Cultura Nacionales

El rey Henry Christophe de Haití: entre luces y sombras

Written by Debate Plural

Jean Ghasmann Bissainthe (Hoy, 15-6-12)

 

Una de las figuras emblemáticas de la historia haitiana lo fue sin duda Henry Christophe. Nacido en la isla Granada en 1767, fue esclavo liberto cuando los franceses, bajo la comandancia del Conde D’Estaing, tomaron esa pequeña isla del Caribe de las manos de los ingleses. Participó en la guerra de Savannah, Georgia, a favor de los Estados Unidos en 1779. Fue carnicero y camarero del hotel La Couronne en Cabo Haitiano y luego se incorporó a la guerra de independencia en 1793. En 1798 se distinguió en el sur de Saint-Domingue al expulsar a los ingleses y al participar con Toussaint en la unificación de la isla en 1801 para implementar el acuerdo franco-español de 1795.

En 1793, Christophe era subalterno del general Jean François, quien se había convertido en líder supremo de los negros, pero recibía órdenes directas de Georges Biassou, el segundo jefe militar. Sin embargo, desde 1791, la parte norteña de Saint-Domingue se había convertido en un campo de batalla entre bandas rivales que usaban la intriga y la traición para imponer su liderazgo. Jean François se alió a los españoles en 1793, y luego se trasladó a Sevilla, donde murió como general de las armadas reales. Toussaint, quien era lugarteniente de Biassou, regresó al campo francés en 1795, y asumió el mando. Tuvo dos generales a su lado: Jean Jacques Dessalines y Henry Christophe.  Cuando en enero de 1802, la flota francesa se acercó a la rada de Cabo Haitiano, el general Charles Leclerc, cuñado de Napoleón, envió una carta a Christophe, comandante de la ciudad, para que permitiere el anclaje de su flota y entregara pacíficamente las armas. Él rehusó en hacerlo, y respondió diciendo: “Si usted tiene la fuerza que usted me amenaza, le prestaré toda la resistencia que caracteriza un general, si la suerte de las armas le es favorable, usted no entrará en la ciudad de Cabo Haitiano que cuando ésta será reducida en cenizas, y aun sobre esas cenizas, le combatiré”. Después del desembarque de los soldados franceses, Christophe ordenó a los habitantes de la ciudad que la incendiaran con todos los edificios públicos. Cumplió con su promesa; pero al final de abril de 1802 dio un giro inesperado al aceptar someterse a las órdenes del capitán general Leclerc, liberó a más de 2,000 rehenes blancos (antiguos colonos) a cambio de mantener su grado de general. Fue objeto de reproche de parte de Toussaint, quien un mes después entregó también las armas. Sin embargo, al negociar en secreto con los ingleses y los norteamericanos un proyecto separatista, Christophe y Dessalines lo denunciaron. Los oficiales franceses que intercambiaron correspondencias escribieron: “El capitán general está muy satisfecho de la conducta de estos dos negros. No hay duda en que han sido los autores de una infinidad de crímenes; pero si continúan en lo sucesivo, acreditando su energía como la que tienen en el día, la clemencia del gobierno francés no tiene límite y se complacerá en olvidar el pasado” (Juan López Cancelada. “Vida de J.J. Dessalines: Gefe de los Negros de Santo Domingo”, 1806, pp. 43-45).   Su Majestad es criticado por algunos sectores sobre la base de que su ejército haya cometido crímenes atroces en el Cibao en abril de 1805. El prelado José Vázquez fue uno de los instigadores que lanzaba una campaña constante de descrédito en contra del pueblo haitiano, llamándolos caníbales, herejes y ateos.

Ese cura, confesor de Jean François y vicario de su ejército, fue responsable del asesinato de más de 950 niños, hombres y mujeres franceses en 1794 en Fort-Liberté (antiguo Bayajá) que tildaba también de ateos, regicidas y judíos. Siendo general del ejército del Norte, en febrero de 1805, Christophe envió un emisario al comandante de Santiago José Serapio Reinoso de Orbe para que informara a la población santiaguera de que no tenía intenciones hostiles en su contra y que iba rumbo a Santo Domingo para expulsar a los franceses de la isla. Al ver la actitud recalcitrante del oficial De Orbe, Christophe le dio un plazo para responder a su solicitud.

Afirma el historiador Emilio Cordero Michel, repitiendo las palabras de Gaspar Arredondo y Pichardo, que la población santiaguera no quería oponerse al tránsito de los negros, pero De Orbe se opuso y prefirió hacer resistencia con 1700 hombres mal entrenados frente a 9,000 veteranos soldados de Christophe (E. Cordero Michel, “La Revolución Haitiana y Santo Domingo”. Editora Búho, 2000, pp. 112-122).

Los crímenes del ejército haitiano en 1805 en La Vega y Santiago no son justificables. No obstante, Dessalines conocía bien al cura provocador de suerte que en 1804 alentaba al pueblo dominicano de no dejarse confundir. Al regreso de las tropas por Santiago, fueron a buscar a Vásquez, quien se atrincheró dentro de su iglesia con sus seguidores para eludir el apresamiento. Siendo rey, Christophe trató de subsanar las heridas del pasado al acercarse a sus vecinos porque entendió que solo una alianza insular podría salvar la independencia haitiana. Así, nombró como arzobispo de reino a Su Excelencia Juan de Dios González, criollo dominicano y excapellán de la reina Marie-Louise. González nunca recibió la ordenación de parte de Su Santidad. Incluso, Christophe hizo concesiones en el orden económico y político para lograr la integración a su reino del territorio oriental. Sus solicitudes nunca fueron tomadas en consideración, y las cosas se complicaron cuando el emisario de Francia, Agustín Franco de Medina, fue descubierto de dirigir un complot para matar al rey. En 1820, todos los logros de Su Majestad se fueron a pique. El general Joseph F. Balthazar Inginac reporta en sus memorias que solo una décima parte de los fondos del tesoro real fue recuperada, o sea 18,000,000 de   gourdes, cuya tercera parte estaba en oro. El gobierno de Boyer recuperó en la ciudadela solo 14,000,000 de libras de café y 8,000,000 de libras de algodón.

Hace unos meses, las críticas en contra de Christophe tuvieron más resonancia en la prensa local después del Estado dominicano haber donado una universidad a Haití, en las proximidades de Cabo-Haitiano, a consecuencia del terremoto de enero 2010, y que lleva el nombre de Christophe. Hay los que consideran que ese centro académico debería llevar el nombre de los intelectuales Jacques Viau, Jean Price-Mars o Anténor Firmin. Se ha comentado que un congresista de Haití había alentado a un grupo de jóvenes para que sacaran la foto del profesor Juan Bosch de la puerta de entrada de la biblioteca de dicho centro académico. Ahora existen dos universidades con el nombre de “Roi Henry Christophe” en el norte de Haití: una en Cabo Haitiano fundada por  el Dr. Louis J. Noisin en 1980 y la actual donada por el Estado dominicano. Parece muy extraño que dos centros académicos lleven nombres similares y poco distantes el uno del otro. Esa obra humanitaria no impide que crezca el sentimiento antidominicano en las capas media y alta de la sociedad haitiana, sobre todo por la presencia marcada de compañías dominicanas en el suelo de Christophe. Incluso se acusa al presidente Martelly haber recibido una buena suma de dinero para su campaña y después de su juramentación para permitir que esas empresas consigan la mayor parte de los contratos de reconstrucción. La historia se repite, y nadie aprende de las lecciones del pasado para mejorar las relaciones domínico-haitianas.

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