, Vanunu tiene prohibido salir de Israel y comunicarse con extranjeros.

Irán, como nación soberana, tiene el total y absoluto derecho de desarrollar un plan nuclear pacífico como una acción más para apalancar su futuro. Israel, como EEUU, no tiene credibilidad alguna en el ámbito internacional, destacándose más bien como «campeón» en la violación de derechos humanos en el planeta, al contar por ejemplo con el campo de concentración más grande conocido (Gaza).

El marco jurídico internacional es puesto a prueba una vez más ante el reto y desafío de Israel. Si no se sientan precedentes, Israel seguirá teniendo «licencia para matar».

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