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Recordando un siglo de pensamiento crítico

Written by Debate Plural

Maritza E. Espejel P. (Rebelion.org, 8-2-18)

La búsqueda de transformación y cambio ha sido una constante en la historia del pueblo iraní. De hecho, el Irán moderno surgió precisamente a partir de esa búsqueda de transformación y ante el deseo por parte de la población de liberarse del control extranjero y de un gobierno autoritario. Así, el resultado fue una movilización denominada Revolución Constitucionalista (1906-1911), cuyo principal objetivo fue la transformación del sistema de gobierno y que derivó en la instauración de una monarquía constitucional en lugar de una monarquía absoluta, la cual estuvo encabezada por la Dinastía Qajar. Además, un logro importante fue el establecimiento de una Constitución y de un Parlamento (Majlis), acciones que reflejaron el espíritu de lucha expresado por una sociedad en constante búsqueda de libertad.

El papel de los intelectuales, gente con pensamiento crítico, fue determinante para la puesta en práctica de las demandas de los movimientos de liberación. En el caso del movimiento constitucionalista dos figuras importantes mostraron su descontento hacia las medidas autoritarias de los reyes Qajar y lideraron protestas encaminadas a dejar claro que las demandas eran latentes y que se tenía plena convicción en lograr un cambio: Seyyed Muhammad Tabataba’I y Seyyed Abdullah Behbahani tuvieron un rol destacado en el liderazgo de tales protestas. Majd al-Islam Kermani, por otra parte, fue uno de los principales críticos de la Dinastía Qajar.

Los resultados no tan positivos de la nueva forma de gobierno llevaron a distintos sectores y actores de la población a un descontento general con respecto al funcionamiento de la monarquía constitucional. Fue entonces cuando llegó a la escena política Reza Khan, cuya principal acción contenciosa para contestar a las acciones de la dinastía Qajar fue un golpe de Estado en 1921, el cual derivó en el derrocamiento de la Dinastía Qajar y el consiguiente establecimiento de la Dinastía Pahlavi en el año 1925. Reza Shah Pahlavi, el ‘Rey de Reyes’, llevó a cabo una serie de cambios al interior del país, con el objetivo de modernizarlo y de equiparar a su sociedad con aquellas que se desarrollaban en la esfera occidental. La mayoría de las medidas estuvieron dirigidas al establecimiento de un estado centralizado, burocratizado y militarizado, en el que la figura del Shah expandió su poder estatal sobre todo el país. Además, el control sobre la educación fue clave en el objetivo de formar cuadros partidarios al régimen, destinados al servicio del país en el ámbito burocrático y/o militar; el establecimiento de la universidad de Teherán en 1934 fue ejemplo de esta medida.

A finales de la década de 1930, los logros de Reza Shah fueron desgastándose ante el establecimiento de un estado autoritario y despótico. Algunos miembros del Majlis sentían un fuerte descontento con respecto a las medidas hegemónicas llevadas a cabo por Reza Shah. Entre estos miembros una figura importante fue Mohammad Mossadeq, personaje que jugaría un papel importante en la década de 1950. Por otra parte, y con respecto al contexto internacional del momento, es decir, el de la Segunda Guerra Mundial, los aliados (específicamente Gran Bretaña y la Unión Soviética) invadieron el territorio iraní logrando la abdicación de Reza Shah e imponiendo a su hijo, Mohammad Reza Shah Pahlavi al frente del gobierno. El nuevo Shah continuó con la labor de modernizar, u occidentalizar, al país y una de sus acciones más relevantes fue su Revolución Blanca en el año de 1963 con medidas como la Reforma Agraria y las relacionadas a los derechos de las mujeres. Sin embargo, los beneficios de aquellas reformas no alcanzaron a todos los sectores de la sociedad de Irán o incluso perjudicaron a algunos de ellos, como a los comerciantes del bazaar o a algunos religiosos (ulema).

