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Carga nuclear de Trump contra sus aliados

Written by Debate Plural

Luis Rivas (Sputnik, 10-5-18)

 

El ‘Trumpexit’ del Acuerdo Nuclear, firmado en julio de 2015, despierta en Europa una inquietud mucho mayor que las fantasías sobre la utilización de la bomba atómica.

El levantamiento de las sanciones económicas a Irán, a cambio de la renuncia al enriquecimiento de uranio, había abierto la puerta a un mercado de 80 millones de personas y a un negocio cifrado en 600.000 millones de dólares.

Irán se convirtió hace dos años en el nuevo ‘El dorado’ de compañías europeas necesitadas de nuevas fronteras. Pero el acuerdo internacional pactado con Teherán por el Reino Unido, Francia, China, Rusia y Estados Unidos, contó con la firma del Presidente Barack Obama. Hoy, su sucesor en el cargo se honra de mostrar ante las cámaras cómo, de un plumazo, se acaba con un acuerdo internacional que despoja a sus propios aliados, y sin embargo  competidores comerciales, de miles de millones de dólares para sus economías.

Las tres potencias europeas con peso económico —pero no tanto político— se han desgañitado para vender a la ciudadanía el horror de un cataclismo nuclear que es más bien un desastre más prosaico: la pérdida de contratos para sus compañías en Irán.

Estados Unidos, con Donald Trump al frente, quizá ya no tiene la fuerza o el interés en representar al gendarme político del mundo, pero sigue llevando la chapa de Sheriff comercial del planeta. El ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, manifestaba así su protesta sobre la decisión de la Casa Blanca: «Es inaceptable que Estados Unidos se erija como gendarme económico mundial». ¿Es algo nuevo?

El jefe de Le Maire, Emmanuel Macron, había hecho creer a sus socios europeos que sería capaz de convencer a Trump de mantenerse dentro del acuerdo. Pero la diplomacia de las palmadas, besos y abrazos no sirvió para forzar al Presidente norteamericano a incumplir una de sus promesas electorales y obsesiones postelectorales.

La industria francesa celebró  por todo lo alto en 2015 la reapertura de los negocios con Teherán. El presidente de la empresa petrolera Total, Patrick Pouyanne, hablaba del «día histórico en el que volvemos a Irán». Su alegría era materializada en una primera inversión de 5.000 millones de dólares. Airbus acordaba la venta de 100 aviones A320 a Iran Air y a Zagros Airlines, por un precio de 19.000 millones de dólares. Renault vendió en 2017 160.000 automóviles en Irán. Peugeot copa el 30% del mercado automovilístico iraní. La compañía Accord planeaba la construcción de nuevos hoteles. Aeropuerto de París, Vinci, Alstom, Sanofi…los grandes actores de la industria francesa ya habían iniciado su instalación o retorno a Irán. Hoy saben que sus inversiones se tambalean por orden de Washington.

Al Presidente Macron le siguió en las visitas de angustia europea la Canciller alemana. Pero Angela Merkel sabía que su poder de persuasión con Trump es inexistente. El mandatario norteamericano no se ha cansado de subrayar el desequilibrio comercial que su país mantiene con Berlín, y menciona cada vez que puede a la marca Volkswagen como uno de los causantes del problema.

El embajador de Estados Unidos en Berlín fue uno de los primeros y más claros traductores de la decisión de Trump: «Las compañías alemanas que hacen negocios con Irán deben abandonar el país». Una orden que los empresarios alemanes no se tomaron muy bien. El Presidente de la cámara de comercio germano-iraní, Michael Tockuss, dijo que esperaba que el Ministerio de Exteriores de su país  informara al embajador que él no es quien dicta la política alemana.

No de la economía en general, pero sí en el caso de la política comercial hacia Irán. En este ‘anti Plan Marshall’, las compañías alemanas pueden perder más que plumas. Además de la mencionada Volkswagen, Siemens está en peligro. La firma llegó a un acuerdo en 2016 para renovar los ferrocarriles iraníes y dotar con 50 locomotoras al país.

Otro de los signos definitorios de la ‘nueva diplomacia’ norteamericana es el distanciamiento con Londres. Trump ha vapuleado la histórica ‘Special Relationship’, menosprecia a Theresa May y no cuenta con Londres como aliado seguro. May dice haber intentado persuadir al presidente norteamericano de no abandonar el acuerdo internacional con Irán. No solo en sus escasos encuentros, sino en  «más de doce conversaciones telefónicas».

​El resultado está a la vista: Rolls-Royce pensaba poder dotar de motores a los Airbus. British Petroleum seguirá viviendo de los recuerdos de su pasado en Irán; Vodafone se verá obligada a reempaquetar sus celulares; British Airways cancelará sus proyectos de líneas aéreas con Irán.

La Unión Europea e Irán hicieron negocios por 9.200 millones de dólares en 2015; en 2016, la cifra llegó a 16.400 millones; el pasado año ya desbordaba los 25.000 millones.

Si los grandes bancos ya eran reacios a conceder créditos para la inversión en Irán, a pesar del pacto internacional, ahora dejarán de mirar definitivamente hacia ese país, a menos que una solución de última hora lo remedie. Algo en lo que no creen ni los más optimistas voceros de cualquier capital europea.

Europa comprueba una vez más su debilidad ante el dólar, la moneda política que el Departamento del Tesoro blande para disuadir de hacer negocios a las empresas de los aliados. La multa norteamericana a la entidad bancaria francesa BNP-Paribas en 2014, 9.000 millones de dólares, vuelve a ser la cifra más recordada por los banqueros europeos.

Europa ha seguido en las últimas décadas las indicaciones que su aliado norteamericano le dictaba en su comportamiento diplomático y, por lo tanto, comercial. Cuando Obama ocupaba la Casa Blanca, muchos europeos veían esas ‘sugerencias’ barnizadas de un toque ‘moral’ y ‘progresista’. Donald Trump les está mostrando que la independencia de criterio es una condición indispensable para ser soberanos, por encima de la ideología que defiendan los inquilinos del Despacho Oval.

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