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Frankestein contra el heredero de Stroessner (y 2)

Written by Debate Plural

Andrés Colman Gutiérrez (Rebelion. org, 21-4-18)

 

Cambios monocromos

“Es la campaña más triste que he visto. No hay ningún entusiasmo, parece que el 22 de abril no vamos a votar; vamos a ir al doctor, a una visita obligatoria a un análisis rectal y tenemos que hacerla. Nos va a molestar, pero lo tenemos que hacer”, comentó el analista político Marcello Lacchi en una columna del diario paraguayo Abc Color al retratar la poca pasión que han despertado las diversas candidaturas.

El columnista político e investigador de derechos humanos Alfredo Boccia coincidió con su colega (Última Hora, 7-IV-18): “Los dos candidatos principales no se caracterizan por ser magnéticamente carismáticos o por deslumbrar con una oratoria envolvente. Se han difuminado las polarizaciones. Hay tanta policromía entre los corruptos y mentecatos, tanta amnesia entre los desleales de ayer y los aliados de hoy, tanto desencanto entre aquellos que parecían confiables y defraudaron, que no sorprende la apatía ciudadana. Da la impresión de que el 22 de abril, el sillón (presidencial) de los López cambiará de inquilino, pero el poder no cambiará de dueño. La supremacía fáctica nacional –los grupos empresariales enriquecidos gracias a sus negocios con el Estado, la oligarquía ganadera y sojera, y los zares del tráfico fronterizo- está contenta”.

En la confrontación de los principales candidatos parece haber, de nuevo, simplemente dos colores: colorado versus azul, aunque en las filas de la oposición se intente mostrar una imagen de arco iris.

Más aun, Marito y Alegre han evitado ir a debates televisados que impliquen alguna confrontación de ideas o algo parecido que los arranque del libreto estrictamente preparado por sus asesores. El único gran debate mediático en el que aceptaron confrontar fue en el promovido el domingo 15 de abril por el grupo empresarial Desarrollo en Democracia, en donde no se admitieron posibilidades de interpelarse unos a otros, ni se pudieron profundizar temas candentes, como la reforma agraria, el narcotráfico, el crimen organizado, la discriminación hacia la comunidad Lgtbi, entre otras cuestiones. Se notaron las grandes carencias programáticas y la falta de capacidad para improvisar sin libreto, principalmente del candidato colorado.

Prohibido girar a la izquierda

Si hay algo que distingue a ambos contendientes es el discurso marcadamente de derecha en que acabaron coincidiendo, para ponerse a tono con la fuerte ola de conservadurismo que ha impregnado a una gran mayoría de la sociedad paraguaya, luego del derrocamiento del gobierno de Lugo, cuando se empezaron a borrar los pocos avances que se habían logrado, tras incorporar nuevos conceptos de educación sexual y actitudes contra la discriminación en los programas pedagógicos.

La ofensiva conservadora de los llamados grupos “provida”, capitaneados por sectores de la aún influyente Iglesia Católica, condiciona fuertemente a los actuales candidatos. Los grupos de presión habían obligado al gobierno de Cartes a borrar la palabra “género” de los textos del Ministerio de Educación y estuvieron a punto de hacer desaparecer al propio Ministerio de la Mujer por su afán de utilizar dicha palabra.

A pesar de provenir de una familia “disfuncional”, en que su padre tuvo varias uniones de hecho, y de que él mismo se divorció y volvió a casarse, el candidato colorado asumió desde un primer momento una fuerte defensa de la familia monógama y repitió incontables veces que vetará cualquier proyecto de ley a favor del aborto y del matrimonio igualitario.

Su adversario, Efraín Alegre, aunque siempre se manifestó en contra de la unión de personas del mismo sexo, intentó marcar una diferencia en diciembre último, cuando expresó en un posteo en su cuenta de Twitter: “Yo creo en el matrimonio entre el hombre y la mujer, como lo dice nuestra Constitución, pero eso no significa que desconozca una realidad, y me comprometo en crear una solución para encontrar una figura jurídica que proteja el patrimonio de las parejas”.

