Cultura Nacionales

Vecindarios y barrios (VI)

Written by Debate Plural

Marcio Veloz Maggiolo (Listin, 29-12-17)

En el mapa de Casimiro de Moya se advierten las antiguas divisiones de la capital dominicana.

Gascue, elegante y vivo, con su nueva pequeña burguesía alentadora. Calles arboladas, estilo modernista, experimento urbano. Nueva voz de la ciudad.

Quedaba, como un recuerdo colonial, la huella del azúcar al través de más de cuatro siglos.

Historias locales, luchas nacionales, profundo sentido de la vecindad, amor por las cosas pequeñas, y una profunda fe en el terruño, hicieron de los barrios capitolinos una forma de identidad que ha tomado parte en importantes episodios como manera de orgullo que se integra a lo nacional. La mayor identidad barrial sobrevivió y apenas sobrevive en Gascue, hoy despedazado y San Carlos, atado a su capilla y a la Virgen de la Candelaria, lo mismo que a San Carlos Borromeo. Ambos fueron parte de una cotidianidad basada en la colaboración familiar que obligaba a reconocer no sólo a los que han ido forjando con sus acciones mínimas el perfil de lo que se considera la historia mayor.

Hechos bélicos como la guerra de abril de 1965 dejaron en la conciencia barrial puntos de heroicidad permanentes y cada barrio se unió y arrimó a la cultura popular en los quehaceres de clubes urbanos y suburbanos, obra de ellos mismos y no de los gobiernos; barrios que encarnaron la identidad representada en clubes culturales donde lo nacional resplandecía en momentos de peligro para el país. Lo mismo había acontecido durante la ocupación norteamericana del año 1916, con la tradición de la montonera, la acción de notables intelectuales y de su apego a la libertad. Las invasiones modernizadas como la de 1916 y la de 1965, cambiarían en parte la faz barrial, y politizarían los barrios dándoles nombres extraños a nuestro entorno.

Muy antes y debido a concentraciones étnicas surgieron tempranamente Mandinga y Los Mina ya reformado y hecho barrio modernizado a pesar de su historia racial y colonial. Y mucho más tarde, ya en el siglo XX, como referencia debido a las luchas internacionales en la parte inmediata a la orilla oeste del río Ozama emergió Katanga, y otros de nombre popular, dado por el propio pueblo para homenajear la acción libertaria, nueva, de parte de África.

Hemos sido un recipiente de los mundos que luchan por su libertad.

No los consigno a todos, es imposible que me lleguen a la memoria ahora afectada por el agua o las aguas del Leteo, el río del Hades donde la memoria desparece adrede o sin motivo específi co.

Los barrios crecen como parte de la ciudad cruzando la misma como transeúntes; los barrios dejan huellas de vida e historia y se extienden, siglo tras siglo, acosados por la nueva ola de calles, callejones, patios habitados y viviendas con nombres que responden más bien a un “porque sí”, no caben ni sus vidas ni sus biografías en tan pocas páginas ni en el marco de toda la poesía que este escrito representa.

La arqueología los busca, pero la piqueta del llamado “progreso” y los afanes pasajeros de un turismo sin conciencia de lo que éramos que ahora destruye huellas e inventa memorias sin verdadera base. En ocasiones la estética de los presupuestos nacionales se asienta no en documentos, sino en el número de turistas o en un imaginario falseado para hacerlo más perceptible.

Una nueva historia, inventada, sustituye las viejas historias subterráneas. Los dinosaurios metálicos cavan el pasado y no lo documentan. Abandonan su labor cuando una pieza mecánica falla, y hay que esperar el reenvío de la misma.

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