Cabe hacer mención aquí de un movimiento relevante para Irán, el cual involucró tanto elementos locales como internacionales. Se trata del Movimiento Nacionalista, encabezado por Mossadeq y organizado por el Frente Nacional. Mossadeq se convirtió en Primer Ministro en el año de 1951, lo cual le permitió llevar a cabo la nacionalización de la industria petrolera iraní, como respuesta a la fuerte influencia que la Anglo Iranian Company tenía sobre este recurso y ante la evidente puesta a disposición de los recursos del país a manos extranjeras por parte de la monarquía. Esta fue una época en la que la movilización de contención por parte de los nacionalistas tuvo un importante liderazgo en la figura de Mossadeq, llevando a cabo medidas contenciosas tan importantes como lo fue la nacionalización petrolera. Sin embargo, tales medidas no fueron de conveniencia para intereses extranjeros, principalmente para el gobierno británico y el estadounidense. Por lo que una alianza angloestadounidense, por medio de sus agencias de inteligencia, asestaron un golpe de estado en contra de Mossadeq, derrocándolo en el año de 1953 y volviendo a imponer a Mohammad Reza Shah Pahlavi a la cabeza del gobierno.

Fue en aquel periodo en el que el gobierno estadounidense buscó en Irán un aliado para contener el avance del comunismo y lo hizo mediante políticas de ayuda económica y militar al gobierno iraní. Además, la influencia extranjera, en especial la occidental, sobre la cultura del país, era mal vista, por ejemplo por el sector religioso. En este sentido, el descontento entre diversos sectores de la sociedad iraní, consecuencia del proyecto modernizador de Mohammad Reza Pahlavi, aunado a la intervención imperialista de la que estaba siendo presa el país, llevó a una de las movilizaciones contenciosas más importantes en la historia de Irán y que, junto con el golpe de 1953, explica la situación sociopolítica actual del país y las muestras de inconformidad con respecto al sistema de gobierno que fue implantado como consecuencia de la revolución iraní de 1979: la República Islámica de Irán.

El papel de los intelectuales en el movimiento revolucionario de 1979 fue destacado. El pensamiento de aquella intelectualidad sirvió de instrumento ideológico del movimiento y aglutinó a la mayoría de la población en torno a un discurso revolucionario, delineado por principios islámicos shiíes y que propusieron el establecimiento de un sistema de gobierno que uniera política y religión, siendo la clase religiosa la que fungiría como autoridad. El Ayatolá Ruhola Jomeini sirvió como figura de liderazgo y finalmente se legitimó en una especie de autoridad carismática. Sin embargo, fueron otros intelectuales, tanto laicos como religiosos, los que sentaron las bases ideológicas de este movimiento. Entre estos, se puede mencionar a Ali Shariati, Mehdi Bazargan, Morteza Motahari y a los Ayatolás Jomeini y Mahmud Taleghani. En este sentido, una fusión de ideologías: islamistas, socialistas, marxistas y anti imperialistas; y una variedad de sectores de la sociedad iraní: comerciantes, religiosos, trabajadores, campesinos, mujeres; fueron elementos característicos de una movilizacón que tuvo como principal objetivo derrocar a la Monarquía autoritaria Pahlavi, terminar con la injerencia extranjera, principalmente la estadounidense, así como el establecimiento un nuevo gobierno que fuera guiado por los principios islámicos shiíes.

Las medidas de represión y de opresión, la propaganda a favor del régimen y las instituciones encargadas de velar por la conservación de éste, todos han sido mecanismos dirigidos a mantener una forma de gobierno que ha recurrido a las mismas acciones, a veces un poco más crudas, que las llevadas a cabo por las Dinastías Qajar o Pahlavi. El éxito del movimiento revolucionario iraní de 1979 se puede hallar, primero, en la figura de un líder carismático; segundo, en la propaganda que se realizó en contra del régimen Pahlavi a través de panfletos y de discursos de aquel líder; y, tercero, a que esa propaganda pudo llegar a muchos sectores de la sociedad iraní, la cual mostraba un hartazgo con respecto al régimen de los Pahlavi. Por otra parte, la ideología prevalecía a través del control que el régimen islámico mantenía sobre la prensa, la radio y los medios de comunicación en general. Sin embargo, la mayoría de la población decidió que merecía cierto nivel de libertad de expresión, de reunión y de vivir en términos no necesariamente dictados desde arriba. Por ello, a partir de la década de 1990 existió una tendencia a mirar hacia las opciones reformistas en el gobierno, que si bien se reflejaron en la elección de Rafsanjani a finales de la década de 1980 y a principios de la década de 1990; se puede decir que en Mohammad Jatami, con su elección como presidente en 1997, encontraron una importante expresión.

