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Tres ejes del sionismo: Expansión, oscurantismo y crisis (1)

Written by Debate Plural

Nicola Hadwa y Silvia Domenech (Rebelion, 1-6-18)

 

Expansión

Los palestinos nunca han sido el único objetivo en los planes de dominio y ocupación sionista sino el prioritario, puesto que su presencia independiente y viable como pueblo niega la esencia de la entidad sionista. Una entidad que, a fin de cuentas, no es más que una base terrenal del sionismo. O sea, de una concepción que, como tal, representa precisamente los intereses del gran capital financiero internacional que pretende dominar el mundo. Por lo que cada estado árabe, y especialmente aquellos con direcciones nacionalistas claras y cohesionadas que atisben como oponentes, han sido y son también su objetivo real tarde o temprano, como lo son Siria e Irak, o Yemen, y lo fue Sudan.

Expresión de esas ambiciones fue la guerra sionista de 1967, la cual les permitió no sólo apoderarse del territorio palestino que luego de la guerra del 48 había quedado bajo el control egipcio y jordano, sino además de la península del Sinaí hasta las márgenes del Canal de Suez, territorio egipcio que se ve obligado a devolver en el año 1979 tras los acuerdos de Camp David. Y también apoderarse de las Alturas del Golán, de soberanía siria, que ocupo durante la Guerra de Yom Kipur (1973) expulsando a más de 90000 de sus habitantes. Territorio que desde 1981 fue anexado en la práctica por los sionistas como parte de su entidad, a pesar de que en la Resolución 497 del Consejo de Seguridad de la ONU se declaró que la decisión israelí de imponer sus leyes, su jurisdicción y su administración al territorio sirio ocupado de las Alturas del Golán es nula y sin valor, aunque lamentablemente en la realidad nada hizo ni hace para implementarla y obligar a la entidad sionista a devolverlo.

El denominado Plan Yinon, conocido Plan sionista para debilitar y dividir el Medio Oriente, es también una manifestación más de esas ambiciones conformando, junto a la concepción norteamericana del “Arco de Crisis” y el “Caos Constructivo”, los más viejos cimientos de la geopolítica que actualmente aplica Estados Unidos en esa zona, o sea, la “Balcanización”. Geopolítica que busca desmembrar esa región en territorios enfrentados entre sí, atomizados y políticamente débiles, reconfigurando la zona en función de los intereses sionistas e imperialistas y de sus aliados occidentales y árabes. Y la cual, desde el ángulo de su impacto práctico ha provocado una nueva “catástrofe”, una Nabka que amenaza a todo el Medio Oriente con divisiones y guerras, y lo ha convertido en un verdadero infierno.

“Balcanización” que pretendieron buscar a través del uso táctico de los grupos terroristas mal llamados “islámicos”, y que ahora el Parlamento de la entidad sionista (Knesset) intenta legalizar a través de un proyecto de ley que explora las formas en las que el régimen de Tel Aviv podría ayudar a los separatistas kurdos a establecer un estado independiente que apoye al régimen sionista y que tome partes de Siria, Iraq y Turquía.

La ocupación y destrucción sionista de Palestina, así como la expulsión masiva de la población nativa y la instauración allí de una entidad gendarme, no ha sido más, por consiguiente, que el primer paso de todos esos planes. A ello debe seguir la ocupación y destrucción de, por lo menos, Líbano, Siria, Jordania, Irak y partes de Egipto y Arabia Saudita, hasta crear el sueño sionista, o sea, un estado que abarque – y no es casualidad – desde el Nilo al Éufrates, pretensión que explica la constante negativa de esa entidad a fijar fronteras. Y todo ello para que el imperial-sionismo norteamericano domine dos de las tres zonas con mayor producción mundial de petróleo: el Oriente Medio y una parte importante de la correspondiente a la antigua URSS: el Cáucaso y el Asia central. Todo lo cual le permitiría someter y controlar todo el planeta, apoderarse de sus recursos naturales y tener mayor poder sobre los demás.

Oscurantismo

Decimos que no por casualidad, refiriéndonos al territorio con el que sueñan los sionistas porque, aunque parezca casi imposible de creer en pleno siglo XXI y difícil de detectar por su camuflaje y sutileza, tanto la creación como la existencia de la entidad sionista están basados en un oscurantismo de tipo medieval que evita deliberadamente que se conozca la historia del pueblo originario de la región: el palestino, sustituyéndola por la historia herencial sionista que hace exclusivos a los judíos y atribuye un origen divino a esa exclusividad.

Un oscurantismo que, manipulando los mitos de la fe popular cristiana y judía, así como las ideas místicas sustentadas en lo fundamental en los mitos cristianos hiperbolizados por la Reforma Protestante, deforma e invierte las condiciones materiales reales del surgimiento de la fe judía para crear un origen, una nacionalidad y una razón de ser política a la existencia de los judíos que, aunque falsa, les ha permitido lograr sus fines y legitimar sus intereses. Un oscurantismo que se ha convertido a su vez en una herramienta de exclusión social, ya que al absolutizar la historia sionista e impedir por todos los medios consciente y deliberadamente la difusión de la realidad, ignoran y desconocen la de los palestinos.

Este oscurantismo se ha multiplicado en un conjunto de estrategias que incluyen su utilización como instrumento movilizador para la importación de judíos hacia su base terrenal, la entidad sionista. Muestra de lo cual es la lucha sionista para evitar la llamada “asimilación” judía”, dirigida a desnaturalizar a los judíos, estimular su emigración para usarlos como instrumento de colonización, ocupación y destrucción y, sobre todo, asimilarlos a su entidad para integrarlos como células conformantes de la misma. Y también lo es el fomento del antisemitismo, dirigido a estigmatizar a todos aquellos que se opongan a ellos. Estrategias que persiguen mantener los mitos y mentiras formalizadas para ocultar la verdadera esencia reaccionaria, racista y genocida del sionismo. Y condenar a todo aquel que lo denuncia. Y oscurantismo del cual, podría decirse, hacen ostentación de forma abierta, sin que nadie les salga al paso, se conmueva ni inmute.

Un ejemplo de lo anterior ha sido el caso, hace sólo unos días, de la inauguración de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén, donde Benjamín Netanyahu, en su discurso de apertura, mientras sus soldados asesinaban palestinos en Gaza, justificó la ocupación sionista de esa ciudad por el pretendido papel que jugaron y las supuestas acciones que realizaron en ella, según su historia herencial, personajes como Abraham y los reyes David y Salomón. O sea, dando como verdades absolutas e indiscutibles el papel de personajes que los científicos y la arqueología han demostrado que son sólo figuras literarias, cuya existencia real no puede ser históricamente documentada  [1]. E ignorando, a su vez, que Jerusalén es una ciudad Santa no sólo para una fe, sino que lo es para las tres grandes religiones monoteístas – la judía, la cristiana y la islámica -, todas ellas asociadas a la figura de Abraham. Lo que hace evidente que los argumentos sionistas lo que persiguen es ocultar y encubrir el hecho real de que Palestina fue un territorio en el cual vivieron y compartieron una misma tierra y un solo país los judíos, cristianos y musulmanes con su única identidad de palestinos [2].

Y lo más terrible aún, un oscurantismo que persigue que su pretendida y auto-adjudicada acreditación como elegidos por Dios, les dé derecho a ocupar y destruir territorios, y a someter, actuar bestialmente y asesinar impunemente la población palestina.

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