Cultura Nacionales

La intrepidez de Ramón Matías Mella

Written by Debate Plural
Juan Daniel Balcácer (Listin, 16-5-18)

Entre los trinitarios y febreristas de 1844, Ramón Matías Mella fue, con excepción de Duarte, la figura de mayor significación política y social y el de más exaltado patriotismo, al decir de Emilio Rodríguez Demorizi. Sin embargo, durante muchos años la historiografía tradicional tendió un misterioso velo del olvido sobre la refulgente trayectoria política de tan ilustre prócer, concediéndole mayor relevancia a un solo aspecto de su accionar público y opacando el resto acaso de manera inadvertida. Raro ha sido, pues, que se hable de Mella con la profusión que ameritan su vida y su obra, y, cuando esa rareza se da, ella coincide con el 25 de febrero -que es su fecha natalicia- o con el 27 de febrero, cuando se conmemora la proclamación de la República. En ambos casos, lo que más suele destacarse es la singular acción de La Misericordia cuando, en un inesperado gesto de arrojo, Mella disparó al aire su trabuco para anunciar así a los comprometidos con la causa nacionalista que se hallaba en curso el pronunciamiento contra los haitianos. El audaz trabucazo es tan solo un pasaje, ínfimo tal vez, de su fascinante labor revolucionaria que, vista en conjunto, hizo posible su ingreso definitivo al templo de los héroes nacionales. Por consiguiente, la figura histórica de Mella es de una estatura procera de magnitudes colosales.

Familia de próceres. Su contribución a la causa independentista superó los límites individuales e incluyó a parte de su familia. Por eso, la familia de Mella mereció el calificativo de “familia procera”. Su hermano Idelfonso Mella Castillo fue de los firmantes de la Manifestación del 16 de enero de 1844 y le acompañó en la heroica acción del Conde la noche del 27 de febrero, en donde también estuvo presente su suegro Gertrudis Brea. En la gloriosa guerra restauradora, además de su inseparable hermano Idelfonso, junto con él estuvieron sus dos jóvenes hijos, Ramón María e Idelfonso Mella Brea. De profunda formación cristiana, Mella fue además hombre de fina sensibilidad social, incuestionable integridad moral y probo a carta cabal, quien supo cultivar respeto, aprecio y admiración de cuantos le conocieron y trataron. Fue comerciante, militar de brillante carrera, político, diplomático y titular de diversas carteras, entre ellas el Ministerio de las Fuerzas Armadas, que entonces se llamaba Guerra y Marina; casi al final de sus días fue electo vicepresidente de la República del gobierno restaurador. Mella fue, además de ferviente duartista, nacionalista intransigente y firme defensor del liberalismo y de la democracia, un incansable luchador en defensa de la soberanía nacional hasta que, en plena guerra restauradora, encontró la muerte por causa de un crónico padecimiento de disentería y otras complicaciones.

Intrepidez y audacia. Los adeptos o comunicados más destacados del partido trinitario fueron Ramón Matías Mella, Francisco del Rosario Sánchez y Vicente Celestino Duarte. Sobre sus hombros recayó la enorme responsabilidad de continuar los trabajos revolucionarios cuando los integrantes del núcleo dirigente de la Trinitaria, es decir, Juan Pablo Duarte, Pedro Alejandrino Pina y Juan Isidro Pérez, se vieron precisados a abandonar Santo Domingo en 1843 a raíz de la tenaz persecución que desató en su contra el presidente haitiano Charles Herard. De esos tres paladines de la libertad que entonces permanecieron en el país, y que lograron llevar a feliz término el proyecto independentista, Ramón Matías Mella era el de carácter más sagaz, intempestivo y decidido al momento de adoptar decisiones sobre la marcha. Recuérdese que la noche del 27 de febrero, dentro del grupo de pariotas reunido en La Misericordia, hubo alguien que sugirió posponer los planes para otra ocasión debido a que no estaban presentes todos los comprometidos. “Creo que todo está descubierto, pues una patrulla me ha perseguido y he hecho un rodeo para llegar hasta aquí”, dijo esa persona; pero acto seguido, escribiría Manuel de Jesús Galván, se escuchó un NO rotundo y firme. Se trató de una “voz robusta y varonil turbando sin precaución alguna el silencio nocturno. YA NO ES DADO RETROCEDER: COBARDES COMO VALIENTES, TODOS HEMOS DE IR HASTA EL FIN. ¡VIVA LA REPÚBLICA DOMINICANA!”; y, dicho esto, “una fragorosa detonación de su pedreñal acentúa estrepitosamente el heroico grito. Nadie vacila ya: todos hacen abnegación de sus vidas y corren hacia la clásica Puerta del Conde. El disparo audaz hecho por el intrépido RAM”N MELLA anunciaba al mundo el nacimiento de la República Dominicana”. En días recientes leí un interesante y algo hilarante comentario del señor Luis Mondesí, en su cuenta de twitter, según el cual “si no hubiera sido por el genio y figura de Mella, todavía estuviéramos cambiando de fecha para ver cuál era la más adecuada a las coyunturas…”

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