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Racismo, Haití y explotación minera

Written by Debate Plural

Jean-Claude Icart (Rebelion.org, 20-2-18)

Según la definición propuesta por Albert Memmi, “el racismo es la valoración generalizada y definitiva de las diferencias reales o imaginaria a beneficio del acusador y en detrimento de su víctima con el objeto de legitimar una agresión”. La agresión puede adoptar diferentes formas: en el ámbito de un país generalmente remite a la explotación económica.

La República de Haití acaba de ser recientemente objeto de un odioso ataque por parte del presidente de los EEUU. No tardaron en aparecer reacciones desde todas partes y continúan en el momento en que se escriben estas líneas, pero ha llegado el momento de plantearse qué forma adquiere o podría adquirir la agresión que anuncian o reflejan estos insultos, proferidos por alguien conocido por ser un gran estratega de la distracción.

Haití es un país exangüe, casi bajo tutela, devastado por catástrofes naturales, incapaz de producir lo necesario para alimentar a su población y que generalmente se encuentra entre los últimos lugares de todos los indicadores económicos. Se podría plantear la hipótesis de que lo que se anuncia es la explotación de sus recursos mineros, un sector relativamente intacto hasta ahora. Puede que no resulte ocioso recordar que El Salvador, otro país mencionado por el presidente de los EEUU en su escatológico exabrupto, prohibió el año pasado la explotación de la minería metálica en su territorio.

El presidente estadounidense también mencionó de manera generalizada a los países africanos. Hay muchas obrasque denuncian el pillaje de los recursos mineros africanos, especialmente al sur del Sáhara.Particularmente trágico es el caso del Congo-Kinshasa, para quien las riquezas mineras parecen ser una verdadera calamidad. Sin embargo, algunos creen que ciertos países deberían sentirse reconocidos por ser explotados y no deberían rechazarloymenos aún negociar sea lo que fuere.

Proyecto de ley

En julio de 2017, unos meses después de que llegara al poder el actual presidente de Haití, se presentó al senado de la República un proyecto de explotación minera. Dicho proyecto debería ser analizado el el curso de la sesión legislativa iniciada el 8 de enero de 2018. Es tal la opacidad de la información referente a los recursos mineros del país y al texto de este proyecto que el Congreso de los EEUU envió una carta al presidente del senado haitiano el 20 de noviembre del 2017 incitándole a alentar la realización de un debate público sobre el tema “teniendo en cuenta los riesgosimportares que supone la explotación minera para los derechos humanos y ambientales”.

Desde mediados de la década de 1970 varios estudios se han referido al interesante potencial del subsuelo haitiano: petróleo y gas, oro, iridio, etc. Sin embargo, la explotación de dicho potencial plantea importantes cuestiones:

Haití es uno de los países más vulnerables del mundo al cambio climático. Se halla atravesado por dos importantes fallas sísmicas y situado en plena ruta de los huracanes caribeños. Además, es un país densamente poblado, montañoso y muy erosionado. Los riesgos que provocaría la explotación minera son extremadamente importantes. Por ejemplo, las principales reservas de oro se hallan situadas en cuencas densamente pobladas por agricultores, a lo largo de la falla septentrional.

El Estado haitiano es un Estado débil (y debilitado). Tiene el apoyo del Banco Mundial para redactar el proyecto de ley sobre la minería, pero el análisis de una versión preliminar de 2014 reveló grandes debilidades en el documento, que sería inferiora los estándares internacionales, especialmente en lo referido a la transparencia, a la evaluación y a la protección ambiental, a la gestión del agua, al nivel de los impuestos y a la recuperación de los sitios.

Es sabido que la corrupción y la falta de transparencia son dos desafíos fundamentales a los que debe hacer frente el Estado haitiano. Es también posible preguntarse si este Estado dispone actualmente de suficientes medios como para defender eficientemente los intereses de su población. Además, la casi exclusión de las instituciones estatales en el caso humanitario de la reconstrucción de Haití luego del seísmo del 2010 dio la señal de salida para una verdadera carrera de las grandes empresas hacia el tesoro, muchas veces con la complicidad de ciertos organismos llamados de ayuda. ¿Qué sucederá (o qué sucede) en un caso puramente económico, dominado solamente por la lógica del lucro?

La torpeza de las declaraciones del presidente estadounidense seguramente oculta un reto importante. Tal hipótesis permite igualmente arrojar mayor luz sobre la política haitiana de los últimos años, especialmente en lo referente a la construcción de un consenso en el seno de la clase política y a los esfuerzos realizados para silenciar a la prensa. Algo es cierto, sin embargo: el tratamiento de este caso definirá la imagen de Haití al menos para este siglo XXI.

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