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Un millón de razones: Indonesia 1965 (1)

Written by Debate Plural

Chema Sanchez (Rebelion.org, 10-2-18)

Se está poniendo últimamente muy de moda el viejo truco mediático-manipulador de la burguesía de intentar hacer comparaciones fuera de contexto contra sus adversarios. Cuando a las élites no les gustan (no les interesan) las medidas económicas, políticas o sociales que se les presentan como alternativa, mandan desacreditarlas relacionándolas con las mismas que hay en países “dictatoriales” -según la hegemonía mundial- como Venezuela o Cuba. Muchos de los “nuevos progres” -no sabemos si por vergüenza, cobardía o porque simplemente no tienen principios- prefieren escurrir el bulto y piden que comparen sus recetas con la de países, digamos, “capitalistas de rostro humano” tipo Holanda, Suecia… etc.

No vamos a negar que estos han sabido gestionar mejor su riqueza acumulada entre su población, pero siguen apostando por el “Libre Mercado” (o sea, el capitalismo) que divide al mundo en globalizadores y globalizados. Por la cuenta que les traía. Efectivamente. Porque al fin y al cabo gran parte de sus riquezas se originan en el expolio, el neocolonialismo y el genocidio sistemático a otros pueblos que poco o nada saben de la palabra “derechos”. Esos países tan ejemplares se enorgullecen y sacan provecho de su imagen de países progresistas a los cuatro vientos, pero ocultan e intentan borrar de la historia que sus “éxitos” se nutren directamente de los abusos continuados a sus “patios traseros”.

Podríamos empezar hablando de Suecia y una de sus empresas de telecomunicaciones estrella en la bolsa mundial: Ericsson. Seguramente esta transnacional, con un beneficio neto de más de once mil millones, destinará una parte de los dividendos de sus socios y contribuye con sus impuestos a mantener las arcas del Estado donde habita su sede central y conservar así el estatus de “país-ejemplo” a seguir por los demás en materia de derechos sociales y humanos. Derechos inexistentes en la sufriente población de la República del Congo, en el corazón de África, donde las guerras por el control de los grandes yacimientos minerales (como el coltán, imprescindible para los dispositivos electrónicos) han causado grandes masacres desde 1998. Una situación de guerra muy sospechosa, teniendo en cuenta que el conflicto comienza con el boom de la telefonía móvil. Seguro que Ericsson no incluye al pobre congoleño que extrae el ansiado mineral, a cambio de una miseria o de su propia vida, en su plantilla de más de 78.000 empleados. Y Suecia, que sí incluirá en su PIB lo que extrae del pobre congoleño, no tendrá en cuenta las migajas que éste gane a la hora de calcular la renta per cápita tan avanzada del país nórdico. En definitiva, sólo será sueco lo que el esclavo congoleño reporte, no la miseria que a este le mal llega.

Pero, en este artículo, vamos a prestar más atención a la tragedia que sobrevino en un país, Indonesia, que fue colonia de otro campeón del Estado del Bienestar: Holanda. Cierto que la tragedia imperial que asolara a Indonesia fue culminada de la forma más bárbara por EEUU, pero fue Holanda quien tuvo que recurrir a la primera potencia mundial para mantener sojuzgada, a costa de lo que fuera, al gran país asiático.

Holanda era conocida durante cuatro siglos como el Imperio Neerlandés. Su “Compañía Holandesa de las Indias Oriéntales” fue pionera en un nuevo tipo de colonialismo: el capitalista empresarial; disciplina que ha contagiado a todos los países del “primer mundo” como ejemplo a seguir en el campo de la política exterior. Un imperio que cae con una revolución y la independencia en uno de sus últimos dominios: Indonesia (potencia regional en combustibles fósiles, gas natural y materia prima). Una historia trágica de cómo someten y rapiñan los imperios a los pueblos, que nos detendremos a contar.

