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La poesía anda rebelada

Written by Debate Plural

José Rafael Lantigua, ex ministro de cultura República Dominicana (D. Libre 24-2-18)

 

INSURGENCIA. ESTRIDENCIA. ESTRÉPITO. ESTRELLA combatiente. Disipación. Ejercicio en pendiente. Fragua del ethos de la época. Rebelión. La poesía se rebela. Hay una nueva poesía que camina. Viene en ruta desde hace rato. Sin máscara. Sin calcetines. Sin sonrojos. Incombustible. Dialoga con sus entrañas, sin extenuarse, como un testimonio, como una confidencia. Desnuda. Intrépida. Despojada de influencias y sarcástica. Se ríe con la muela del juicio y convive con el frenesí de los excesos. Se integra. Se interna. Se sumerge. Logra la penetración que no alcanzan aún sus hermanos mayores, los que le precedieron con otras encomiendas, otras miradas, otros hechizos, vaya, otras formas.

La poesía tiene el don de rehacerse, de reconstruirse, de buscar su bajadero. Que si romántica, que si moderna, que si surrealista, que si construye o sí la fuente de su cambio o si termina encadada, que no es su sitio. La poesía se encabalga sobre el tiempo y lo enrumba, lo capitanea, lo emplaza. Es difícil, casi siempre, seguirle la cuenta porque la poesía no se atasca nunca. Se le ve desfalleciente, a veces; a veces, entreverada; obstinada, prófuga de sus instintos, a veces. Pero, no termina nunca su eutaxia, vive en su lozanía sempiterna y con sus enigmas a cuestas hace su vía crucis sin crucificarse. Sabe de altas y bajas, pero no se desanima, ni se recoge. La poesía es rebelión continua y cuando unos toman una vereda que creen segura, ella le hace changuí y toma otro rumbo.

Hay que admitir –lo admito yo– que la poesía ha estado tiesa desde hace algún tiempo. No abandona su trajín, pero parece como si fuese un solo trajín, una sola voz cantante que se esparce entre ruidos y abalorios. Soberana y lúcida, desde luego, en ocasiones memorables. Líquida, en otras. Confusa, sobria, porfiada, hasta medio catedrática en otros casos. Tiesa, eso digo. Yo me complazco en su historia y siempre termino encandilado en su bebedizo. Conservador, seguramente, creo en los cauces en los que aprendí a fascinarme, a deleitarme en sus conjuros. Todavía me muevo en el perímetro nerudeano, cargo las alforjas darianas, amplifico las testas nutridas de los Alberti, Diego, Elytis, Auden, Montale, Aridjis y hasta Juan Ramón (aunque sea “música de otros”.) De tantos. De muchos.

Pero, la poesía no es amondongada. Es esbelta, con donaire, musculosa, fitness. Mantiene su línea, aunque se atortoje y pierda la postura y compostura algunas veces. Se sostiene sobre su mollera, fornida, aunque pase por épocas confusas, apocada en circunloquios, en gemidos. Sabe entregarse a los signos de los tiempos y desde ahí, con su armadura, continuar su camino, relajada, con “su cara lavada y una sonrisa de arroz” como decía Neruda.

Sucede ahora. La poesía camina sobre muros –de concreto y redes-, se extasía en cualquier verja y se erige, soberbia, en los escalones que este tiempo líquido le oferta para sobrevivir. Y no muere. Esa es su fortaleza. Cae. Decae. Se levanta. Desfallece. Resucita. La poesía es una siembra esparcida sobre los múltiples horizontes del vividero humano. Hay una acción poética en varios países, el nuestro incluso, que la coloca sobre las paredes para ennoblecer el paisaje y el alma. Anda por ahí, aunque lenta, dejando su letra, su verso, su vocería, en los muros desguarnecidos donde puede habitar el habla del amor o de la conciencia social. Es una poesía de pensamiento abierto, de formas cortas, cortantes, original, despierta, creativa, que se alcanza a leer a toda máquina mientras te mueves en tu coche o camina raudo sobre el pavimento urbano. Poesía urbana en los muros citadinos que debiera multiplicarse.

Está en las redes como una lluvia poética que cae tenaz sobre los recovecos de la imaginación también urbana. Cursi, a veces, pero poesía al fin, concebida por clamores y temblores de estos tiempos. Amorosa, testimonial, piropera, sexual hasta lo imprevisto, reflexiva, vital. Surca las redes a niveles increíbles. Allí convive con los tuits y las otras muchas formas de convivencia -¿connivencia?- social de nuestros días. Hoy basta buscar la poesía y la encuentras en las redes sociales como un figurante más de esa diatriba perenne.

