Diversas son las fuentes fidedignas que permiten conocer el carácter liberal y democrático de las ideas políticas de Juan Pablo Duarte. Recuérdese que su hermana Rosa, quien fue depositaria de gran parte del archivo particular del líder trinitario, nos legó unas escasas aunque inapreciables notas que intituló “Apuntes para la historia de la isla de Santo Domingo, y para la biografía del general dominicano Juan Pablo Duarte”, códice generalmente conocido como el “Diario de Rosa Duarte”, el cual -con ayuda de otros no menos valiosos documentos- ha devenido el texto fundamental por excelencia para configurar la biografía política de Duarte.
Una autobiografía. Hay evidencias de que en determinado momento Juan Pablo Duarte acometió el proyecto de escribir una especie de autobiografía, que evidentemente quedó inconclusa como consecuencia de los avatares políticos que padeció y lo obligaron a permanecer poco más de 30 años en el extranjero, primero en condición de exiliado (1844- 1864), y luego forzado por otras circunstancias que lo indujeron a establecerse en Caracas durante el período 1865-1876. Para escribir los “Apuntes” Rosa utilizó algunos manuscritos de Juan Pablo, pues en el célebre texto hay pasajes en los que ella se refiere a él en tercera persona; y otros en los que es el propio Duarte quien narra los acontecimientos. También se conservan unos “Borradores” en los que aparecen datos que no figuran en el “Diario”, razón por la que ambos manuscritos han devenido de mucha utilidad en la ardua tarea de configurar una biografía objetiva que describa de manera fehaciente los períodos más significativos de la trayectoria pública del apóstol de la independencia dominicana. Existen además breves escritos de Duarte, como un “Proyecto de Constitución”, poemas, comunicaciones oficiales y parte de su correspondencia personal, que constituyen fuente de obligada referencia para comprender a cabalidad la intensa actividad política e intelectual que desplegó el ilustre fundador de la República. Para conocer parte esencial del discurso político y doctrinal de Duarte, también resultan imprescindibles los “Apuntes para la historia de los trinitarios, fundadores de la República Dominicana”, escritos por el trinitario José María Serra hacia 1887, en cuyas páginas aparecen reflexiones y frases atribuidas al principal líder del partido trinitario.
Duarte y el nacionalismo. La concepción nacionalista y patriótica de Duarte se evidencia con nitidez diamantina a través de diversas cartas que escribió en los años 1864 y 1865 cuando regresó al país para incorporarse a la guerra de la Restauración, definida por él mismo -en carta a Pedro Alejandrino Pina- como la “augusta y santa causa de nuestra amada Patria”. Citaré algunas de las epístolas más relevantes: 1) La carta que hacia principios de febrero de 1844 dirigió a su madre y hermanos solicitándoles vender parte de las propiedades inmobiliarias a fin de recabar dinero para financiar el movimiento independentista; 2) La del 18 de junio de 1844 enviada a Teodoro Heneken; 3) La de fecha 28 de marzo de 1864 destinada al gobierno provisorio de la Restauración; y 4) La que finalmente escribió, el 7 de marzo de 1864, al ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Restaurador, Teodoro Heneken, en la que aduciendo diversos motivos renunció al cargo de Ministro Plenipotenciario de la República Dominicana ante el gobierno de Venezuela, al tiempo de exponer sus firmes preceptos nacionalistas y revolucionarios en relación con el destino político de la nación dominicana; y, 5) La que en 1865 remitió al poeta Félix María del Monte.
Sobre política exterior. De acuerdo con Duarte, la política exterior del gobierno provisorio restaurador, después de los sucesos que culminaron con el derrocamiento de Pepillo Salcedo y su posterior fusilamiento, había tomado un sesgo antinacional que tendría consecuencias lesivas para el interés colectivo. Esa particular política exterior había devenido genuflexa ante cierta metrópolis de vocación imperialista cuyo principal interés era mantener subordinado al pueblo dominicano bajo un esquema de “dominación sin hegemonía” que bien pudo haber implicado una de tres modalidades: a) La anexión del país a una potencia foránea en condición de provincia ultramarina; b) Un protectorado político económico a cambio de la concesión de derechos de explotación de diversos recursos naturales; y/o, c) El arrendamiento de una parte del territorio insular, como, por ejemplo, la bahía de Samaná, en donde, entre otras cosas, se pretendía instalar una estación carbonera y una base naval. Duarte era de opinión que las modalidades precedentes, lejos de contribuir a preservar la soberanía nacional, más bien constituían una seria amenaza para la supervivencia de la Nación dominicana como entidad independiente, razón por la que era menester oponerse a ese tipo de componenda ya que la nación dominicana, según el esquema duartiano de liberación nacional, no debía ni podía ser “jamás parte integrante de ninguna otra potencia, ni el patrimonio de familia ni persona alguna propia ni mucho menos extraña”.