Eso fue suficiente para que los sectores conservadores lo catalogaran de “progay” y “proaborto” con tanta virulencia que el candidato Alegre, temeroso de perder los votos conservadores, se vio obligado a firmar una declaración pública en la que se comprometió –en el caso de ser electo presidente– a “respetar, proteger, defender y promocionar la vida, desde la concepción hasta la muerte; la familia, conformada por el hombre, la mujer y los hijos…”, marcando una ruptura con sus aliados de izquierda, celosos defensores del aborto y el matrimonio igualitario.

“No se sabe si (Alegre) recuperó la confianza de algunos votantes, lo claro es que se alejó de una postura histórica del Frente Guasu y de los votantes progresistas”, indicó Ruiz Díaz.

Con respecto a las promesas electorales del candidato colorado, la analista sostuvo que Abdo Benítez “no planteó novedades ni propuestas disruptivas, dando a entender que seguirá la senda marcada por Horacio Cartes y otros gobiernos colorados. En la campaña interna fue más abierto, con un fuerte mensaje sobre la institucionalidad y la lucha contra la corrupción, pero apenas ganó se metió en el caparazón partidario y su mensaje apunta solamente al electorado republicano”.

Diez candidatos y ninguna mujer

Aunque Marito y Alegre polarizan las opciones electorales, en realidad son diez los candidatos que disputan la presidencia de la República, sólo que los ocho restantes ni siquiera aparecen en las encuestas. En su mayoría provienen de movimientos y partidos no tradicionales, creados en los últimos meses tan sólo para sostener candidaturas principalmente personalistas, entre ellas las de un militar retirado, un viejo caudillo stronista que ahora fundó un partido verde, un músico cantautor popular, un economista veterano y hasta un odontólogo barrial. Lo llamativo es que todos son hombres y entre ellos no hay ninguna mujer, en un momento en que se discute en el Congreso paraguayo un proyecto de ley de paridad que establece que las listas electorales deban incluir mitad hombres y mitad mujeres.

La mayoría de los partidos que en su momento se disputaron la posibilidad de ser la tercera fuerza política en el país no han presentado candidaturas a la presidencia, aunque sí a los demás cargos electivos.

Algunos grupos de izquierda que no forman parte de la alianza Ganar, como la plataforma feminista Kuña Pyrenda, han decidido presentar sus propias candidaturas al Congreso. Su principal referente, la líder feminista Lilian Soto, ex ministra de la Función Pública, apunta a llegar por primera vez al Senado.

Otra fuerza de consideración, el partido Paraguay Pyahura, brazo político de la poderosa Federación Nacional Campesina, ha decidido una vez más no presentarse a elecciones, por considerar que en estos comicios no existen verdaderas opciones que favorezcan al sector popular, y llama a sus afiliados y simpatizantes a anular su voto.

Un país “demasiado igual”

Gane quien gane el domingo, el próximo gobierno seguirá siendo marcadamente conservador y sin muchas sorpresas, aunque una eventual victoria de Efraín Alegre le daría al devaluado proceso democrático paraguayo la necesaria alternancia que hasta ahora casi no se ha dado durante cerca de un siglo de historia.

Desde que el Partido Colorado llegó al gobierno en 1947, solamente en una oportunidad pudo ser desalojado del poder, en 2008, tras la victoria electoral del ex obispo Fernando Lugo, al frente de una alianza entre el Partido Liberal y los partidos de izquierda, pero no pudo llegar a concluir su mandato debido a que los liberales le retiraron su apoyo y se aliaron con los colorados para hacerle un juicio político, también considerado golpe parlamentario, en junio de 2012. El período tuvo que ser completado por el vicepresidente, el liberal Federico Franco, con un período de gran inestabilidad y con muchas denuncias de corrupción, posibilitando el retorno del Partido Colorado al gobierno, de la mano del magnate Horacio Cartes, en 2013.

En su análisis sobre el largo proceso de la transición tras el stronismo, que desemboca en estas elecciones, Alfredo Boccia sostuvo que a los controladores del poder “el sistema democrático paraguayo les resultó más funcional que la dictadura. Han logrado disciplinar a un electorado desquiciado por la desesperanza que, en masoquistas y resignadas filas, marchará a votar por aquellos que les han negado siempre la plena calidad humana. Los que siempre los han dejado sin hospitales, escuelas ni sueños. Vislumbro un país demasiado igual. Lo que paraguayamente significa demasiado desigual”.

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