Todo empieza con un “despertar nacional” a principios del siglo XX en aquella región asiática. Dentro de los movimientos nacionalistas que allí se dan, un exiliado socialista holandés e internacionalista -paradójicamente-, Henk Sneevliet (Maring), funda en 1914 la Asociación Socialdemócrata de Indias. Inicialmente fue un foro de debates que culminó convirtiéndose en el Partido Comunista de Indonesia (PKI) en 1924, ilegalizado por el Imperio Neerlandés por estar detrás de varios levantamientos populares en Bantén y Sumatra, y que finalmente pasó a la clandestinidad en 1927. Otro de los partidos a destacar dentro del movimiento por la independencia es el Partido Nacional Indonesio (PNI) en el que destacó la personalidad de Ahmed Sukarno, líder y fundador de este partido en 1927, un burgués de centro izquierda que compartía la línea de los países “no alineados”. Durante la II Guerra Mundial Indonesia es ocupada por el Imperio Japonés y Holanda se ve imposibilitada de “defender” su colonia, ya que se encontraba en el escenario central del conflicto en Europa contra la Alemania Nazi.

Durante los tres años y medio en que se prolonga la ocupación, los japoneses, por razones culturales e intereses propios, estimularon y propagaron más el sentimiento de soberanía en Indonesia. Se crearon nuevas instituciones y organizaciones vecinales. Cuando acaba la gran guerra, inmediatamente el PNI, con Sukarno como dirigente indiscutible, junto a facciones nacionalistas y el PKI declaran la independencia de Indonesia (1945). Los holandeses, que quedaron críticamente tocados después de la II Guerra Mundial, tacharon a la nueva república de cómplices del fascismo japonés y pidieron ayuda económica -cómo no- a EEUU para poder mantener su colonia.

La revolución por la independencia duró 4 años y supuso más de 100.000 víctimas mortales indonesias, incluyendo civiles, frente a unas 6.000 de los imperios Neerlandés, Británico y Japonés. También se vieron obligadas a la migración masiva cientos de miles de personas. Y, en definitiva, Indonesia sufrió un estrangulamiento económico por parte del bando imperial vencido.

Después de ser reconocidos como república independiente en 1949, Sukarno es proclamado presidente, teniendo que hacer frente a unos grandes gastos vitales de los afectados por la guerra y el saqueo de los imperios. Durante 16 años llevará a cabo sus políticas mediante un conjunto de cinco principios fundamentales, denominado “Pancasila”, que mezclaba la justicia social y la creencia en un Dios supremo, y que dura hasta día de hoy, aunque a modo de maquillaje. Y mantendrá con el PKI una relación de amor-odio. Así, aunque éste será reprimido en un primer momento para intentar menguar su enorme influencia sobre las masas pobres, más tarde se convertirá en un aliado en el “Nasakom”, una alianza de todas las fuerzas nacionalistas y religiosas contra las presiones externas imperialistas.

A partir de 1950 el PKI comienza a coger una fuerza imparable. Y, sobre todo en localizaciones rurales, contribuyó a organizar a unas masas empobrecidas desde la guerra y bajo la amenaza constante de que el Estado se convirtiera en una Teocracia.

Se crearon sindicatos obreros, asociaciones juveniles, de mujeres y de campesinos pobres. El PKI alcanzó en 1965 más de 3.000.000 de afiliados y se especula con que tenía a más 15.000.000 ciudadanos organizados (una quinta parte de la población de Indonesia). Se convertía así en el tercer partido comunista más grande del mundo, después de los de la URSS y China.

Su importante influencia en la sociedad hizo que el gobierno de Sukarno realizara algunas reformas importantes como: apoderarse de los bienes de las compañías holandesas, nacionalizar el petróleo e iniciar una tímida reforma agraria. Además, la presión constante influyó para que se recortaran progresivamente privilegios a los terratenientes militares nacionalistas y a los líderes religiosos del islam (Indonesia es el país con más musulmanes del mundo).

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