Cultura Internacionales

Tango, memoria y pasado

Written by Debate Plural

Marcio Veloz Maggiolo (Listin, 22-5-15)

Existe un tango de Francisco Canaro, con letra de Ivo Pelay, en el cual se describe lo que está pasando en la tierra del Plata con las antiguas casas obligadas por el “progreso” a desaparecer. En este artículo reproduciré su letra, que es como un lamento también  hecho música  porque habla de aquellos lugares en cuyas huellas emocionales viven recuerdos, y momentos irrepetibles.

Las viejas casas, con sabor de antaño, conformaron y conforman  el marco de vidas cotidianas donde el mundo familiar, incluyendo enamorados y enamoradas del momento, sustentó  una historia quizás para los mismos, más importantes, como marco emocional, que la propia Historia aprendida en las escuelas.

Son esas casas viejas  monumentos interiores que estamos obligados a reconstruir para de algún modo oponernos  a su innecesaria   transformación inventándoles fisonomías.  Las casas viejas que portan siempre un pasado lleno de vida cotidiana se marchan según Pelay y Canaro, los autores de la canción que citamos,  empujadas por un progreso contrario a su historia  y al que la Historia real debería acogerse. Ha llegado el ruido del motor y nada las salva de una imperiosa desolación

“Quién vivió, quien vivió en esas casas de ayer, viejas casas que el tiempo bronceó/ patios viejos color de humedad con leyendas de noches de amor/ platinadas de luna las vi, y brillantes con oro de sol/ y hoy sumiso las veo esperar la sentencia que marca el adiós.

“Demás están, han terminado sus vidas.

Llegó el motor y su roncar ordena que hay  que salir. El tiempo cruel con su buril carcome,  y hay que morir.

Se van, se van, llevando a cuestas su cruz,  como las sombras se alejan y esfuman ante la luz “

Las letras de este tango son quizás el único reclamo cargado de música, sobre el tema. Las casas en las que nuestras vidas hicieron “su” historia están cargadas de un pasado diferente al pasado general, contienen un pasado con detalles y pormenores tan nuestros que terminan consolidándose en secretos únicos, personales. Esos pasados nunca se integrarán al pasado general y por lo tanto en él queda para nosotros sólo lo vivido. En torno a él, como satélites, giran todas las cosas, y son como parte de un archivo que se inicia  desde la infancia hasta confundirse con hechos nuevos que en la adolescencia se han casi transformado. He aquí por qué las casas viejas imprimen en nuestra conciencia verdaderas formas interiores que emergen como puntos narrativos y hasta luminosos  de la memoria. Por eso su destrucción en aras de un progreso dudable, resulta para nosotros algo criminoso que en ocasiones  no podemos evitar.

En la prensa española, apareció hace días la noticia de que una de las casas del bardo del amor Gustavo  Adolfo Bécquer, (1836-1870), está condenada a ser destruida. El lírico, en sus pocos años de vida escribió las últimas páginas románticas de la literatura de lengua española. En el caso dominicano influyó notablemente en los versos de las canciones del trovador Eduardo Scanlan, del cual existen numerosos textos  recopilados por Emilio Rodríguez Demorizi, y con Enrique Heine, que en Alemania, dio a los versos de rimas quebradas un nuevo sabor que  se percibe luego en las creaciones  de nuestro Fabio Fiallo, y en los ditirambos  de Apolinar Perdomo, quien acudió a los balcones portando la frescura  de su poesía erótica  como tema  donde un sabor becqueriano apunta hacia un romanticismo de última hora, criollo, sensual, a veces considerado pacatamente profano, como el apuntado para algunos  versos del gran maestro nicaragüense Rubén Darío.

¡La casa donde una vez vivió uno de los más grandes liricos de la lengua española podría desaparecer! En nuestras ciudades ya han desaparecido las de algunos portadores de nuestra mejor poesía y  hechos históricos…  Habría que consolidar aquella en la que Franklin Mieses Burgos escribió muchos de los mejores poemas de la lengua castellana, donde por lo menos una placa amorosa debería recordarlo.  La de las golondrinas y el arpa en la oscura habitación podrían, en el caso de Bécquer, evaporarse. El  recuerdo  lucha por salvarla, y solo los admiradores de las famosas Rimas y Leyendas  y del poema genial titulado  “Del salón en el ángulo oscuro”, se sienten ofendidos y abatidos por el irrespeto. Una buena idea para los reconstructores de la “ïciudad colonial ahora en proceso de fermentación” sería la de marcar cada una de esas viviendas en la cuales vivió el pasado de los grandes hombres de nuestra historia pero contar con que  modificar, reconstruir, “arreglar” las mismas con desapego del pasado  podría ser un atentado contra la propia historia cultural y total de la Republica Dominicana.

Por eso volver a las letras del tango  Casas Viejas, escrita para salvar del olvido esas moradas cargadas de recuerdo es casi obligación de  mi corazón donde se padece  un reclamo que el tiempo adapta y acepta cuando se perpetúa el pretérito con la música de fondo.

“El amor, el amor coronado de luz/ esos patios también conoció. /Sus paredes  guardaron la fe y el secreto sagrado de dos/ Las caricias vivieron aquí. Los suspiros cantaron pasión/. Dónde fueron los besos de ayer, dónde están las palabras de amor. Dónde están ella y él? Como todo,  pasaron,  igual que esas casas que no han de volver.

Las voces tangueras  encabezadas por Charlo y Ada Falcón,  son ondas sonoras decadentes  porque que he visto las paredes de tantas  casas viejas transformadas ahora, como huecos que alojan mascaras vertidas en otras formas,  en contenidos y espacios  inventados,  y   añoro en sus pasados interiores  esa parte del  ayer  trasfigurado que es viviente  novedad  obligada que inclemente busca borrar un trozo de mi memoria íntima. Por ello  escribo para recordar,  o mejor, recuerdo para poder escribir.

En la casa marcada con el número 15 de la calle Moral, donde un tiempo vivió Bécquer, las paredes tiemblan  de miedo respaldando a la comunidad de Novieras: miedo eternal, cuando los vecinos  se preguntan si todavía la pluma y la tinta del poeta tienen fuerzas para  hacerse vivas  en protestas que son  como  un llanto mojado de pasado.  Sin embargo, romántico inverosímil de esta época, creo como lo señalaba Bécquer,  prologando el pasado que:

“Volverán las oscuras golondrinas, de tu balcón sus nidos a colgar, y  otra vez con el  ala en  los  cristales, jugando llamarán, pero aquellas que el vuelo  refrenaban, tu hermosura y mi dicha al contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombresÖesas  ¡no volverán!” (1)

(1) Vale señalar, , que los versos de los autores han  sido copiados en forma de prosa para reducir, como   manda el sentido, los espacios.

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