Y está en los libros. Claro que está en los libros. Viene, paso a paso, emergiendo, y ya parece que está en la cubierta, gozosa. En días recientes, de paso por Madrid, en la escala obligada en la Casa del Libro, la vieja y siempre renovada librería de Espasa como se conoce aún, desde la entrada, en el espacio de las novedades –antes: las novelas recientes, los ensayos de moda, los títulos de los nombres renombrados- toda la ocupación es de esa nueva poesía labrada en los intersticios de una urbanidad que decidió hacer su andadura como si fuese construyendo el vacilón. Ya conocía, en los predios de Cuesta lo encontré, a Defreds, así como suena. Casi sin querer, como el título que adquirí, lo leí. Lo encamina en el frontispicio Frida Kahlo. Casi me imagino el resto. Pero, no. Y la introducción advierte: “Aquí hay poesía, pero sobre todo hay personas…Y mujeres…Y paisajes”. Y luego Defreds, que en realidad se llama, muy normalito, como cualquier otro señor, José Angel Gómez Iglesias. Pero, bueno, Defreds, que es su nombre artístico, digo poético. Y me sacude, de otro modo no puedo decirlo, el primer poema. “Disfruta los minutos, los momentos, los suspiros./ Y si tienes que llorar, hazlo,/ que estás preciosa,/ y ya estaré yo para morderte la sonrisa”. Y sigo hacia otra página. Y hacia otra. “Por el día sobrevivía/ a base de amigos y poesía./ Recordar cómo hacíamos/ de cada noche un día./ De cada cama una vida./…Follarnos cuando toda/ la ciudad dormía”. Y me leí entero el poemario, sí, de Defreds que en alguna parte decía sin rubor que “hay días que parece que me lee España entera”. Y no se equivoca. Toda la sección de novedades de la librería de Espasa estaba llena de Defreds y de los otros muchos Defreds que han salido al mercado y están revolucionando la poesía. Como una Patricia Benito que vende sus libros firmados. Los firma todos, de letra y puño. El ejemplar que adquirí traía el siguiente mensaje: “Qué bonita la gente que se deja perder, sube el volumen y baila. Mil besos”. Bonito. Y entonces, entré en la ronda y disfruté esta exquisitez: “Yo,/ que mido mi tiempo en medias cervezas/ y no hago planes a más de cerveza y media,/ estoy deseando que pidas otra ronda”. No morí en el intento. Continué hasta el final. Y no voy a poner más ejemplos. Patricia Benito vende horrores en España.

Y por este orden he conocido las fibras poéticas de nuevo troquel de Loreto Sesma (“317 kilómetros y dos salidas de emergencia”), Rubén de la Cruz, autonombrado “Xenon” (“Ya no tintas nada”), AJO, sí, como lo pueden ver (“La perrina & yo”), Luis Ramiro (“Poemas para infancias mal curadas”), Irene X (¿conocen a Irene X?), es fantástica. Su libro “El sexo de la risa” es para morirse riendo haciéndole cosquillas a una zorra. Y suman más. Es la nueva poesía joven de España que ya va recalando (y no parece dispuesta a recular) en Colombia, Chile, México y me han dicho que ha establecido estancia indefinida –visa múltiple- en la República Dominicana.

Ahora voy a intentar conocer a Elvira Sastre que recomienda Chus Visor. Es de las que se inició con su poesía en las redes y ahora dicen que llena auditorios al tope en distintos países, leyendo sus poemas. Se enorgullece en decir que vive de la poesía. Dígame usted si esto no es una revolución. Tiene 290 mil seguidores en Facebook, 90 mil en Twitter, 153 mil en Instagram. Ha vendido 75 mil ejemplares de sus libros “La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida”, “Baluarte” y “Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo”. La elogian veteranos y novatos. Esto es para celebrarlo.

Leyendo algunos de estos libros he pensado que hay antecedentes en nuestra poesía. Hay que declararlos pioneros. Algunos vienen desde los setenta y ochenta. Y cuidado si desde antes. No los nombro. La poesía tiene sus formas, sus dominios, sus acosos, sus violaciones, sus estrépitos. Aunque sean pocos los que ejercen como suplidores y mucho menos los que la leen. Chus Visor citaba en días pasados un verso de la Szymborska a propósito de a cuántos gusta la poesía: “A algunos/ es decir, no a todos./ Ni siquiera a los más, sino a los menos./ Sin contar las escuelas donde es obligatoria,/ y a los mismos poetas,/ serán dos de cada mil personas”. No importa. Ella sigue viva. En paredes y muros de las redes. En los espacios que señalan los tiempos. Y en los libros. Tendrá nueva armadura, no nos gustarán ciertas formas y medidas, pero ahí está: sublevada, indócil, desacatada. Insurgente. Retadora. La poesía anda rebelada.

Casi sin querer

Defreds
Prólogo: Diego Ojeda
Frida Ediciones, 2016
Duodécima edición, 165 págs.

“Hay corazones con tanto daño, que se convierten en agujeros negros en el pecho… Éramos tan veinte que empezando de cero todavía eres diez. Y el mar dejó de oler a mar para oler tus caricias”.

Primero de poeta

Patricia Benito
Presentación: Escandar Algeet (Escandar es la poeta Irene)
Penguin Random House, 2017. 134 págs.

En el colofón se lee: “Este libro se terminó de imprimir mientras el amor tomaba las plazas y en algún lugar alguien decía muy bajito ojalá tú aquí”.

Poemas para infancias mal curadas

Luis Ramiro
Prólogo: Carlos Salem
Aguilar, 2017. 194 págs.

“No vamos a arreglar tú y yo este mundo,/ al menos no esta noche de tormenta,/ nademos en la cama, en lo profundo./ Mañana les cantamos las cuarenta/ a todos los que quieras, te secundo./ Hoy este cuento es nuestro, Cenicienta”.

El sexo de la risa

Irene
Harpo libros, 2016. 6ª edición. 247 págs.

“Baile de palabras atragantadas que disfrutan acostándose cada noche con una lágrima diferente, con una cosquilla plena de insomnio, con una carcajada entre las piernas”.

Lista de espera

Omar Ortiz
Prólogo: Celedonio Orjuela Duarte. Editorial Domingo Atrasado. Bogotá, 2017. 68 págs.

“Un poeta leyó unos iracundos versos/ sobre los 342 campesinos asesinados,/ por paramilitares en Trujillo, Valle del Cauca./ El silencio fue interrumpido por un único sollozo./ Ta vez, ¿la poesía?”

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