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El 68 en EEUU: El largo asesinato de Martin Luther King (1)

Written by Debate Plural

Paul Street  (Sinpermiso, 1-4-18)

 

A medida que se acerca el 50 aniversario de la muerte violenta del Dr. Martin Luther King (el 4 de abril de 1968), es previsible escuchar en los medios de comunicación de EEUU más y más detalles reales y supuestos de su asesinato físico (o tal vez de su ejecución). Pero nada se dirá sobre el asesinato moral, intelectual e ideológico subsiguiente y continuo de King.

Me refiero a la narrativa neo-macartista convencional, exculpatoria, sobre Martin Luther King que se repite cada año con ocasión de la fiesta nacional que lleva su nombre. Este retrato aburguesado y difuminado de King como un reformista liberal moderado que quería poco más que unas cuantas reformas básicas de derechos civiles en el sistema supuestamente bueno y decente de EEUU, es decir, como un leal reformador que estaba agradecido a los líderes de la nación por hacer finalmente cambios nobles. Este año tampoco fue la excepción.

Las conmemoraciones oficiales no dicen nada sobre el Dr. King que estudió a Marx con simpatía a una edad temprana y que dijo en sus últimos años que “si queremos alcanzar la igualdad real, los Estados Unidos tendrán que adoptar una forma modificada de socialismo”. Borran al King que escribió que “el verdadero problema que hay que afrontar” más allá de cuestiones “superficiales” es la necesidad de una revolución social radical.

Han eliminado al King que habló en la Canadian Broadcasting Corporation (CBC) a finales de 1967 para reflexionar sobre lo poco que había conseguido la lucha por la liberación de los negros más allá de algunos pequeños cambios en el Sur de EEUU. Deploró “el freno del avance limitado del progreso” que los negros y sus aliados habían alcanzado “por la resistencia blanca [que] ha puesto al descubierto el racismo latente que [todavía] está profundamente arraigado en la sociedad estadounidense”.

“A medida que murieron la euforia y las expectativas”, explicó King en la CBC, “los negros se hicieron más conscientes de que el objetivo de su liberación estaba aun lejano y que nuestra situación inmediata es sustancialmente todavía una agonía de privación. En la última década, se ha hecho poco por los ghettos del Norte. Todos los cambios legislativos han sido para remediar las condiciones del Sur. E incluso éstas solo han mejorado parcialmente”. King pensaba que las conquistas ganadas por los americanos negros durante lo que él consideraba sólo la ‘primera fase’ de su lucha por la libertad (1955-65) estaban en peligro en la medida que “habían creado en los blancos una sensación de realización”: la impresión absurda de que el llamado “problema negro” había sido resuelto y que, por tanto, no había ya fundamento o justificación para el activismo negro. “Cuando los negros asertivamente comenzaron a subir el segundo peldaño de la escalera,” señaló King, “se produjo una resistencia firme de la comunidad blanca… En algunos sectores se trataba de un rechazo cortés, en otros, se trataba de una reacción blanca en contra. En todas partes, sin lugar a dudas, se trataba de resistencia pura y simplemente”.

Explicando a sus oyentes de CBC la importante ola de disturbios raciales que se multiplicó en las ciudades de Estados Unidos en los veranos de 1966 y 1967, King no excusó la violencia negra. Culpó de los disturbios a “la estructura del poder blanco … que sigue buscando mantener los muros de la segregación y la desigualdad intactos”. Denunció que la principal causa de los disturbios era la postura reaccionaria de “la sociedad blanca, que no esta preparada ni dispuesta a aceptar un cambio estructural radical”, que”produce caos” diciéndole a los negros (cuyas expectativas de un cambio de fondo habían despertado) “que deben esperar seguir siendo permanentemente desiguales y permanentemente pobres”.

King también atribuyó los disturbios en parte a la guerra imperialista y genocida de Washington en Vietnam. Junto con la miseria que infligía a Indochina, según King, la agresión militar salvaje de Estados Unidos contra el sudeste asiático restaba recursos a la breve y débil ‘guerra contra la pobreza’ de Lyndon Johnson. Se envió a los negros pobres como carne de cañón de una manera desproporcionada. Y creó el ambiente social en el que cuajó la idea de que la violencia era una respuesta razonable e incluso una solución a los problemas sociales y políticos.

Los negros estadounidenses, pero también otros sectores de la población, percibían lo que King llamó “la cruel ironía de ver a chicos negros y blancos en las pantallas de televisión, matando y muriendo juntos por una nación que es incapaz de sentarlos juntos en la misma escuela. Los vemos en brutal solidaridad quemar las chozas de una aldea pobre, pero nos damos cuenta que nunca vivirían en el mismo bloque en Detroit”, dijo King en la CBC, y agregó que “no podía permanecer en silencio ante tan cruel manipulación de los pobres”.