Es pues en este contexto histórico en el que las protestas sociales iniciadas a finales del año 2017 tomaron presencia. En primer lugar, son consecuencia de un largo proceso histórico que se viene gestando desde el establecimiento de una República Islámica, cuyas acciones de dominación hegemónica rebasaron la resistencia de una población que había tenido fe en el cambio representado por aquella nueva forma de gobierno y por aquellos líderes que prometieron un bienestar social para toda la población. En segundo lugar, la dinámica internacional de globalización y el auge de un sistema capitalista neoliberal, así como el despunte de medios de comunicación viables para la mayoría de la población mundial, permiten que incluso sociedades como la iraní tengan acceso a información y estén en contacto con otras formas y estilos de vida, a los que si bien no tratan de imitar, al menos sí influyen en su capacidad de exigir derechos.

Las protestas fueron nutridas por trabajadores industriales, campesinos y profesores; y las causas de estas protestas fueron la debilidad de la economía, los bajos salarios y de poder adquisitivo, el desempleo, la corrupción, los bajos niveles de vida y la inconformidad con el funcionamiento del régimen en general. Estas causas difieren de las que llevaron a la sociedad iraní (generalmente las clases medias y altas) a levantarse en protesta en Junio de 2009. El denominado Movimiento Verde tuvo un carácter político, ya que la principal inconformidad estuvo relacionada con un supuesto fraude electoral en el que el conservador, Mahmud Ahmadinejad, resultó electo presidente de Irán, cuando el reformista Mir-Hossein Mousavi había sido el favorito durante la campaña electoral. Es posible señalar, entonces, que las causas de las protestas definen el sector de la población iraní que se movilizará y las acciones por medio de las cuales contestará a las medidas del régimen. En el 2009, las protestas se dieron principalmente en Teherán, la capital del país. Éstas fueron masivas y tuvieron un eco importante en el mundo, reconociéndose el ímpetu de los iraníes de salir a las calles para demandar la poca o nula transparencia del sistema electoral iraní, aunado, claro está, a la necesidad de la población de obtener mayores libertades y medios de expresión en su propio país.

Las recientes protestas, consideradas las más grandes después de las de 2009, han involucrado a sectores de la clase trabajadora principalmente, con demandas de orden económico y derivadas del anuncio del paquete económico para el año 2018 por parte del presidente Hasan Roiuhani, quien no ha logrado cumplir con las promesas de su última campaña con respecto a la mejora de la economía del país en general y que incluía el aumento de la creación de empleos, por ejemplo. Las expectativas por parte de la sociedad eran grandes, principalmente ante la oportunidad que representó el Acuerdo Nuclear logrado entre Irán y el P5+1 en 2015 y que posibilitó el cese a las sanciones económicas a Irán.

Sin embargo, en conjunto, el reto que ha representado la reforma y el cambio para la sociedad iraní continúa hasta la actualidad, lo cual ha sido evidente en las manifestaciones que se han llevado a cabo en Irán en lo que va del Siglo XXI. La reforma es pues una cuestión pendiente que no se alcanzará si no se encuentran puntos de unión entre los distintos sectores de la sociedad iraní y que representan diversos intereses. En este sentido, se podría señalar a la falta de un liderazgo como una explicación a la falta de éxito del proyecto reformista; pero en realidad ese liderazgo sí ha existido aunque con menor fuerza e impacto que los que se experimentaron en periodos anteriores. En el 2009, Mousavi representó una figura importante en la movilización que exigía mayor apertura política. En la actualidad, las pautas reformistas se pueden localizar incluso fuera de Irán, con figuras intelectuales como Abdolkarim Soroush, Mohsen Kadivar o Alireza Alavi-Tabar. Por esto, es posible decir que la historia de Irán sigue siendo ejemplo de movilizaciones y lo seguirá siendo mientras la capacidad de resistencia a medidas coercitivas y de represión siga vigente.

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