Más allá de la hipocresía racial, King dijo que “una nación que continúa gastando año tras año más dinero en defensa militar [aquí podría haber dicho mejor en un ‘imperio militar’] que en programas de mejora social está cada vez más cerca de su bancarrota espiritual”.

¿Violaron la ley los alborotadores, como les acusan tanto sus críticos liberales como conservadores? Sí, dijo King, pero agregó que las transgresiones de los alborotadores eran delitos derivados… consecuencia de unos crímenes más importantes de los… responsables políticos de la sociedad blanca«, que habían creado “la discriminación … en los barrios pobres [y] perpetuado el desempleo, la ignorancia y la pobreza… El hombre blanco”, explicó King “no respeta el estado de derecho en el gueto. Día tras día viola las leyes de asistencia social para privar a los pobres de sus exiguas asignaciones; viola flagrantemente los códigos y reglamentos de la vivienda; su policía se burla de la ley; viola las leyes sobre igualdad en el empleo y la educación y la prestación de servicios públicos. Los barrios pobres son la consecuencia de un sistema vicioso de la sociedad blanca”.

¿Son los alborotadores violentos? Sí, contestó King, pero señaló que su violencia fue dirigida “en un grado sorprendente… contra la propiedad no contra las personas”. Observó que “la propiedad representa la estructura del poder blanco , que [los manifestantes] [comprensiblemente] atacan y tratan de destruir”. Frente a quienes creen que la propiedad es ‘sagrada’, King argumentó que “la finalidad de la propiedad es servir a la vida, y por mucho que la rodeamos de derechos y respeto, no tiene carácter personal’.

¿Qué hacer? King defendió cambios radicales que iban en contra de la estructura del estado corporativo, lo que reflejaba su acuerdo con los militantes de la Nueva Izquierda, en el sentido de que “sólo mediante un cambio estructural se podrán eliminar los males actuales, porque las raíces están en el sistema y no en las personas o en un funcionamiento defectuoso”. King defendía un programa nacional de emergencia, que proporcionase empleo para todos o garantizase una renta básica nacional “de manera que permita vivir en circunstancias dignas”. También hizo un llamamiento a la “demolición de los barrios pobres y su reconstrucción por la población que vive en ellos”.

Sus propuestas, dijo, buscaban algo más que justicia racial. Su objetivo era eliminar la pobreza de todos, incluidos los blancos pobres, y creía que “la revuelta negra” era un desafio frente a lo que llamó “los tres males interrelacionados” del racismo, la injusticia económica / pobreza (el capitalismo) y la guerra (el militarismo y el imperialismo). La lucha negra “ha evolucionado, afortunadamente, en algo más que la búsqueda de la eliminación de la segregación [racial] y la igualdad”, dijo King. Se había convertido en “un desafío a un sistema que ha hecho milagros en la producción y la tecnología”, pero no ha sido capaz de “hacer justicia”.

“Si el humanismo está fuera del sistema [capitalista],” dijo King en CBC cinco meses antes de su asesinato (o ejecución), “los negros han revelado la naturaleza del despotismo y tendrá lugar una lucha mucho mayor por la liberación. Los Estados Unidos están ante el desafío sustancial de demostrar que se pueden abolir no sólo los males del racismo, sino también el flagelo de la pobreza y los horrores de la guerra…»

No hay la menor duda de que King se refería al capitalismo cuando hablaba del “sistema” y la “naturaleza del despotismo”. Esto es evidente en la mejor obra sobre King, la biografía épica de David Garrow, ganador del premio Pulitzer, Bearing the Cross: Martin Luther King, Jr. and the Southern Christian Leadership Council (Harper Collins, 1986)

Nadie que escuchase con atención la intervención de King en la CBC pudo ignorar el radicalismo de su visión y sus tácticas. “Los desposeídos de esta nación -los pobres, tanto blancos como negros- viven en una sociedad cruelmente injusta”, señaló King. “Deben organizar una revolución contra esa injusticia”, agregó.

Una revolución de este tipo requeriría “algo más que un llamamiento a la sociedad en general”, más que “manifestaciones en las calles”. “Debe”, añadió King, “ser una fuerza que interrumpa el funcionamiento [de la sociedad] de forma decisiva”. Esa fuerza haría uso de una “desobediencia civil masiva” para “transmutar la profunda rabia del gueto en una fuerza constructiva y creativa, dislocando el funcionamiento de la sociedad”.

“La tormenta crece contra la minoría privilegiada de la tierra”, añadió Martin Luther King. “La tormenta no disminuirá hasta que [haya una] justa distribución de los frutos de la tierra …” La resistencia activa, masiva, no violenta contra los males del sistema moderno ” que King defendía era “de alcance internacional”, porque “los países pobres son pobres principalmente porque [las naciones occidentales] les han explotado a través del colonialismo político o económico. Los estadounidenses, en particular, deben ayudar a su nación a arrepentirse de su imperialismo económico moderno”.

 

 

 

 

 

 

 

 

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